Poder blaugrana

Tan solo hicieron falta cinco minutos de partido para que apareciese Abbiati amagando la estirada para atajar un balazo con la mirada. Se encogió de hombros a un palmo de la línea de gol, tan solo le dio tiempo al ademán de alzar los brazos cuando un latigazo lanzado por Messi se cruzó con su mirada. El portero argentino tan solo pudo agarrotar sus músculos y encoger la mirada mientras intentaba ver pasar el balón por la escuadra derecha. Golpeó el Barça muy pronto, golpeó Messi con un zurdazo por la escuadra tras una pared con Xavi en el balcón del área.

Transcurría el partido por la recta final del primer acto con el meta del conjunto italiano en la boca de su portería, cerca del punto fatídico, como si fuese una imagen estática, Abbiati recostó su cuerpo sobre su lado izquierdo, impasible, con la mirada perdida, el cuello rígido sin mirar hacia atrás. Ni siquiera tuvo la oportunidad de ver el balón mancillar la red de su portería. Tan solo un segundo separó esa imagen de la de Messi lanzando su segundo zurdazo de la noche desde la frontal del área, Iniesta mediante, asistió al argentino para que empatase la eliminatoria. Desde ese mismo instante, el semblante en el técnico italiano tornó de forma irremediable. La elegancia se tradujo  en nervios y la táctica en incomprensión. Quedaba demasiado tiempo para detener el marcador.

El Barcelona retomó sus orígenes en la alineación y volvió al once titular Guardiolista de hace tres años. Alejó a Iniesta del extremo para liberar su talento por todo el centro del campo, le cedió el control del partido a Xavi y la cara visible de la contención a un Busques más adelantado que nunca. Máxima presión para máxima tensión. Pero no tanta como la que provocó un remate al poste de Niang  en el minuto 38. El único acercamiento con auténtico peligro del que dispuso el conjunto italiano durante la primera parte. Antes de ese momento el Barcelona ya había dispuesto de varias ocasiones para poner fin a la eliminatoria: Empujón claro a Pedro dentro del área milanista tras pase largo de Xavi; derechazo de Iniesta con dirección a la escuadra que Abbiati consigue desviar con la ayuda del larguero; salida en falso del portero argentino en un balón cruzado que Villa no logra rematar; Disparo lejano de Xavi en el 16 que Abbiatti apenas puede repeler a córner.

Empezó el segundo tiempo y empezó a presionar el Milan más arriba. Traducido a la realidad, más espacios para el conjunto culé en ataque. El marcador se encontraba donde nadie lo quería, en un punto muerto donde cualquier error podría decantarlo hacia cualquier bando. El conjunto culé movió el balón con gran tranquilidad y el milanista demostró un ejercicio de irresponsabilidad: No se había preparado para un resultado como ese. El Milan no tiene de qué avergonzarse, se echó atrás desde el principio porque el Barcelona lo empujó y se echó arriba porque lo empujó el marcador. Desnudo el Milan sin la protección del resultado, el fútbol azulgrana avanzó por el paso del tiempo hacia un resultado que ya a esas alturas parecía inevitable.

La remontada se hizo patente a los diez minutos de la reanudación. Pase de Xavi abierto a Villa, que detiene el tiempo esperando el balón y la insuficiencia del defensa por cortarlo y la cruza al palo opuesto de la portería italiana. Abbiati simuló una enorme escultura de bronce, hierática, atada a la tierra, sembrada a la derrota. Se quedó con los brazos en cruz mientras el balón le pasaba a varios palmos de su mano y se alojaba en el lateral interno de la red. No hubo acto divino para el Milan, ni fumata negra para el Barcelona, ya era tarde para reescribir un guión que Alba se encargó de grabar para la eternidad con el 4-0 definitivo en el tiempo de descuento.