José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


1 de octubre de 2013

La antítesis del pastor

Fichó a Carlo Ancelotti porque se le presuponía, y con el tiempo está demostrando, unas dotes diplomáticas que ya las hubiese querido Gandhi para sí mismo. El señor Florentino Pérez en su búsqueda de la perfección ajena, ignorando la imperfección propia, buscó en Europa lo que parecía haber encontrado hace años. La contratación del entrenador italiano se vendió al peso ante los medios de comunicación cual idilio amoroso adolescente recuperado en la madurez tras un fracaso matrimonial. Ancelotti se destapó de la noche a la mañana como aquella novia del presidente con la que nunca se pudo casar por circunstancias de aquellos años. El oscuro y verdadero deseo italiano del presidente, lo más puritano y esperado durante tantos años. Un hombre que sabe conjugar muy bien su físico con su intelecto, que mide bien lo que degusta, que habla varios idiomas y que sabe combinar sus canas con una postura  juvenil. Contrató para domesticar a los mercados madridistas a una extraña mezcla de Manuel Pellegrini con Capello. Jeringa chilena con sangre italiana o pellegrini por fuera, Capello por dentro.