José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


9 de abril de 2012

Partido de guantes, espectáculo de aguante

Reventaron las estrellas del cielo impoluto sobre el Bernabéu para bajar al campo y ofrecernos el mejor cero a cero que han visto mis retinas al son del crujido de unas cáscaras de pipas contra mis dientes. Partido de fútbol recolector de aficionados indecisos entre película o balón, o entre bar y sofá en el salón.
Si la guerra agudiza los sentidos, perfecciona la forma física y entre la vida y la muerte el hombre es la propia medida del hombre, el Valencia fue una buena vara de medir para el Real Madrid en un partido que se tiñó casi bélico en intensidad, lucha y búsqueda de la corona de laurel hasta la saciedad.  Ambas escuadras buscaron lo mismo intentando recorrer semejante camino de una meta a otra, de unos guantes a los otros, del larguero de Casillas hasta el poste de Guaita. El Madrid jugó a ser el Madrid y el Valencia también supo jugar a ser el Madrid en un marcador sin bautizar y al que tampoco le hicieron falta los goles para mostrar una sonrisa tras recordar el final.
Con un Valencia bien posicionado atrás, sin nervios con la pelota y con paciencia sin ella, Émery diseñó una táctica perfecta para asaltar a los locales. Defensa a 5 metros del área y con cerrojo central, supo disponer a su línea atacante para montar contragolpes eléctricos limitando la posesión en su campo a un toque de Parejo y dos de Tino costa que surtía de Balones a las bandas de Aduriz y Piati, para llevar verdadero veneno a la meta merengue incorporando en numerosas ocasiones a Jordi Alba. Un Topal soberbio en la recuperación supo cerrar la puerta del centro del campo a los medios del Madrid que no encontraron la llave de la creación.
El Real Madrid puso en marcha desde el principio la táctica del aplastamiento que al final acabó rindiendo pleitesía al portero valenciano. Con un Madrid desesperado por marcar, acabó el partido remarcando que para jugar al fútbol hay que salir al campo con los nervios aparcados en el vestuario junto al bote de reflex. Los merengues generaron poco fútbol pero muchas ocasiones, amargados en esta incoherencia de la certeza, Mourinho no ha acertado en la dosis de ansiedad suministrada a cuenta gotas día a día para algunos jugadores. El Madrid jugó como casi siempre pero erró ante los tres palos como nunca. Di María salió al verde con la intención de cambiarle el final a una película que nunca se había visto pero cuyo guión parecía escrito desde hace mucho tiempo. Lo que siempre funciona yacía varado en el taller, porque el Madrid hizo todo lo que tuvo pero no pudo tener más.



La ridícula compostura de Di María cuando no tiene el balón en los pies recordó el movimiento de un pez fuera del agua mientras se sentía rodeado sin ningún tipo de amenaza por tres valencianistas. No fue tan infame como esperpéntica una nueva entrega del legado de Pepe que reparte coces hasta a sus propios compañeros. Si Pepe se confundió de color jugó con la expulsión y si no es daltónico, la patada que soltó a Arbeloa, quién esta vez no cayó fulminado por un rayo, causa a estas alturas más risa que amargura. En el código postal de Pepe ya no hay espacio para la compasión, la incredulidad o la redención, Pepe ya sabe caminar solo por la senda del ridículo. Por tanto, sería importante separar la imagen del Madrid del cartel de “Se busca” de este forajido portugués. Una institución como la merengue no puede seguir consintiendo que un futbolista como éste siga besando su escudo y ahuyentando simpatizantes.

Cuando el balón dijo basta, cansado de haber hecho disfrutar tantísimo a los aficionados con una oda a este deporte por dos magníficos equipos, tras acabar el partido y haber tenido la misma sensación que se tiene cuando has descubierto la saga de “El padrino” por primera vez,  apareció Karanka para sospechosamente intentar desmontar la obra de arte que había coprotagonizado su equipo. Cuando solo vives del resultado y el fin justifica los medios creas una cortina de humo que te impide disfrutar del camino. Parece que este hombre dedicado a sujetar el sobaco de Mourinho ha decidido lo que quiere ser, pero año y medio después aún no se ha decantado por lo que no quiere ser. A cualquiera le puede rechinar el papel adoptado por el segundo entrenador Vasco entregado al papel de doberman con bozal y atado a una cadena que acaba en la mano del portugués. Mal futuro está reservado para aquel que convierte sus aportaciones en vehículos de gratitud por la oportunidad de trabajar cuando previamente no han agradecido tu trabajo. Karanka se ha subido al trampolín del advenedizo.