José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


30 de abril de 2012

El ninguneo de nadie

Inclinó las rodillas dejando caer el resto del cuerpo sobre sí mismas en un movimiento rápido y seco. Agachó la cabeza mientras suplicaba perdón rodeado de aquel ambiente mal oliente, aún olía a azufre. Frente a él, sentado en aquel trono de barro y arcilla, estiró el brazo hasta alcanzar su cabeza y con un movimiento pausado y lento le espetó: Nada tengo que perdonarte porque nada eres.
La marcha de Guardiola en el seno más visible del Real Madrid ha obtenido como premio el ninguneo. El segundo acto más rencoroso que una persona puede expresar es la negación de los méritos evidentes del rival, del oponente o del enemigo público cuando una vez acabada la guerra no se tiene más que envidia y desprecio. En el cuerpo técnico del Real Madrid nadie quiere fumarse la pipa de la paz, pareciese que como Coentrao, estandarte de la política de fichajes de Mourinho entonó en su día el fumando espero, nadie quiera arriesgarse a que lo cojan fumando aunque sea por la paz, no vaya a ser que esta vez sí, se enfade el jefazo. El Madrid se ha convertido en un sitio libre de humos pero no de malos humos, que es lo único que parece entonar a su más alto representante técnico. Si esa es la segunda máxima expresión de rencor, la primera siempre está guiada por el silencio mutis porque además demuestra cobardía y delata intenciones. Digo algo pero no digo, quito pero pongo, difumino pero aclaro, elogio sin elogiar y desprecio sin despreciar al que ha sido tu bestia negra y máximo oponente durante mucho tiempo y que ha tenido siempre el mayor respeto que se puede tener en ese tipo de situaciones.
Para Pep Guardiola esta batalla ya ha acabado pero algunos señores, que antaño justificaban sus abusos y provocaciones en que ese era su estilo de ganar y que para ello usaban cualquier arma aunque fuese dialéctica, parecen desmontar su propia teoría de “el fin justifica los medios” porque ya se ha llegado al final y se siguen manteniendo los mismos asqueroso medios.  Detesto a ese tipo de gente que se dejan guiar por las pasiones más mundanas y no hacen nada por reprimir su envidia, su odio y su cólera. No sé a ciencia cierta, el otro día en sala de prensa, si Mourinho sacó a pasear a su guiñol con la mano metida bajo su chándal o el propio guiñol de tanto repetir número ya tiene la lección aprendida y no necesita la voz de su amo susurrándole al oído. La única verdad segura es que el muñeco segundón en actitud ya cansina y que va provocando asco incluso en la afición madridista, parece estar dispuesto a seguir a Mourinho “hasta el infinito y más allá”. Habrá que ver en los próximos años o meses si alguno no ha llegado ya a su infinito y descubre al mismo tiempo que no existe para él el más allá.
Mientras tanto los alemanes, esta vez no fue el Bayern sino el Schalke, enviaba al código postal de Concha Espina y a nombre de Florentino Pérez un verdadero y práctico libro de estilo Azul donde incluía el capítulo que se le olvidó redactar a Florentino y en el que se explica de forma clara y contundente de cómo ha de tratarse a una verdadera leyenda del fútbol mundial en los últimos años. Raúl, sacado de la chistera de Jorge Valdano hace 18 años y que a la postre se ha convertido en su santo y seña, recibió un homenaje tan desmedido en un equipo pasajero como merecido en su equipo de casi toda la vida y que probablemente no lo recibirá por ser la primera víctima de la relación antagonista mantenida entre Valdano y Mourinho.  Ópera prima del ex director técnico Argentino, Raúl se convirtió en su día en la primera víctima colateral de una guerra absurda motivada por una lucha de egos en la cúspide del poder y que aún se mantiene viva en estos días. Demasiados cadáveres en la larga carretera por donde camina Mourinho arrastrando el carruaje del Real Madrid entre fango, socavones y espigas. Si El Real Madrid ha ninguneado durante dos años a su último auténtico estandarte, cuyos valores ya no tiene cabida en esta nueva forma de ser de un club en plena revolución, quién habrá de preocuparse en el club de que un muñegote con acento antes vasco y ahora portugués niegue el pan y la sal al entrenador rival.
 
Mientras la Cibeles permanecía vallada, en el Bernabéu los aficionados más antiguos son considerados hoy los más rebeldes por añorar la actiud de toda la vida. Estos seguidores que empiezan a encontrarse en sus asientos cuando llegan al estadio en lugar de una cartulina de tifo un cartel con la palabra herejía, empiezan a entonar con mayor protagonismo y volumen las primeras sinfonías de viento con los labios por instrumento cada vez que se aclama el nombre de Mourinho por los ahora considerados como auténticos madridistas, es decir, los Ultra Sur.
Entre tanto, Cristiano Ronaldo se pone a dar pataditas con tres a cero a favor ante el Sevilla creyendo que esas aptitudes le ayudarán a dárselas al próximo balón de oro. La réplica culé la ofrecieron Dani Alves y Thiago en Vallecas haciendo exquisiteces como cualquier brasileño con el balón en los pies y el ridículo sin él. Retirando armas al enemigo, Puyol al rescate y Guardiola después pusieron de manifiesto que no todo vale para la imagen del conjunto culé.
El Racing de Santander se despedía de la categoría víctima de un estafador que solo supo hacer el indio y de un conjunto desmembrado. Como diría el Guiñol Vasco de Mourinho, la liga continuará sin el Racing, pero yo no voy a negar el elogio al equipo de Santander que tiene una afición de primera y este es el mayor patrimonio que un equipo puede tener.

27 de abril de 2012

La última lección y la primera decisión

Al cumplir los 14, a un joven le regalaron un caballo, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué maravilla, el muchacho tiene un caballo! Y maestro zen dijo: "Ya se verá". Dos años después se rompió la pierna al caer del caballo, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué terrible! Y el maestro zen dijo: Ya se verá. Entonces estalló la guerra y todos los jóvenes fueron al frente menos el chico que tenía la pierna destrozada, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué maravilla! Y el maestro zen dijo: Ya se verá…
La última decisión de Pep Guardiola no ha tenido por objetivo mostrar al mundo otro  majestuoso repertorio táctico, sino que ha sabido transmitir una nueva lección de honestidad, sabiduría y compromiso. Supongo que en estos momentos los culés sentirán ese pequeño vacío, ese mismo que suelen dejar amargas despedidas a sabiendas de que el que se va lo hace bajo su propia decisión. Nadie ha obligado al técnico culé a poner tierra de por medio entre su devociones y sus emociones. Hay muchas formas de ser especial y Guardiola durante estos cuatro años ha decidido serlo agarrando la bandera del respeto, la cercanía, la inteligencia y la honradez.
Tras las primeras horas desde el anuncio de su marcha ya empiezan a salir de la alcantarilla los primeros personajes empeñados en hacer creer a todo el mundo que lo blanco es gris y lo negro porqué no. Comienzan a verse los primeros mártires de sus propias mordazas frotando de forma impulsiva la despedida de un técnico con una reputación tan clara como intachable para intentar sacar un rastro de porquería y posteriormente poderlo denunciar. De ahora en adelante Pep descansará pero será difícil que se libre aún en su casa de la ración vírica diaria que algunos continuarán vertiendo sobre su persona y sobre su profesionalidad. Tan cercana como la rueda de prensa quedaron igual de lejos los fantasmas pasajeros de malísimas relaciones con jugadores, adorador del diablo de Cruyff, buscador de cheques en blanco, quemador de vacas sagradas, cobarde temeroso de salidas por la puerta de emergencia y no sé cuantas cosas más. Supongo que la sencillez de sus decisiones son puestas en tela de juicio porque se hace difícil creer para algunos que alguien tan exitoso pueda guiarse por paradigmas tan mundanos como es la búsqueda de la tranquilidad bajo el cobijo del descaso. Pues el motivo final ha sido tan feliz como simple y natural, una persona como cualquier otra buscando su propia felicidad.
Se va una un tipo tan irrepetible como retornable para una filosofía de fútbol que ha conseguido la admiración del planeta y también ha conseguido proponer un juego admirable más allá de las fronteras culés. Se va quien ha conseguido domar un juego indomable y además lo ha hecho de una forma tan respetuosa como bella,  tan limpia como elogiable.  Se va Guardiola, y se va recostado en la cima del éxito, con trece títulos bajo el brazo y con la mejor corona de laurel que nadie como él sabrá apreciar, el reconocimiento del mundo entero y el mundo entero aplaudiendo su estancia al tiempo que lamenta su partida.
No podemos acercarnos a la gratitud culé sin olvidarnos del rival, porque no hay mayor prestigio que el reconocimiento tácito y paradójico del enemigo cuando celebra la marcha de su peor pesadilla en mitad de la ambigüedad que genera el odio y la admiración. Tampoco es cuestión de vallar la Cibeles porque el universo merengue tiene sus propias inquietudes aunque siempre cruzadas, pero es hoy un buen día para galopar sobre el caballo blanco con una bandera reseñada con la palabra  alivio.
Se marcha Pep y en una decisión tan inesperada como lógica, Tito Vilanova recoge el testigo de una forma de entender el fútbol que asegura las ideas en el Camp Nou y espanta mal entendidos por ser la primera elección de la junta directiva del club catalán. Bautismo de fuego de Sandro Rosell en el mundo de las grandes decisiones al frente del Barcelona. Hoy, sí hoy, comienza una nueva andadura para Vilanova y para Rosell, uno que empezará a sentir el enfoque de la cámara y la presión; el otro comienza como presidente a dejar de vivir bajo los réditos de las decisiones de Laporta. El Barcelona se agarra a este ciclo y encuentra sin buscarlo el entrenador más lógico para intentar alcanzar los éxitos de la misma manera, pero  con una mano diferente. No sabemos si será bueno o malo, o si es pronto para él, o simplemente si tendrá suerte, yo lo único que recuerdo es que todos decían lo mismo cuando empezó Pep.
Se pone en pausa la guerra Mou-Pep que a buen seguro continuará no sé si en China o Afganistán, si dentro de un año o de diez o si desde un club o una selección nacional. Nacidos para matarse, Mourinho pierde por el momento a su antagonista, al mismo al que tanto ha provocado y  al que seguramente en su próxima rueda de prensa elogiará. Desde hoy Tito ya no es Pito, y tampoco Tito es Pep, que tenga cuidado Mourinho, porque desde el día del dedo en el ojo, sabemos que Vilanova, no se corta en responder.

26 de abril de 2012

120 minutos en el Bernabéu fueron molto longos

Con el tacto de la mano sobre su pulida superficie, intentaba repasar su perfección, su claridad, su reflejo verdadero de una paralela realidad. Enmarcado en un círculo de viejo hierro forjado por la artesanía de la habilidad, aquel espejo proyectaba su figura, temerosa pero  impoluta, impaciente, insegura por reflejarse a sí mismo con destellos de ambigüedad.
El Real Madrid encontró al auténtico reflejo de sí mismo en un Bayern que pasará a la historia por ser el primer equipo que disputa una final de Champions en su propio estadio. Si alguna vez vi al mismo tiempo dos equipos parecidos en táctica, técnica, ambición, defectos y virtudes son estos dos. Por lógica futbolística, esa que solo aparece de cuando en cuando, el fútbol nos regaló un auténtico partido de Champions digno de una gran semifinal. Una vez eliminado el Barcelona, máximo favorito en las apuesta, solo quedaba ver una final anticipada entre madridistas y alemanes, aunque visto lo vivido en los últimos tiempos yo rellenaría con un triple la casilla en que queda la final.
El Real Madrid Salió como un avispero agitado por un palo los primeros quince minutos mientras soportaba reveses de auténtico peligro con las contras de Robben, Gómez y Ribery. Con dos cero en el Marcador, el Madrid regaló el Balón y el Bayern no lo desaprovechó en un penalti materializado por Robben que Casillas estuvo a punto de atajar. Primer tiempo trepidante y digno de una noche europea que prometía cualquier final posible pero no un final Feliz porque el Bayern llegaba bien aunque pegaba mal.
Un segundo tiempo que solo soportaría una oveja descarriada si no fuese por la importancia del partido y por la intriga del resultado nos presentó a Heynckes entregando el balón al Real Madrid y a un Madrid descompuesto sin saber qué hacer con él. Con más miedo que ambición, ambas escuadras redujeron sus riesgos y se limitaron a ver crecer el césped sin intentar mover el marcador. Una actitud entendible en los alemanes que jugaban fuera de casa y a pesar de todo encerraron poco a poco al Madrid en su campo víctima de sus propios temores y de un estado físico bastante inferior.
El recorrido madridista acabó vendiendo su suerte al antojo de una tanda de penaltis cuando previamente había dado la espalda al valor y al balón. La excepcional intuición de Casillas bajo palos no pudo equilibrar los golpeos de un Kaká muy criticado, del ensayo de rugby apuntando a las nubes por parte de Ramos y de un Cristiano que errando en la tanda de penaltis enmendó sus aciertos de principio del partido.
El conjunto merengue pierde una oportunidad dorada bajo sus pies de  sembrar la duda sobre la supremacía del fútbol continental a un FC Barcelona que suaviza su amarga derrota tras la caída del Madrid. Si nos ponemos a comparar derrotas podemos concluir que el Barcelona lima sus astillas con su propio sistema de juego, mientras el Madrid cede sus penas y alegrías a la conclusión de un resultado pendiente de una moneda al aire que solo deja puro vacío al amparo de la estatua de Mourinho. Que por cierto, volvió a culpar al calendario de no lograr su tercera Champions sin el sentido figurado con que yo achaqué ayer mismo la derrota del Barça a la alineación de los astros. Ambos equipos acabarán la temporada llenos de dudas, uno continuando un sistema intocable pensando en tocar nombres mientras el otro tocará hombres con la continuidad asegurada del solitario Mourinho como mismo entrenador empeñado en cazar pseudomadridistas  y provocar a Barcelonistas.

El fútbol es tan injusto como compasivo y tan justo como cruel. Sin embargo en la noche de ayer, probablemente en los corazones madridistas quede la duda de si el camino que Mourinho ha emprendido durante los dos últimos años es la distancia más recta que existe entre la frustración y el máximo éxito que cuando no se produce deja ración y media de dolor e impotencia. Este deporte siempre deja la sensación al que pierde, al que lo hace de esta manera ante una oportunidad que se escurre entre las manos y tan cercana a un final tan feliz como difícil de conseguir, de si habrá una nueva ocasión tan clara y tan similar. No les quepa duda de que el Real Madrid se levantará porque históricamente nunca nadie le vio caer y recostarse en el suelo.
El fútbol deja a Bayer y chesea de forma muy merecida en una final negada desde antes de disputar el torneo y deja en el más puro ridículo europeo la soberbia mal vendida de la prensa nacional. El fútbol se ha rebelado contra la prepotencia futbolística de este país mandándonos a todos un doloroso mensaje firmado por él mismo con la contundencia de dios: “soy el propio futbol y en el futbol mando yo”. A pesar de todo, cobijado en la tristeza y desterrado del ombligo del mundo patrio, no puedo más que alegrarme de que dos equipos minusvalorados se repartan la noche mágica más deseada del fútbol europeo.
A pesar de todo y por aportar una opinión sin ninguna razón más allá de la búsqueda de la pura y dura reflexión, me gustaría saber que alícuota parte de responsabilidad ha tenido en la debacle de Barça y Madrid el enfrentamiento tan a cara de perro y tan desgastante que los dos clubes mantienen desde hace dos años y que probablemente con una liga  con menos rivalidad e igualdad, a estas alturas los dos equipos no hubiesen hecho defecto de un bajón físico que de otrora manera hubiese transmutado en cualidad.

25 de abril de 2012

No se vayan todavía… Aunque ya no hay más

Acertó entre la penumbra a alcanzar la copa de vino, mientras una leve brisa acariciaba su cara. Volvió a dejar la copa sobre la mesa e inclinó su cara hacia el telescopio situado a un palmo de sus ojos. Mientras tanto, el cielo se dejaba observar, seducir y mostraba su hermosa figura rodeado por un manto de estrellas. En ese momento se alinearon los astros.

Ayer le salió al Barcelona todo al revés para que el Chelsea sin embargo de forma merecida disfrute la próxima final de Champions. Es muy difícil buscar justificaciones en un deporte, que como en la vida, está tambien sujeto a los caprichosos designios de la divina providencia. Se demuestra que el fútbol no es matemáticas y que las estadísticas tan solo sirven para perder el tiempo en un mundo tan bello como paradójico. El nuevo formato de la Champions se refugia de los campeones y mima año tras año a cualquier aspirante que se precie. ¿Pudo hacer más el Barcelona? No lo sé. Lo único que acierto a tener claro es que esta Champions, como la liga, en ningún momento ha querido ser poseída por el Barça. Esta competición europea es la más grande por ser tan arbitraria e inesperada, por repartir bofetones a los lenguaraces y por renegar de una quiniela en la que nadie acertaría el pleno al quince por muchas apuestas que se atreviesen a malgastar.

El Barcelona lo tuvo todo para ganar el partido, sin embargo la suerte le volvió la espalda, o no, sino que simplemente no supo manejar la poca precisión que requiere este deporte. No sé si los culés sufrieron en sus carnes la fuerza del destino o una nube de palos producto del desatino. No se le puede pedir más a un equipo que ha desafiado continuamente, y lo seguirá haciendo, los deseos de un dios rebelde e indomable llamado balón. Desde aquí quiero expresar mis felicitaciones a esos adoradores del fútbol rácano que aún a estas horas estarán brindado sin cava porque una vez más se ha demostrado que también es fútbol jugar a la italiana y que además con esa filosofía se puede vencer aunque no convencer.

Siempre he pensado que para que el Barcelona pierda un partido se necesitan tres condiciones: Que el Barça no esté excelso, que el rival se cierre atrás y que la suerte repalta mal. Ayer se alinearon los tres.

El Chelsea hizo lo que pudo hacer y con eso le bastó, porque si al contrario fuese el Barcelona el que se quedase con diez y tuviese el resultado a favor siendo inferior, no duden de que también tendría la tentación de acabar el partido a la Italiana. El Fútbol devolvió al Chelsea la suerte que aquel año le robó en una fatídica noche, para ellos, el día del Iniestazo. Un solo hombre, Drogba, tuvo la gallardía y el talento suficiente como para plantarle cara a una de las defensas más eficientes del mundo. El Chelsea desarrolló un planteamiento defensivo que solo se puede sacar del armario en contadas ocasiones y en este caso, bien que lo lució. Gracias a dios por no permitir que siempre gane el mejor y permitir que el deporte más apasionante del mundo no se vuelva tan aburrido como un asiento contable o la puesta en marcha de un aspersor.

Quien se para a comprobar las casualidades del fútbol, podrá observar muchas entre esta semifinal perdida por el Barça y aquella otra que perdió ante el Inter. Italianos e ingleses vestidos de blanco, jugando gran parte del partido con uno menos, el Barcelona fallando varias ocasiones y las precipitaciones finales. Después de aquella semifinal que encumbró a Mourinho, al año siguiente, el año pasado, el Barcelona volvió a ganar la Copa de Europa casi con el mismo equipo ante el Manchester. Por eso me cuesta pensar que algunos ya quieran desintegrar a un conjunto que ha llegado a semifinales y que por muy poco no ha conseguido la final. Sin embargo, entre casualidad y casualidad, hay una que no se da, concretamente el final. Ayer no hubo aspersores sino una ovación tremenda a los jugadores culés, un dato importante si tenemos en cuenta que solo hace unos años el sosi blaugrana se hubiese deslizado hasta las salidas del estadio con el puro apagado y en silencio total.

Es una pena para el fútbol patrio y para el fútbol mundial que nos ha privado del verdadero, esta vez sí, auténtico partido no del siglo, sino de la historia con Barcelona y Madrid en una misma final de esta magnitud. El Real Madrid tendrá mañana la posibilidad de disputar el cetro del fútbol mundial, pero no ha de bastar con ganar a los alemanes ganando sin jugar.

24 de abril de 2012

Dudar a las duras

Era un techo de tabla barnizada sustentado por gruesos maderos, brillantes por la exposición a unos pequeños hilos de luz que atravesaban la ventana. La claridad recién nacida mataba le noche y tan solo hacía unos segundos que sus ojos luchaban por despegar unos párpados de otros sobre una cama y bajo aquella techumbre. Por unos instantes, la duda recorrió su mente confusa, a la par que lanzaba el primer bostezo que desubicaba su boca las secuelas de la sequedad. Durante unos segundos mantuvo la duda de si lo que había soñado era cierto o acaso soñaba que estaba despierto.


Resulta bastante curiosa la manera que tiene de desenvolverse la corriente de sensaciones que domina el fútbol en nuestro país y no sé si en otros. Lo que ayer era magnífico, sublime, inédito e insuperable; se torna gris y derruido de la noche a la mañana como un castillo de naipes en el escritorio de un niño. Resulta a que a Cristiano Ronaldo le da por meter un gol en el Camp Nou después de haber hecho un partido bastante discreto y de forma inesperada, como si tuviera vida propia, el ventilador de la mierda, que es el mismo que el de las dudas se pone en modo ON. Oyendo algunas tertulias radiofónicas y viendo sálvames futboleros me da la sensación de que la conspiración cabalística de los Mayas no era contra el mundo sino contra el Fútbol Club Barcelona. Quédense tranquilos porque el mundo no acaba en el 2012, hemos interpretado mal a los Mayas. Lo que pronosticó esa antigua cultura no era el fin del planeta sino del estatus quo culé. Como en otras muchas ocasiones le ha pasado al Madrid, ahora toca poner el dedo en la yaga y si no hay yaga se consigue apretando más el dedo.




 Después de leer a algunos compañeros y de ver flagelarse a otros en mitad del circo nocturno, era tal el desconcierto culé que me mostraban, que los recuerdos de los 5 goles de Messi contra el Leverkusen, o el juego desplegado por sus compañeros desde hace 2 meses de forma ininterrumpida solo podían llegar a mi mente en blanco y negro. Y todo por un partido bien jugado, mal planteado y peor resuelto; todo porque Ronaldo decidió mandar a la red un balón que otras veces ha ido al poste, o porque Puyol en un córner confió excesivamente en su compañero Valdés, o porque Casillas rozó un balón de Xavi con las costuras del guante. Simples detalles minimalistas que otros se esfuerzan en convertir en corrientes de opinión, para ver si a la postre trasmutan en dogmas de fe. El fútbol con cámaras se ha convertido en un mal reflejo de la realidad que siempre acaba atrapada por sensaciones infantiles al criterio de unos pocos payasos empeñados en aguar fiestas y provocar miedos en lugar de sonrisas compañeras de la verdad. Esta nueva situación en la que se estrena el Barça tras cuatro años de incomparecencia, es la misma que otras muchas veces durante este mismo período de tiempo ha sufrido injustamente la acera merengue.


Desde hace un par de días la opinión publicada se ha encargado de enfoscar nuestra televisión con célebres frases del estilo “no hay que dudar del Barcelona”, mientras al mismo tiempo los propios personajes que las dictan siembran un mar de dudas en el interior del aficionado de a pie. Mientras la realidad que nos muestran nuestros propios criterios alejados de la sombra mediática nos sugieren que ni lo bueno es eternamente tan bueno ni lo malo casi nunca es tan malo, los enfermos de los escudos, escudados en un micrófono o en una página de periódico se empeñan en recalcarnos que lo malo es más malo de lo que parece, que el paciente se muere de un resfriado y que los Mayas tenía más que razón. El fútbol es grandioso pero su entorno es penoso.




Desde que Undiano Mallenco utilizó el silbato para cerrar el enésimo partido del siglo, resulta que el Barcelona no solo pierde, sino que además desaparece. Aún no se habrían puesto los pantalones vaqueros en el vestuario culé cuando las palas del ventilador empezaron a dar vueltas, vueltas y más vueltas. El aroma fétido en forma de viento que nos llega también nos dice que Piqué no se habla con Guardiola a pesar de que este ha sido el impulsor de su carrera; que Guardiola supedita su renovación al despido de Piqué; que Fábregas está muy muy muy molesto con el técnico que exigió su contratación dios mediante 35 millones de euros porque en un partido grande no le puso titular; que Messi ya se ha empadronado en nuestro planeta por dos partidos sin marcar; que Xavi está poco menos que en el ocaso de su carrera y que no sabe perder por decir que sí sabe perder; que Guardiola ha perdido los papeles y ha bajado a las profundidades del infierno para reparar filtraciones y tapar bocas de topos; que la junta directiva tiene las botella de cava en la nevera ante su marcha; que Alves es un futbolista que solo aporta agresividad; y yo no sé cuantas tonterías más, que poco importa que sean mentiras o que respeten la verdad.




Esta noche ante el Chelsea temblarán los nervios de quien disfruta mirando escondido detrás del ventilador, porque el Barça tiene la oportunidad de tapar bocas, destrozar infundadas dudas, y desmantelar las mentiras de quien les niega unos méritos que solo reparte el balón.

23 de abril de 2012

Él y el otro

Dejó de mirar hacia atrás para no perder su mirada en el resplandor de aquel foco de luz azulada cuando a lo lejos empezó a ver el siguiente en mitad de una calurosa noche de verano. El campo dormía mientras él dirigía su solitaria curiosidad a la lejana llamada de la siguiente luminaria. Nunca necesitó contar esta historia porque llegó a su destino y logró su propósito porque tampoco necesitó más luz que la que le proporcionó la natural luna observadora, amigable, constante, discreta…

A veces me da la sensación de que Messi ni quiere ser el mejor jugador del mundo ni tan siquiera se lo propone porque tampoco lo necesita. Quizás por esta indolencia que en un jugador mediocre se transformaría en pecado capital y muerte prematura en mitad de su carrera, en el mejor jugador que yo he visto se convierte en una cualidad perversa para sus falsos rivales y una reverencia majestuosa para su inagotable fuente de admiradores. Hace poco su compatriota Jorge Valdano decía que Messi era el primer genio, en general e incluyendo todas las artes, del siglo XXI, sin embargo, el mejor elogio que no solo he escuchado hacia Messi, sino a cualquier profesional del fútbol, lo oí cuando tropecé con una retrasmisión de la ESPN de un partido del Barcelona y el narrador se refería al rosarino como “él”. Imagínense una parte de la retransmisión que oí: “balón para Iniesta que encara por la izquierda, se va del adversario, se viene Xavi que recibe en la frontal del área, pase en profundidad y gol de él”. Ese calificativo repetido durante toda la retransmisión me pareció sublime y auténtico, diferente y digno de “él”.

Cómo se puede comparar a un futbolista incomparable prescindiendo de presiones sentimentales, orgullos patrios y localismos enfermizos. La elegancia sobrenatural de Maradona me hizo jurarme a mí mismo que jamás vería jugar a un futbolista mejor que el pelusa, sin embargo Leo Messi me ha hecho romper en mil pedazos ese antiguo juramento ¿Pelé? No le vi jugar ¿Di Estéfano? Mucho menos ¿Cruyff? Algo más pero no lo suficiente como para meterlo en mi otro platillo de la balanza. Entiendo la postura de la gente que si les vio y que viven anidados en un recuerdo que por lejano ha de ser por fuerza difuso, confuso y producto de sensaciones dominadas por el axioma de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Los amantes del equilibrio natural de las cosas ya buscaron en Robben el reflejo madridista, el antagonista forzoso metido con calzadores de plomo en vídeos, páginas y micrófonos en el mismo saco que la pulga culé. Desde hace un tiempo, desde que aterrizó en Madrid, a Cristiano Ronaldo le ha tocado soportar de vez en cuando la pesada losa que supone aguantar el embrujo artístico de Messi y enfrentar deseo con realidad, efigie contra pirámide. Desde luego, he de confesar asombrado que el astro portugués solo ha dado la mano a la evidencia en contadas situaciones cuando la situación estaba cantada y para no dar más el cante. Desconozco los sueños infantiles de Messi, si quería ser el mejor o simplemente se conformaba con tener cerca un balón. De lo que si estoy seguro es de que ser el número uno no parece atormentar ni agobiar a quien nunca lo tuvo por objeto y mucho menos por obsesión.

Sobre gustos futbolísticos si hay cosas escritas y las escriben en no pocas ocasiones mecanógrafos con carné de periodista que disfrazan sus mentiras entre números redondos y neuronas selectivas. Empeñados en tallar una piedra filosofal en lugar de buscarla, no cancelan sus pasiones mientras traicionan la verdad y confunden a la gente porque tener un héroe en cada esquina es lo más sano y natural. Tras el clásico del sábado ya han empezado a disfrutar de una nueva entrega de su sentido de la oportunidad. Goleador constante y músculo tenso, Cristiano se ha convertido en el juguete fetiche y arma arrojadiza encarcelada en la prisión guadianesca de la esporádica ocasión. Siempre hay que esperar al puntual mejor momento del que destapa su pierna para lanzar cohetes y serpentinas mientras Messi se relaja viendo a una gran parte de portugueses y madridistas chocar sus copas alzadas exagerando brindis al sol.

Nadie podría manejar una traición a la verdad negando las excelentes cualidades de un futbolista enfundado en cuerpo de jugador de rugbi y forjado a sí mismo a golpe de de tubos de ensayo en mitad de un gimnasio, del esfuerzo y la superación. Cómo nadie podrá negar que la pulga es un talento natural sin necesidad de artificios ni sobre esfuerzos, prisionero de una grandeza inalcanzable e hijo de un don divino progenitor de envidias bañadas en aguas estancadas que salpican a la mínima oportunidad. Incrédulo de mí, no me puedo creer que haya gente de un sitio y otro que está perdiendo una parte gloriosa del fútbol negando la más bella y silenciosa mitad. Que jamás podrán contar a sus nietos que vieron a lo mejor que han visto pisando un campo de fútbol por privarse a sí mismos de la única verdad, por convencerse a sí mismos de las patrañas mediáticas de que la metáfora de Messi es Ronaldo, aunque solo lo sea cuando el balón deja de rodar.

22 de abril de 2012

Saltó la banca y quebraron las casas de apuestas

Todas las cuerdas de ese rincón yacían bamboleantes y manchadas de sangre, sudor y sufrimiento. Ninguno de sus ojos con mirada perdida podía desprenderse de la hinchazón que le estaban provocando todos los golpes que estaba recibiendo. Le pusieron la una banqueta blanquecina y quebrada de cascarilla e historia para soportar un peso pesado al que acababan de convertir en peso casi muerto. Mohamed sufría el primer revés de su carrera…
Ayer el Barcelona recibía por primera vez, incluyendo la pasada final de copa, el primer gran golpe doloroso de una andadura colosal que apenas había tenido síntomas de debilidad. Digo que es el primero porque se han dado una serie de circunstancias que en las ocasiones anteriores jamás habían hecho acto de presencia. Por si alguien tenía alguna duda, empieza a brotar la sensación de que el Barcelona no es una máquina sino que también está hecho de sangre, de carne y de huesos. Si vestimos a la divina providencia con un traje matemático podremos afirmar con certeza que si tiramos una moneda al aire un millón de veces, la mitad saldrá cara y la otra mitad cruz. El Barcelona desde hace mucho tiempo ha conseguido esquivar esta regla estadística y aún tan cerca de una derrota inesperada no sorprendería a nadie que siguiese protagonizando situaciones de fuga y escape mirando cara a cara a la escurridiza eternidad. Acaban de empezar a cotizar en bolsa una serie de valores que hace unas semanas ni los inversores más optimistas podían considerar. Es la primera vez que no vence en una situación de presión, es la primera vez que falla con justicia y es la primera vez que a mi juicio, Guardiola hace uso del derecho a equivocarse en un día de etiqueta y frac.

En la entrada de ayer os comentaba que era fácil ser valiente cuando se era tan superior y que incluso esa valentía, paradójicamente podría considerarse un acto de cobardía. Ayer Guardiola jugó al fútbol al tiempo que apretaba el gatillo mientras jugaba a la ruleta rusa. Ayer el entrenador del Barcelona escaló la auténtica cima de la valentía pero también se chocó de bruces contra la realidad el resultado. Si algo de entre incontables cosas hemos podido agradecer los admiradores del fútbol al entrenador catalán es que nunca  ha dejado nada para otra ocasión cuando la ocasión lo requería. El repertorio táctico del técnico culé se ha caracterizado siempre por poner a los mejores, adaptar la táctica a los mejores jugadores y mantener la indiscutible filosofía. Ayer quizás traicionó la alineación por hacer un brindis en honor a un planteamiento táctico que le podía salir bien pero que al final le salió mal. Me da la sensación de que el Barça comenzó el partido utilizando el plan B y ya, demasiado tarde, intentó poner en práctica el plan A. Desde luego yo veo la lógica de lo que intentó con Tello, Alves e Iniesta en la banda, abriendo espacios por el centro para aclarar las incorporaciones de Messi, Xavi o Thiago. Supongo que Mourinho supo reaccionar bien y reducir a lo mínimo posible los riesgos que podían ofrecer esa situación si despoblaba la defensa por la zona central y cubría en su defecto las bandas. Si dejamos al lado cuestiones disciplinarias o técnicas sería fácil con la poca información que manejamos decantarnos por la titularidad de Fábregas, arriesgar con Alexis y aventurar una posible redención de Piqué. Sin embargo, sus motivos tendrá, Guardiola tomó un camino criticable no tanto por los que jugaron sino por los que no jugaron y aún así tampoco sabríamos cuan equilibrada tendrían la mirilla ante la meta de Casillas.

A pesar de todo el Barcelona hizo lo suficiente para incluso haber ganado el partido, por juego y por ocasiones, y al mismo tiempo el partido mereció ganarlo el Madrid que no se expuso en defensa. Acertó el Madrid en tapar a Messi que solo apareció con intermitencia pero con mucho peligro. Mourinho puso, como suele hacer siempre, su destino en manos de la santísima trinidad. Defendió bien, minimizó al Barcelona y supo matar con la tripla que forman Benzemá, Cristiano y Ozil. Lo que otras muchas veces le salió mal a Mourinho ayer le salió Genial. Es la misma situación y planteamiento tan criticado otras veces y que en esta ocasión ha sido regado con el vino del triunfo.
Guardiola compareció con aparente fatiga en rueda de prensa y con cara de pocas renovaciones para poner finiquito a una liga que a día de hoy pienso que de verdad hace un mes la consideraba imposible y que hoy la considera sentenciada. Ni los propios futbolistas saben qué factura presentará esta derrota o victoria, según del lado que se mire, para la más importante batalla que aún queda por disputarse. Más que nunca, en una final de Champions, un equipo necesita que esté el otro, un entrenador a otro y una afición a otra; unos para espantar fantasmas de un manotazo y otros para reclamar a golpes de martillazos un lugar prestigioso en la escalera de los elogios del futbol mundial.

Ahora sí, con las polémicas arbitrales tan lejanas, parece que el Real Madrid espanta dudas sobre la legitimidad del título de liga que está a punto de levantar. Para ser sincero, creo, que la historia y el bienestar de esta sana rivalidad necesitaba que el Real Madrid le ganase al Barcelona para callar de una vez por todas, la boca de Mourinho, las absurdas excusas y sus ganas de enfangar. El mundo del fútbol dormirá tranquilo porque el Madrid mereció ganar, porque el culé sabe que hará falta mucho más que esto para que le quiten el trono y porque la guerra futbolística sin dejar de ser guerra toma el camino de la paz.

20 de abril de 2012

Todo sobre el clásico

La hora de la verdad

Apenas se distinguían unas grietas de otras en sus atormentadas manos mientras de reojo miraba continuamente un pequeño reloj de bolsillo que reposaba sobre una mesa de piel caoba. Cada giro de manecilla era correspondido con una desconfiada mirada porque la hora de la verdad se acercaba. Con un golpe de muñeca casi automático, cogió el reloj, se puso la chaqueta y se apoderó del tiempo. Llegó el momento que tanto estaba esperando…

Apenas han pasado dos meses y ya tenemos ante nosotros la enésima batalla por el fútbol mundial que día tras día se juega en nuestro país pero que solo de cuando en cuando se resuelve. Dudas, temores y opiniones pasarán a un segundo plano porque el balón echará a rodar dando razones y destruyendo mentiras bastardas con intereses creados. La salsa rosa del fútbol dejará paso durante hora y media al fútbol sin que nadie pueda manipularlo, voltearlo, ni manejarlo a su antojo. Durante ese tiempo solo habrá dos testigos por persona, sus oídos y sus ojos, porque durante ese tiempo nadie podrá empañar una realidad tan dulce o salada como cierta.



El fútbol club Barcelona afrontará la batalla por el cetro temporal de los elogios con una nube de sensaciones positivas que va escalando peldaños a cada partido que juega y a cada frustración que destierra. Estoy convencido de que Guardiola no va a variar en absoluto los planteamientos que ha seguido hasta ahora y que le han permitido disfrutar de un currículum directo envidiable forjado a base de inteligencia y valentía cada vez que ha tenido que medir sus fuerzas a las del eterno rival. Aunque en futbol la cobardía se suele pagar al precio de los diamantes, también podemos interpretar que no hay nada más cobarde que ser valiente cuando se tiene tanta superioridad. Absolutamente prisionero de la intuición, he intentado en varias ocasiones imaginarme, sin éxito, un once del Barcelona diferente a este: Valdés, Puyol, Piqué, Mascherano, Alves, Busquets, Xavi, Fábregas, Iniesta, Alexis y Messi.



Más complicaciones aparecen cuando uno intenta aventurar un once titular en el Real Madrid porque su entrenador ya lo ha intentado casi todo y no ha logrado casi nada positivo. Quede por sentado que la cobardía o atrevimiento que pueda tener un entrenador no descansa tanto  sobre la alineación como lo hace sobre la disposición en el verde tapiz. Hasta el momento desde que Mourinho se frota la barriga en los partidos frente al Barcelona, el Madrid solo ha intentado producir fútbol cuando se ha sentido acomplejado en el Marcador. Podemos citar alguna excepción como el último partido de liga donde los merengues soltaron manguerazos de juego, presión y nostalgia por el balón al comienzo del encuentro en una cínica declaración de intenciones que a la postre se fue consumiendo con el marcador a favor y con el físico en contra. No obstante y bajo mi arriesgada opinión con el portugués en el banquillo, permítanme jugármela casi a cara o cruz y apostar, que no desear, por la siguiente alineación: Casillas, Coentrao, Pepe, Ramos, Arbeloa, Khedira, Alonso, Cristiano, Di María, Kaká y Benzemá.



Cada vez que el Madrid se enfrenta al Barça, dispone de una oportunidad muy buena para ganarle, pero me da la sensación de que el conjunto merengue pide un cetro que no se entrega con una victoria en el último minuto y de penalti injusto. El cetro mundial del fútbol se consigue día a día y no en una noche. A diferencia de los títulos o puntos el poder del futbol mundial se hila en cada partido, o más aún, en cada jugada, y en una noche como la que nos espera solo cabe bordarlo, mimarlo y en algún caso prestarlo. Bien haría el Real Madrid en ganar el partido, sacar los tres puntos y sentenciar la liga porque con una derrota de por medio puede empezar a desaparecer el suelo bajo los pies.

A primera vista pudiera parecer que el Barcelona juega con el viento a favor en la corriente de sensaciones. Montados a lomos del estaus quo de final de temporada, da la impresión de que el equipo culé ha intentado evitar las adversidades físicas que por estas fechas ya vivieron la pasada temporada. Con un año cargado de rotaciones y obsesionados por evitar lesiones o bajos estados de forma, se puede interpretar que el conjunto catalán ha orientado todos sus esfuerzos en mantener intacta la parcela física en estas fechas que tantos dolores de cabeza le dieron el año pasado. No olvidemos que hace un año se jugó la temporada con un equipo cogido por alfileres y varios jugadores entre algodones.

Los nostálgicos de las reacciones bañadas en fuentes de historias ya no poseen campo abonado para sus pretensiones. Pocas veces hemos sido testigos de situaciones como la que tenemos a la vuelta de la esquina ya que en este caso es diferente. Se da una situación tan particular como rara porque el perseguidor, en este caso el Barcelona, es el favorito para llevarse la victoria; sin embargo parece un favoritismo paradójico porque el Madrid llega con ventaja suficiente y con el tiempo a favor pero con el viento en contra. Sería muy difícil por tanto hacer un pronóstico para un partido tan diferente como inédito.

Lo que si podemos es intentar equivocarnos en las reacciones una vez que se apague el marcador. No sé si Mourinho aún tendrá fuerzas y ganas suficientes para encender la hoguera de los desvaríos antes del partido o de auto flagelarse durante el partido tácticamente como ya ha hecho en varias ocasiones. De lo que no me cabe ninguna duda es que, aún traumatizado por aquella mano, tendrá bien engrasada y atornillada la máquina de la imaginación para regalar excusas y vender debates para todas las orejas que los quieran comprar si se produce una derrota.

19 de abril de 2012

El Chesea cantó línea

Apenas se podían apreciar sus pequeñas patitas posadas en el perfil de una amapola en mitad de un campo hondureño. El rojo radiante de la flor lucía en sinfonía visual perfecta con el amarillo intenso a pintas negras de aquella mariposa. Esbelta, elegante, irresistible movió sus alas sin esfuerzo para formar un arco de colores. Una hora después Japón se enfrentaba a un huracán.
El fútbol es vida, solo eso, vida en forma de juego con variables incontrolables, no entrenables y dispersas al antojo del azar caprichoso desarrollado en cadena. Es difícil encontrar explicación a la claridad de un partido que acabó enemistado con un oscuro resultado. No recuerdo quién me contó que Alfredo Di Estéfano cuando se empeñó en ceder a los ojos del mundo a la quinta del Buitre siempre se empecinaba tras sus discursos tácticos con olor a partido inminente en pedir un favor a sus futbolistas: “tened mucha suerte”.  La suerte, materia etérea, sin forma, sin domicilio que se consume como único albedrío libre, limpio e independiente contra quien nadie puede luchar y a la que es muy difícil encontrar.
Anoche Londres repartió suerte y repartió mal. El Barcelona jugó al fútbol mientras el Chelsea jugó al bingo y al final cantó en su juego, pero cantó línea. Justicias apartes, Di Mateo fraguó una defensa a la Italiana y un contragolpe Inglés, solo uno. Eso fue suficiente para que Pep Guardiola tenga que alargar mucho más de lo necesario su dosis de tranquimazín para separarse de la angustia en su lucha particular por apropiarse del destino. El Chesea  hizo lo que quiso hacer y el Barcelona también, que con un partido dominado no supo perforar la meta del portero encapuchado ni una sola vez. Una cuarta más arriba o un golpeo más abajo,  el futbol no requiere ni la precisión del golfista ni el pulso de un cirujano pero se practica más cómodo sabiendo hacer daño en la zona que administra los resultados.
 
El equipo blaugrana  dominó el partido, repartió el balón y malgastó todas las ocasiones de las que dispuso mientras los ingleses esperaron a la divina providencia a dos metros de su área y encontraron en Drogba un tipo de mantequilla pero a la vez providencial. Es lo que hubo y no hubo más en un partido sin historia por el exceso de contrariedad. Sin duda alguna este tipo de derrotas sean las más peligrosas y las más dolorosas. Miedo e impotencia provocada por la adversidad en la nuca de un futbolista, un equipo y un técnico que lo hacen todo bien pero no pueden hacer más. Sería difícil adivinar que les puede decir a los futbolistas un entrenador que tiene poco que corregir, poco que pensar y no sabemos si mucho que alentar o instruir. Cómo se explica o corrige un desacierto de alguien que lo sabe hacer mejor que nadie, que siempre lo hace bien pero que un solo día lo hace mal. Ni siquiera Peter Cech tuvo que hacer méritos extraordinarios por recibir deméritos del rival en forma de balones dormidos. Ante situaciones como esta solo queda esperar, no pensar y al creyente rezar.  Lo único que puede lamentar el Barcelona aparte del desacierto final son arritmias periódicas que debilitan la intensidad del juego. Pero tampoco se puede transformar una virtud hasta ahora en defecto por un solo día de contrariedad.

El resultado es mentiroso para los ingleses, por buen resultado y por ser hijo de una pésima filosofía que pocas veces se acercó a las coronas de laurel. Lo único que aseguró una lluviosa noche inglesa es que la fortuna y la desventura compartieron piso en Londres para acercarse a Stanford Bridge.
El Barcelona afronta como el Madrid una semana trepidante pero engañosa, barnizada de autoestima pero nerviosa, loca y a la vez preciosa. Mientras los blancos han sacado un mejor resultado también se llevan bajo el brazo un terrible rival, porque si vemos lo visto, es preferible un 1-0 a la inglesa que un 2-1 a la alemana.
 Aunque ahora todo parece negro y tiemblan las piernas de los defensores de la hispanidad en la final, los hechos nos han demostrado que todos los campeones han vivido nervios y apuros antes de alzar los trofeos sobre sus brazos. La final está viva porque te prepara para ser cortejada y nadie sin probar la presión de los verdaderos apuros está en disposición de  disputarla y mucho menos posicionado para  ganarla. Un título como la Champions bien se merece pasarlo mal porque no hay vencedor sin sangre ni rosal sin espinas, ni camino sin piedras ni peleas sin amigos.
La lógica ilógica de este maravilloso deporte invita a pensar que el Madrid no tiene juego pero tampoco su rival, que el Chelsea tiene más sueños que juego y que más temprano que tarde en el Camp Nou lo puede pasar muy mal. A no ser que en Honduras, una pequeña mariposa, cálida, colorida y afable, mueva sus alas sin querer hacer daño a nadie…

18 de abril de 2012

He tenido un déjà vu

Estaba sentado junto a la chimenea de aquel salmantino mesón mientras contemplaba fijamente las llamas que consumían como olas, una detrás de otra, un enorme tronco a medio quemar. Aquellas ascuas iluminaban el oscurecido salón cuando el camarero se interesó por mi apetito, leyó la carta en voz alta y mesaba su retocada barba. En ese preciso instante tuve la ambigua y difusa sensación de haber vivido ese momento con anterioridad. Supongo que era objeto de lo que llaman déjà vu.
Prepárense como casi todos los años por estas fechas; y con respeto les aconsejo que dispongan una mesa una vela y una Medium porque durante siete días nos van a masacrar con  el espíritu de Juanito, que en paz descanse ya. Y todo porque el Bayern fue en el partido de ida más Bayern que el Madrid fue Madrid. Los alemanes pusieron a ratos la única táctica que saben usar con maestría y que en germano puro se pronuncia Subampisen-estrujenbajen, lo que llevan haciendo toda la vida. El partido se convirtió pronto en un mal correcalles descontrolado que solo podía beneficiar al que tuviese más acierto y más confianza. Me dio la sensación de que el Madrid tiene un serio problema físico por una malísima planificación y un nulo sistema de rotaciones; tiene un problema peor en el centro del campo, al no existir Xabi Alonso arrodillado a su lentitud, escondido como tercer central y donde Khedyra reparte las cartas sin saberlas barajar; tiene dos lastres, dos conos como laterales y tiene que amortizar con una desamortización forzosa a un Coentrao que no vale más de 5 millones cuando al Madrid le han sacado un precio de delantero centro con etiqueta de crack; tampoco Cristiano es hombre para regalarle todas las esperanzas merengues en este tipo de partidos; y por último, su entrenador hace unos cambios que ni comprendo yo y a lo mejor tampoco comprende él. Marcelada del final al estilo supercopa pone puntilla a una ida y le da un billete de vuelta cargadito de tarjetas que ponen peligro por apellido al nombre del Madrid
Cuando tengan la próxima oportunidad, al sábado pondré por testigo de que Mourinho tiene un repertorio táctico tan simple como un una vela y un quinqué. Si gana, entra un defensa y sale un delantero , y si va perdiendo mete a un delantero y quita a Ozil. Punto. El Bayern utilizó bien sus bandas y a su delantero centro, auténticos quebraderos de cabezas para los laterales que aparecían desbandados por sus bandas y repartiendo tiritones por la grada madridista.
No daré mérito a la defensa muniquesa de parar robóticamente a Cristiano y Di María, porque según los grandes especialistas la defensa alemana supone la cojera de un equipo segundón. El único que a mi juicio llevaba auténtico peligro en sus decisiones fue el sustituido Benzemá, que acomodaba el balón, controlaba sus botes y se llevaba todos los rebotes, además de dejar a cada zancada destellos de elegancia y desmarques sin recompensa.
Mientras tanto el Barcelona lleva a Londres el terror y el respeto de Messi “Jack el destripador”, la vitola y el Laurel. Y lo hace con los pies en el césped y la cabeza en los pies. El barrio pijo  espera con una malsana resignación un destino no escrito y un desatino culé. El Chelsea es el Milán con una olla a presión por estadio y un equipo pidiendo renovación. Esta vez no tienen, a priori siempre a priori, los ingleses equipo para reclamar venganza aunque seguro que cabalgan a lomos de la épica y la ilusión. El Barcelona recoge las mieles de un sorteo donde todos veían hieles,  porque según muchos nunca es preferible enfrentarse a dos equipos buenos que medirse a uno muy malo y a otro que al lado de su escudo también lleva grabada en alemán la palabra  triunfo. 
 El Chelsea necesita día, fortuna y desventura en el rival para disputar la final, aunque cosas más raras se han visto, no veo al Barcelona en manos de la divina providencia. El equipo de Pep juega con la carta marcada de depender de si mismo cada vez que ve rodar un balón.
Y en medio de todo esto llama a la puerta un clásico donde ambos colosos españoles se juegan el prestigio, la liga y la vida. Después de Semana Santa llega semana de clavo ardiendo y de míticos mitos en la esquina del Déjà vu.


17 de abril de 2012

La cara roja del Madrid

Cinco de la tarde y el tiempo no impidió que hincase sus rodillas sobre el albero descolorido por las sombras de una mala tarde de verano. Solo ante el peligro era la primera vez que verdaderamente se enfrentaba a sus miedos a sus más profundos nervios y a sus más reconocidos deseos. Mecía la capa con soltura mientras esperaba con una aparente tranquilidad la imagen frente a su cuerpo de una sombra negra contorneada en forma de miura. Aunque cercanos en el tiempo, lejanos en el recuerdo aparecían sudorosas las sensaciones de todos los novillos muertos al frío de su estoque que le habían llevado hasta ese momento. Lo anterior no servía ni contaba, había llegado un gran día…
La hora de la verdad se acerca porque se acerca la hora del partido en Alemania para el Real Madrid. Si podemos hablar de una verdadera y auténtica bestia negra que de vez en cuando asoma la cabeza por la historia del Madrid, tenemos que hablar por fuerza de Bayern de Munich. Jamás vi a la historia con un balón en los pies, haciendo abdominales o perpetrando una estrategia; porque la historia nunca juega ni a favor ni en contra, porque simplemente la historia no juega. Apenas habría un par de jugadores destetados de los que participarán en el choque de hoy que recuerden o conozcan como se fraguó la historia, la épica y la rivalidad entre estos dos equipos, y tampoco creo que les importe mucho porque asusta más el pie de un adversario que el color de su camiseta.
Lo único cierto es que el conjunto merengue se enfrenta por segunda vez en dos años a un equipo que utiliza la misma vara de medir que la propia. El año pasado intentó medirse al Barcelona y midió mal. Ningún equipo se paseó por alfombras de pétalos para alcanzar una final y tarde o temprano las bolas te privan de su divina protección. Al Madrid le llega la hora  de confesar quién es y a qué se dedica. Esta misma noche sabremos, lejos del mundanal ruido de la liga BBVA, si el Madrid estudia o trabaja, porque dentro de una semana conoceremos si se queda sin empleo o les privan de una beca.
Si un equipo se puede medir a otro con escuadra y cartabón son dos equipos que disfrutan de virtudes similares y el Madrid tendrá ante sí a su verdadero reflejo, a su homólogo en centro Europa, a su espejo más limpio y puntual. Benzemá o Gómez, Cristiano o Ribery, Di María o Robben, Muller u Ozil, Kedhyra o Swastaiguer, Alonso o Kroos, Casillas o Neuer. Será un choque de ganadores de duelos individuales, de aciertos y errores de hombres contra hombres, de poder a no poder. Porque quien vive del pasado morirá en el presente y se privará del futuro, ningún partido conserva precedentes y ningún balón dura eternamente para repartir miedos y ambigüedades.
En las últimas jornadas se analizan las virtudes y defectos de los Alemanes, se piden miedos por encargo y al mismo tiempo se reparten paquetes de optimismo. El ataque del Madrid da miedo ¿Pero da miedo su centro del campo? La defensa del Madrid intimida ¿Pero lo hace a balón parado? Solo los Muniqueses lo saben porque solo ellos racionan sus propias sensaciones.
A modo indicativo sería interesante recordar que El pseudo-alemán centro del campo madridista no es el centro que el Madrid quiso, sino más bien el que pudo. El verdadero objeto de deseo blanco eran Müller y Swastiguer y a la postre obtuvieron Ozil y Kedhyra, postre a la postre de buen restaurante pero de menú barato.
Cábalas anticipadas nunca fueron buenas cábalas y por definición no existe cábala a destiempo, por tanto resulta difícil aventurarse en las tinieblas de las notas y los resultados. Sin embargo, tengo la sensación de que si los equipos chocan en el centro del campo el Madrid se dará el chocazo, aunque hasta la hora del partido nadie sabrá la querencia nerviosa e inquieta de ese juguete caprichoso llamado balón. Como dije antes, no pienso en un enfrentamiento de posesión, ni de presión ni de estrategia ni de ambición; sino más bien de cuerpos contra cuerpos, de aciertos contra errores y de suertes contra suertes.
Aquí ya no sirven ni silbatos, ni silencios estampas, ni cortes de mangas, ni calderas en el infierno; eso solo suponen bobadas si en el otro lado de la balanza pesamos nervios, físico, aptitudes y aciertos. Que dios reparta suerte y si le apetece, justicia.

16 de abril de 2012

¿Alirón o pasillo?

Encogí mi nuca hacia atrás para mirar al cielo mientras caminaba por una empedrada calle con maceteros florecientes en las aceras y jazmines en las ventanas. Las nubes transparentes pero voluminosas apenas se abrían para dejar pasar unas pocas columnas de sol que buscaban el suelo y golpeaban mis ojos. Pocos segundos después las gotas de agua se abrieron paso entre el cielo y suelo para refrescar mi mente. Con un paraguas pegado a una mano y la otra de visera sobre mi frente, aún no sabía si hacía sol o llovía, si abrir el paraguas o usarlo de bastón contra el piso como se ha hecho desde siempre.
Apenas falta el último aliento de liga y nadie conoce la magnitud o minucia que supone la distancia que separa a los dos colosos del futbol en nuestro País. Qué lejanas, casi olvidadas quedan aquellas encuestas en el no reformado pero adecentado, antes Indacente sin errata, diario Marca en las que se pedía al Madridista de teclado si prefería pasillo o alirón en el Camp Nou. Solo los niños pequeños poseen la virtud de desarrollar afrentas y vender ilusiones al peso sin avergonzarse después cuando llega el descalabro. Porque una panadería está para vender pan, el maestro se forma para formar y un diario deportivo basa su existencia en la capacidad de informar pero no de ilusionar. Un medio de comunicación serio no vende ilusión, reparte ánimos ni proclama por la unidad, un buen medio que se preste solo se limita a informar y si se puede a opinar. Apenas recuerdo durante el mundial qué periodista hacía un alegato a la unidad del entorno del equipo con los medios de comunicación incluidos para que los españoles tomásemos la antorcha del fútbol mundial. Periodistas que se desplazan junto a clubes con una mano en la pluma y la otra en un pompón.
Ya casi no puedo ver partidos sin amagar con el mando para quitar el sonido cuando el interés patrio o local está al borde del precipicio. Negar es de necio cuando la evidencia confirma lo contrario a lo que dices y lo opuesto por mucho que duela a lo que los demás ven. Algunos medios de comunicación se han instalado en la absurda obsesión de asesinar la realidad a las primeras de cambio pensando que con caridad informativa pueden comprar lectores e incorporar fanáticos seguidores.
Pasillo o alirón supone un auténtico menosprecio a un equipo que domina con una maza de hierro, un balón de oro y un halo de excelencia el fútbol contemporáneo. Ni a diez ni a quince ni a cuatro ni a uno se puede insultar la reputación de un club y la inteligencia de los lectores con preguntas tan irresistibles como idiotas cuando hay de por medio un balón, un equipo y una historia tan épica como excepcional.
Normalmente, tarde y mal, pero la realidad y el tiempo siempre resuelven dudas y arman el cubo de Rubik a poco que se tenga paciencia. ¿Llueve o hace sol, saco el paraguas o lo mantengo en la mano? Supongo que para los seguidores de alirón o pasillo cuatro puntos pueden ser una distancia sideral mientras otros como yo piensan que no. Esta vez no depende del prisma con que se mire sino más bien de cuando se mire. Con un partido entre Barça y Madrid en la tierra donde desde cualquier campanario se intenta ver el Camp Nou, a mí la distancia me parece lo suficientemente escasa como para que Marca no vuelva a hacer una encuesta en lo que queda de año.
Hace unos días, el señor que lleva por apellido la definición de tardo y perezoso en ejecutar lo que se le manda, basaba su optimismo en que el Madrid históricamente sabía aguantar muy bien la presión. Al instante Paco Buyo, que estaba presente, frunció el ceño y dejo que otros contestasen por él para no tener que recordar lo que pasó en Tenerife, dos veces. Tan absurda es la afirmación como la respuesta, pues esos jugadores no son los de ahora ni el escenario es el mismo ni mucho menos la situación, por cuestiones obvias. Nada sirve para acertar la quiniela salvo que arriesgues un poco y eches mano de la intuición. Rechazando las matemáticas y dejándome llevar por las sensaciones, solo se me ocurre decir que si gana el Barcelona ganará la liga, si empatan la ganará el Madrid y si éste último gana el partido ganará liga y robará prestigio.
A una semana de un clásico decisivo, el Madrid se juega ser campeón, el Barcelona además el honor, los aficionados la ilusión y algunos medios su reputación. Solo los jugadores serán capaces de resolver  la ecuación, de abrirle paso al sol entre las nubes o cerrarlas para siempre poniendo sentencia a una liga apasionante sin necesidad de que nadie nos tenga que reforzar la ilusión.