José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


18 de abril de 2012

He tenido un déjà vu

Estaba sentado junto a la chimenea de aquel salmantino mesón mientras contemplaba fijamente las llamas que consumían como olas, una detrás de otra, un enorme tronco a medio quemar. Aquellas ascuas iluminaban el oscurecido salón cuando el camarero se interesó por mi apetito, leyó la carta en voz alta y mesaba su retocada barba. En ese preciso instante tuve la ambigua y difusa sensación de haber vivido ese momento con anterioridad. Supongo que era objeto de lo que llaman déjà vu.
Prepárense como casi todos los años por estas fechas; y con respeto les aconsejo que dispongan una mesa una vela y una Medium porque durante siete días nos van a masacrar con  el espíritu de Juanito, que en paz descanse ya. Y todo porque el Bayern fue en el partido de ida más Bayern que el Madrid fue Madrid. Los alemanes pusieron a ratos la única táctica que saben usar con maestría y que en germano puro se pronuncia Subampisen-estrujenbajen, lo que llevan haciendo toda la vida. El partido se convirtió pronto en un mal correcalles descontrolado que solo podía beneficiar al que tuviese más acierto y más confianza. Me dio la sensación de que el Madrid tiene un serio problema físico por una malísima planificación y un nulo sistema de rotaciones; tiene un problema peor en el centro del campo, al no existir Xabi Alonso arrodillado a su lentitud, escondido como tercer central y donde Khedyra reparte las cartas sin saberlas barajar; tiene dos lastres, dos conos como laterales y tiene que amortizar con una desamortización forzosa a un Coentrao que no vale más de 5 millones cuando al Madrid le han sacado un precio de delantero centro con etiqueta de crack; tampoco Cristiano es hombre para regalarle todas las esperanzas merengues en este tipo de partidos; y por último, su entrenador hace unos cambios que ni comprendo yo y a lo mejor tampoco comprende él. Marcelada del final al estilo supercopa pone puntilla a una ida y le da un billete de vuelta cargadito de tarjetas que ponen peligro por apellido al nombre del Madrid
Cuando tengan la próxima oportunidad, al sábado pondré por testigo de que Mourinho tiene un repertorio táctico tan simple como un una vela y un quinqué. Si gana, entra un defensa y sale un delantero , y si va perdiendo mete a un delantero y quita a Ozil. Punto. El Bayern utilizó bien sus bandas y a su delantero centro, auténticos quebraderos de cabezas para los laterales que aparecían desbandados por sus bandas y repartiendo tiritones por la grada madridista.
No daré mérito a la defensa muniquesa de parar robóticamente a Cristiano y Di María, porque según los grandes especialistas la defensa alemana supone la cojera de un equipo segundón. El único que a mi juicio llevaba auténtico peligro en sus decisiones fue el sustituido Benzemá, que acomodaba el balón, controlaba sus botes y se llevaba todos los rebotes, además de dejar a cada zancada destellos de elegancia y desmarques sin recompensa.
Mientras tanto el Barcelona lleva a Londres el terror y el respeto de Messi “Jack el destripador”, la vitola y el Laurel. Y lo hace con los pies en el césped y la cabeza en los pies. El barrio pijo  espera con una malsana resignación un destino no escrito y un desatino culé. El Chelsea es el Milán con una olla a presión por estadio y un equipo pidiendo renovación. Esta vez no tienen, a priori siempre a priori, los ingleses equipo para reclamar venganza aunque seguro que cabalgan a lomos de la épica y la ilusión. El Barcelona recoge las mieles de un sorteo donde todos veían hieles,  porque según muchos nunca es preferible enfrentarse a dos equipos buenos que medirse a uno muy malo y a otro que al lado de su escudo también lleva grabada en alemán la palabra  triunfo. 
 El Chelsea necesita día, fortuna y desventura en el rival para disputar la final, aunque cosas más raras se han visto, no veo al Barcelona en manos de la divina providencia. El equipo de Pep juega con la carta marcada de depender de si mismo cada vez que ve rodar un balón.
Y en medio de todo esto llama a la puerta un clásico donde ambos colosos españoles se juegan el prestigio, la liga y la vida. Después de Semana Santa llega semana de clavo ardiendo y de míticos mitos en la esquina del Déjà vu.