José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


22 de noviembre de 2012

El príncipe sin principado

No tuvo una infancia sencilla porque los recuerdos de su niñez aún huelen a balón prestado y lámpara de carburo. Desde muy joven sabe lo que es el dolor; con solo 4 años se destrozó el fémur y con 29 se fracturó la tibia. De pequeño le diagnosticaron cojera permanente, de mayor mil veces el final de su carrera. Cambió el candil por la pelota y la mina por el césped, encontró oro sin ni siquiera buscar carbón. El minero sin mina, el futbolista errante de mirada hierática, de sonrisa triste y alma asturiana. David Villa no necesitó nacer en Cataluña ni Madrid para convertirse en uno de los mejores futbolistas de la historia del fútbol español. Simplemente nació un buen año en un buen sitio, no pertenece a ninguna quinta, nunca ganó el premio bravo ni tampoco un mundial juvenil. No pernoctó en la masía ni conoce al utillero de la fábrica. Su padre no sabe bailar sardanas ni tampoco juega al mús. Villa no explotó en el Bernabéu ni selló su debut en Old Trafford. El jugador de Tuilla trazó su carrera con la misma paciencia que el sedimento vegetal se convierte en carbón.