José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


26 de abril de 2012

120 minutos en el Bernabéu fueron molto longos

Con el tacto de la mano sobre su pulida superficie, intentaba repasar su perfección, su claridad, su reflejo verdadero de una paralela realidad. Enmarcado en un círculo de viejo hierro forjado por la artesanía de la habilidad, aquel espejo proyectaba su figura, temerosa pero  impoluta, impaciente, insegura por reflejarse a sí mismo con destellos de ambigüedad.
El Real Madrid encontró al auténtico reflejo de sí mismo en un Bayern que pasará a la historia por ser el primer equipo que disputa una final de Champions en su propio estadio. Si alguna vez vi al mismo tiempo dos equipos parecidos en táctica, técnica, ambición, defectos y virtudes son estos dos. Por lógica futbolística, esa que solo aparece de cuando en cuando, el fútbol nos regaló un auténtico partido de Champions digno de una gran semifinal. Una vez eliminado el Barcelona, máximo favorito en las apuesta, solo quedaba ver una final anticipada entre madridistas y alemanes, aunque visto lo vivido en los últimos tiempos yo rellenaría con un triple la casilla en que queda la final.
El Real Madrid Salió como un avispero agitado por un palo los primeros quince minutos mientras soportaba reveses de auténtico peligro con las contras de Robben, Gómez y Ribery. Con dos cero en el Marcador, el Madrid regaló el Balón y el Bayern no lo desaprovechó en un penalti materializado por Robben que Casillas estuvo a punto de atajar. Primer tiempo trepidante y digno de una noche europea que prometía cualquier final posible pero no un final Feliz porque el Bayern llegaba bien aunque pegaba mal.
Un segundo tiempo que solo soportaría una oveja descarriada si no fuese por la importancia del partido y por la intriga del resultado nos presentó a Heynckes entregando el balón al Real Madrid y a un Madrid descompuesto sin saber qué hacer con él. Con más miedo que ambición, ambas escuadras redujeron sus riesgos y se limitaron a ver crecer el césped sin intentar mover el marcador. Una actitud entendible en los alemanes que jugaban fuera de casa y a pesar de todo encerraron poco a poco al Madrid en su campo víctima de sus propios temores y de un estado físico bastante inferior.
El recorrido madridista acabó vendiendo su suerte al antojo de una tanda de penaltis cuando previamente había dado la espalda al valor y al balón. La excepcional intuición de Casillas bajo palos no pudo equilibrar los golpeos de un Kaká muy criticado, del ensayo de rugby apuntando a las nubes por parte de Ramos y de un Cristiano que errando en la tanda de penaltis enmendó sus aciertos de principio del partido.
El conjunto merengue pierde una oportunidad dorada bajo sus pies de  sembrar la duda sobre la supremacía del fútbol continental a un FC Barcelona que suaviza su amarga derrota tras la caída del Madrid. Si nos ponemos a comparar derrotas podemos concluir que el Barcelona lima sus astillas con su propio sistema de juego, mientras el Madrid cede sus penas y alegrías a la conclusión de un resultado pendiente de una moneda al aire que solo deja puro vacío al amparo de la estatua de Mourinho. Que por cierto, volvió a culpar al calendario de no lograr su tercera Champions sin el sentido figurado con que yo achaqué ayer mismo la derrota del Barça a la alineación de los astros. Ambos equipos acabarán la temporada llenos de dudas, uno continuando un sistema intocable pensando en tocar nombres mientras el otro tocará hombres con la continuidad asegurada del solitario Mourinho como mismo entrenador empeñado en cazar pseudomadridistas  y provocar a Barcelonistas.

El fútbol es tan injusto como compasivo y tan justo como cruel. Sin embargo en la noche de ayer, probablemente en los corazones madridistas quede la duda de si el camino que Mourinho ha emprendido durante los dos últimos años es la distancia más recta que existe entre la frustración y el máximo éxito que cuando no se produce deja ración y media de dolor e impotencia. Este deporte siempre deja la sensación al que pierde, al que lo hace de esta manera ante una oportunidad que se escurre entre las manos y tan cercana a un final tan feliz como difícil de conseguir, de si habrá una nueva ocasión tan clara y tan similar. No les quepa duda de que el Real Madrid se levantará porque históricamente nunca nadie le vio caer y recostarse en el suelo.
El fútbol deja a Bayer y chesea de forma muy merecida en una final negada desde antes de disputar el torneo y deja en el más puro ridículo europeo la soberbia mal vendida de la prensa nacional. El fútbol se ha rebelado contra la prepotencia futbolística de este país mandándonos a todos un doloroso mensaje firmado por él mismo con la contundencia de dios: “soy el propio futbol y en el futbol mando yo”. A pesar de todo, cobijado en la tristeza y desterrado del ombligo del mundo patrio, no puedo más que alegrarme de que dos equipos minusvalorados se repartan la noche mágica más deseada del fútbol europeo.
A pesar de todo y por aportar una opinión sin ninguna razón más allá de la búsqueda de la pura y dura reflexión, me gustaría saber que alícuota parte de responsabilidad ha tenido en la debacle de Barça y Madrid el enfrentamiento tan a cara de perro y tan desgastante que los dos clubes mantienen desde hace dos años y que probablemente con una liga  con menos rivalidad e igualdad, a estas alturas los dos equipos no hubiesen hecho defecto de un bajón físico que de otrora manera hubiese transmutado en cualidad.