Por los clavos de Cristiano

¡Hala Madrid! Gritaba Cristiano hace tres años y medio bajo la hipnotizada  mirada de Florentino Pérez. Ochenta mil madridistas coreaban el nombre de Ronaldo con la misma ilusión que unos días antes coreaban el de Kaká. Ambos jugadores iniciaban su paseo por la casa blanca con el objetivo y el deber de llenar el vacío que empezaban a dejar eternos símbolos como Guti o Raúl. El Madridista de a pie aplaudía a sus futuras estrellas con la misma ilusión que un niño de 10 años emplea en escribir la carta a los reyes magos varios días antes de Navidad. Ellos lo pidieron y Florentino se los regaló, con matices, pues el Madrid no los compró a precio de saldo. Cuando Kaká llegó al conjunto merengue, lo hizo agarrado a una etiqueta de jugador extraordinario, crack de talla mundial. Ni siquiera un necio negaría en su momento las cualidades del futbolista brasileño que a la postre no ha tenido la fortuna de mantener. Tres años después, el jugador no está deportivamente amortizado, parece que según el presidente madridista, el activo sí. Son simples errores de personajes advenedizos desubicados en el mundo del fútbol, que olvidan de dónde vienen y no parecen saber adónde van. Es el problema de tener una visión empresarial de un mundillo donde no se compran activos, sino que se fichan personas. No se necesita ser economista para dudar de la rentabilidad económica de esta operación, tan solo se necesita no ser un cegado madridista. De admitir como ciertas las cuentas de Florentino con respecto a Kaká, podría tacharse a Adam Smith de comunista y podría interpretarse como un logro financiero vender al jugador por un solo millón de euros. Si está amortizado ya están tardando, porque Kaká nunca vino y por tanto no volverá.

Activo o futbolista, quizás ambos en el caso del crack luso. Si Florentino aplica la misma filosofía contable a Cristiano que a Kaká, una posible venta del jugador portugués podría ser considerada como la operación financiera de la historia. El presidente no electo del Real Madrid ha convertido al club en un mercadillo de talla mundial, un “rastro” sin objetos personales para ricos donde palabras como golpeo, finta, velocidad o peroné han sido sustituidas por mercadotecnia, margen, divisas o talón. En este nuevo Real Madrid tiene más peso el carácter impositivo que el carácter del futbolista.

Lo cierto es que cualquiera que se ponga las gafas de Florentino Pérez, podría intuir el final de la presente temporada como el momento ideal para deshacerse del jugador portugués. Los motivos del Presidente: Cristiano Ronaldo roza los 28 años y podría entenderse que ya ha jugado, como diría Relaño, sus mejores 20 partidos o casi. Basa su juego en su físico y su físico está ligado a su edad. Ronda una de las posiciones más exigentes en cuanto a la velocidad y no se encuentra cómodo en el centro del ataque. Autodescartado como centrocampista por cuestiones técnicas, su punto de inflexión está bastante cerca como futbolista. Ahora mismo es un jugador espectacular, la pregunta que el Real Madrid se está planteando es saber hasta cuándo durará su condición física actual. Inestable emocionalmente, suele alternar los baños públicos para expresar sus tristezas y utiliza los santuarios del quipo rival para mostrar al son de su futbol grandes dosis de  soberbia. Marca el mismo ritmo para vender camisetas que para comprar enemigos y por cada gol que mete exige un capricho inalcanzable. Ruega al madridismo, reza a la FIFA y acaricia a France Football por obtener un Balón de Oro que a día de hoy no le pueden dar. Mientras pone la mano para pedir un nuevo contrato, Florentino se las echa a la cabeza y hacienda se las frota. Desligado de la ley Beckham, el Madrid pasaría a tributar de un 23 a un 52 por ciento, lo que supondría un coste de 30 millones anuales. La tajada merengue es inversamente proporcional al paso del tiempo, pues a menos años de contrato más edad y menos vil metal en una futura factura.

El futbolista debe elegir sabiamente entre dinero o gloria, entre sombra u olvido. Si se va al regazo de un jeque parisino ganará monedas pero perderá títulos y prestigio. Si decide marcharse de España evitará el sufrimiento de seguir siendo paralelamente  una difusa sombra de Messi y se arriesgará a caer en los brazos del más absoluto olvido. Quedarán sus goles aunque también sus gestos. De noche todos los gatos son pardos, entre más lejos del argentino más ausente y a la vez más difusa será la comparación. Por tanto a más distancia física más falsa cercanía. Estos son los clavos de Cristiano, los ha adquirido en propiedad, ahora él solito decide en que mano se los quiere clavar.