José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


30 de noviembre de 2012

Las matemáticas no engañan, los sentimientos sí



El derbi madrileño que se disputará el próximo sábado en el Santiago Bernabéu le servirá al Barcelona para una sola cosa: Ponerle cara a su verdadero enemigo durante esta temporada. Imposible conocer la cábala correcta. Lo que tengo completamente seguro es la necesidad de los conjuntos madrileños por ganar. Un empate sería un resultado completamente inesperado y al mismo tiempo dejaría a mi juicio la liga absolutamente sentenciada para los de Tito Vilanova. Efectivamente, las tablas en el marcador, en el caso de que se desee matar lo sentimental con las matemáticas, sería el resultado más interesante para los culés.

El conjunto blaugrana seguirá el partido atentamente, pues pase lo que pase, curiosamente, ha de dejarle satisfecho siempre y cuando el Barcelona haya superado al Athletic de Bilbao en su partido correspondiente. Parece increíble que aún no se haya empezado a desperezar la temporada y ya ande despierta la calculadora desde hace una semana. Desde que el Betis lograse tumbar al conjunto blanco en el Villamarín se ha extendido la idea de que al conjunto catalán le convendría una victoria Atlética. Si eso sucediese solo evidenciaría una cosa: El Atlético de Madrid es equipo suficiente como para pelearle la liga al Barcelona. Seguiría siendo una competición bipolar con un cambio de cromos. Muchos piensan que el conjunto colchonero se ahogará en la orilla del Manzanares porque no tiene los suficientes recursos para mantener la presión durante un largo período de tiempo. Yo pienso lo contrario. El Atlético cuenta con un cuerpo técnico excepcional, un equipo titular bastante compensado y una afición lo suficientemente ilusionada como para presionar por la corona. Las rotaciones y la dosificación de esfuerzos son la declaración de principios de Diego Pablo Simeone, Radamel Falcao podría encargarse del resto. Todo esto podría derrumbarse si el sábado pesa más la historia que el presente. El conjunto rojiblanco decidirá en el derbi qué quiere ser este año.

Una victoria del Real Madrid acercaría indirectamente la liga a Barcelona y muy posiblemente se sacaría en procesión la tantas veces reclamada y poco efectiva  “cofradía del clavo ardiendo”. Si el Madrid vence, sus vecinos podrían hundirse en la miseria, pues el Atlético depende más de su estado de ánimo que de sus propias capacidades futbolísticas. Si el conjunto de Mourinho se agarrase a ese clavo, me da la sensación que tan solo obtendría una quemadura, pues en estos momentos el Barcelona hace de su renta en la clasificación una cifra insuperable. La insistencia del Real Madrid por conquistar una liga que ya tiene perdida tan solo produciría un desgaste, una tensión e impotencia que podría pagar en otras competiciones como la Copa del Rey o la Liga de Campeones. De aquí a final de temporada, cada partido que el Real Madrid juegue lejos de su estadio, como estamos comprobando, va a ser un auténtico infierno; los que juegue en casa podrían ser dramáticos si tienen que disputar una competición totalmente vacía. Si el conjunto merengue mantiene la desventaja de once puntos tras el derbi, no tiene ninguna posibilidad. Ganar el sábado tan solo le serviría si previamente pierde el Barça.

Seguramente en las almas culés aún tenga más relevancia el peso sentimental que el matemático. Pues después de llevar cuatro años acosados en la cumbre, después de haber sido denunciados, calumniados, injuriados y maltratados por el conjunto blanco a través del técnico portugués y de algunas decisiones polémicas de la propia entidad blanca, nadie podría negar por evidencia psicológica que puede ser un año glorioso en Cam Barça por su propio éxito y por el hundimiento absoluto del más odiado rival. El derrumbe del Madrid no equivale al éxito culé, sin embargo, los aficionados azulgranas podrían estar asistiendo a una de las cosas que llevan dos temporadas esperando: Ver como el Madrid acaba de ahogarse con su propia mano ante los ojos del mundo y con el más doloroso ridículo. Ningún madridista, ni de a pie ni de palco, ha podido o ha sabido parar lo que podría desencadenarse el próximo sábado en su propio escenario, en su casa y ante el más doloroso rival posible. Pues el Atlético de Madrid lleva acumulando desde hace una década una mezcla de odio, ganas, envidia, ilusión, complejo y desesperación que puede saldar en tan solo noventa minutos que realmente servirían más al Barcelona que a ellos mismos.
 
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