José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


1 de diciembre de 2012

El alma colectiva del Real Madrid

Decía William Shakespeare que si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin mayor fundamento. Esta noche se examina el Real Madrid en su propio estadio y así mismo se examina su afición. Hoy no decide el socio si ama a Mourinho o empieza a despreciarlo, si le necesita o le considera innecesario. Esta noche en el Santiago Bernabéu se pone en tela de juicio el poder soberano de la afición madridista. Sabremos cuando empiece el partido y sobre todo cuando acabe, su grado de madurez y volubilidad. En su madurez va implícita su capacidad de exigencia, su inconformismo  y su nivel de auto-respeto. Su estado voluble viene marcado por la sabiduría de no plegarse a determinados intereses mediáticos y por supuesto a los caprichos de un grupo radical.
En ningún medio de comunicación he escuchado o leído hasta el momento una arenga proclive a pitar o rechazar al técnico portugués. Sin embargo, no han sido pocas las ocasiones en que he podido contemplar ruegos periodísticos para evitar una sonora pitada al mismo técnico que hace tan solo unos meses era un verdugo y que actualmente ha derivado en víctima desvalida. Desde hace ya bastante tiempo, y sobre todo desde hace dos años, a veces con éxito y otras con fracaso, a la masa merengue se le intenta manipular para domesticar su comportamiento. Se le invita a aplaudir, se le aplauden sus fobias y se le agradece su indolencia ante lo que ya parece dar unos síntomas más que evidentes de entidad completamente desestructurada y desgobernada. Al aficionado merengue, único estamento con la capacidad de exigir, le vienen con exigencias. Mientras Mourinho les exige otros le piden que ni sientan, ni píen, ni padezcan. Ha comenzado la cruzada en pos de la total “infantilización” del Santiago Bernabéu para que pase lo que pase el aficionado aplauda como un loco y calle como un mudo.
Mientras unos hacen de la demagogia su principal herramienta, el grupo “ultrasur” entabla su batalla por la fuerza. El martes pasado comenzaron los insultos y amenazas contra quien piensa de forma diferente, sin reparar ni un solo instante en que los únicos diferentes son ellos mismos. Una subcultura dentro del madridismo que únicamente se auto-representa devorando los intereses del resto. La minoría chillona empieza de forma inconsciente a despertar de su letargo a la mayoría silenciosa. Tan solo a un idiota se le puede ocurrir asistir asiduamente a un espectáculo como este sin que ni tan siquiera le guste el fútbol y cuya finalidad en la grada  se limita a pasar frío innecesariamente, insultar a personas desconocidas y proclamar doctrinas que apenas llega a comprender.
Esta noche Mourinho podría ser el centro de la diana pero no necesariamente ha de ser el centro de atención. Lo verdaderamente importante es que la suma de voluntades de ochenta mil aficionados pondrá a prueba su auténtico poder. El Santiago Bernabéu no es un reino anárquico e informe, pues tiene desarrollada su propia personalidad colectiva e identificable como ocurre en todos los estadios. Donde tan solo un desplante o un mal gesto de cualquier empleado, era hace unos años motivo de despido sin derecho a despedida. El aficionado madridista se encuentra ante su primera oportunidad desde hace mucho tiempo de reclamar un respeto que se perdió a sí mismo.  
Las personas ceden su individualidad en la masa, porque en ésta se desarrolla una especie de “alma colectiva”. Mourinho conquistó los corazones y las mentes blancas de un solo golpe y ahora ese efecto artificial empieza a ser engullido lentamente por la diversidad de pensamiento. La división es patente y precisamente el hecho de ser patente no es lo más peligroso para el técnico luso. Lo peor que le puede ocurrir a una persona que solo se alimenta de los extremismos es quedar en mitad de una disputa, que es el paso previo a la mediocridad y al completo vacío. Puerta grande o enfermería, ambos desenlaces serían mejor aceptados por una persona cuyo único objetivo es no morir en la indiferencia. Terreno resbaladizo porque Mourinho llegó al Madrid como ninguno y podría marcharse o acabar despedido como cualquier otro.
Hay entidades que están condenadas a autolesionarse. Desde el propio club no han tardado ni un instante en difundir la idea de que Mourinho jamás será cesado y difícilmente reprendido pase lo que pase tras finalizar el partido. Un mensaje lanzado con la finalidad de mutilar posibles improvisaciones en el graderío y poner de manifiesto la inutilidad de sacar pañuelos o pitar al viento. Hoy se pesa hasta donde están dispuestos los aficionados merengues a aguantar los reproches, los desaires, los malos resultados, los desprecios y los caprichos del técnico portugués.


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