Si dentro de cinco lustros

Si dentro de cinco lustros, un aficionado del Deportivo contase a su nieto de siete años que tal día como ayer se enfrentaron los coruñeses al Barcelona, seguramente el niño acabará llevándose las manos a la cabeza en mitad de la historia. Si comienza diciéndole que en el choque de anoche al Barcelona le pitaron en contra un penalti inexistente donde Riki se tira encima de un Mascherano que rodaba por los suelos fuera del área y que posteriormente materializa Pizzi; Si continúa la historia afirmando que en el lanzamiento de un córner, Álex Bergantiños se encuentra con un rechace al borde del área, saca un lanzamiento mordido en la dirección de Riki que en posición de fuera de juego se aparta propiciando un grave fallo de Valdés que ve escurrirse al balón de entre sus manos; Si además le dice que Riki volvería a marcar tras el descanso de un lanzamiento directo desde la frontal del área tras una falta inexistente; Si también le comenta que dos minutos después Mascherano es injustamente expulsado con una segunda tarjeta amarilla tras robar un balón y no poder cortarse el brazo derecho que acaba de contactar involuntariamente con la cara de un jugador deportivista al intentar salir del forcejeo; Y si además de todo eso acaba diciéndole que Jordi Alba se iba a meter un golazo en propia puerta con una vaselina espectacular sobre Valdés a diez minutos del final; Si solo le dice eso, probablemente el chico pensará con total seguridad que el Deportivo de la Coruña acabó ganando ese partido de forma contundente. Llegado ese punto, el abuelo habrá de espetarle: No tan deprisa, el problema es que esa noche jugó Leonel Messi.

Pocas veces hemos podido contemplar un espectáculo tan inusual como el que se puso ayer en la escena del Estadio de Riazor, La Coruña. Tragicomedia culé protagonizada en su parte cómica por algunas acciones defensivas y en su parte trágica por la actuación arbitral. Ayer se puso de manifiesto que el Barcelona tiene en defensa un problema menos subsanable de lo que en principio podría parecer. Es cierto que en la parte más delicada de un equipo se puede hacer un remiendo puntual, pero el Barcelona, avocado en la actualidad a inventar continuamente retazos en la zaga, empieza a pagar con prestigio su parte de lesiones.

El Barça compensa su propia suerte y las decisiones arbitrales a base de goles y de contundencia en ataque.  Si bien aún no se pueden sacar conclusiones definidas del juego culé por ausencias obvias, si podemos asegurar que el día que falle en ataque o que la inspiración abandone a Messi, no podrá ampararse en su contundencia defensiva mientras se mantenga el estado de alarma en la enfermería. La mezcla de infortunio y la inestabilidad pasajera de posiciones improvisadas destrozaron el guión de un partido pintado de color de rosa que empezó a tornarse peligroso. La sensación más positiva para el conjunto de Vilanova es que da la impresión de que hace los goles que necesita en cada momento. Si se desarma en defensa, se rearma en ataque mientras mantiene intacta la apuesta innegociable del dominio del partido bajo la autoridad del balón.

A veces puede interpretarse como buena la sensación de que si Messi jugase en el Sevilla, el Sevilla sería campeón de Liga o que  si jugase en el Osasuna, el Osasuna iría a la Champions. Es la simple demostración del mejor jugador de todos los tiempos cuyo menor mérito es haber coincido con una cantidad de futbolistas espectaculares en el mismo sitio y a la misma hora. Si bien el juego excelente del Barcelona se le debe entre otros a Xavi, Cesc, Iniesta, Busquet o Alba, las victorias imposibles se le deben en la mayoría de ocasiones a un genio argentino de metro setenta. El poder de Messi se extiende a cualquier sector del campo, sin embargo encuentra su punto más temible desde toda aquella posición donde el balón sea rematable contra el portero. Con la izquierda, con la derecha o desde un golpe franco, da exactamente igual, el argentino domina el fútbol en toda su extensión. Un jugador sin defectos ni debilidades, que para más inri, también encuentra genialidades en las botas de los  compañeros que le rodean. Ayer Fábregas estuvo a la altura del mejor Xavi por el mero hecho de ocupar la posición más adecuada para su juego. Firmó tres asistencias magníficas y el partido más completo desde que viste la elástica azulgrana. Dominó el encuentro junto a Busquets y siempre aportó lo que el Barcelona necesitó en cada momento.

Mal haría el Deportivo de la Coruña si se amparase en un resultado tan escandaloso como este, pues el Deportivo no mereció tanto y mucho menos marcar cuatro goles sacados de una alcantarilla. Porque posiblemente los coruñeses malgastaron ayer su cupo de beneficios arbitrales que corresponde a los equipos de su escala. Posiblemente agotaron la suerte que ha distribuirse a lo largo de una temporada en un solo partido. El caso culé a la inversa es el mismo, pues si nos atenemos a los antecedente de la pasada temporada, al equipo culé aún le queda arrastrarse por doscientas yardas de porquería arbitral antes de completar su cupo.