Florentino 2013, Mourinho 2016

Con un solo roce de sus dedos pudo apreciar la suavidad de aquella materia informe que nadie antes pudo tocar. La cuenta atrás del tiempo se detuvo porque había acercado a su cuerpo el leve y desconocido destino que ofrece la eternidad.

José Mourinho ha ampliado su contrato que le une al Real Madrid hasta el año 2016 y lo hace contra la natura del fútbol por tratarse del puesto más inestable que existe en este deporte. El eslabón más importante que puede unir a un profesional con una empresa o entidad es precisamente el contrato, porque en él reside la virtud de la confianza y al mismo tiempo la de la desconfianza. Esta renovación prematura puede interpretarse de varias maneras ante la ignorancia de no saber quién dio el primer paso, si club o empleado.

En caso de que haya sido Florentino el primer interesado en gestar la ampliación de contrato, podríamos interpretar que el presidente blanco tiene tal confianza en el luso que le plantea una prolongación contractual tan larga como pocos técnicos habían  disfrutado anteriormente en el Real Madrid. Pero también cabe la posibilidad de que esta operación este motivada por la desconfianza que genera el técnico en la entidad por sus idas y venidas, porque desde que llegó a España ya se ha querido ir varias veces y se ha querido quedar las mismas. Florentino Pérez con su golpe de mano está queriendo evitar el circo infantil, ese en el que solo actúan los payasos, en que periódicamente se convierte el Madrid por los caprichos de un entrenador tan amigo del vaivén como de las amenazas sibilinas.

Si quien dio el primer paso hasta el 2016 fue Mourinho, lo más lógico que se me ocurre pensar es que lo único que persigue con esta situación es el logro fácil del vil metal para él y para sus propios ayudantes. Desde luego se trata de un auténtico premio para los portugueses, premio que solo está al alcance de aquellos que consiguen un éxito rotundo en todas las parcelas deportivas e institucionales. Quizás el Real Madrid debería haber dejado algo para cuando el técnico gane la Champions y si puede ser a lo grande, sin dejar dudas y sin dejar mucho rastro de pobredumbre. A la ampliación temporal también le sigue la económica, mejorando unas condiciones inmejorables, solo al alcance de quien lo ha ganado todo aunque hasta ahora tan solo haya conquistado una copa y una liga, que no es poco pero que no es todo.

Hasta el momento se desconocen los términos del nuevo contrato del cuerpo técnico portugués, sin embargo sería conveniente conocerlos cuanto antes para que el aficionado madridista pueda sacar conclusiones más precisas a la hora de valorar el trabajo de Mourinho en las próximas temporadas. De lo que sí estoy bastante convencido es de que el señor Jorge Mendes habrá salido nuevamente victorioso en ese tira y afloja que mantiene constantemente con este club. Porque hasta la fecha, siempre que Mendes tira, el Madrid afloja la cuerda y afloja la pasta. Si ya Mourinho y los suyos cobraban un pastizal, el día que a los socios merengues se les antoje echarlo, seguramente tengan que cerrar el banco de Santander para pagar la indemnización. Florentino pilla a Mourinho pero también se pilla sus dedos y los de un posible sucesor.

Pero la confianza no se amarra con dinero, arma principal de Florentino Pérez, sino que se gana con los resultados y se devuelve tácitamente año tras año como hacía Guardiola, portador de un auténtico dogma de seguridad y honestidad en sí mismo. Me da la sensación de que el presidente madridista ha cometido una frivolidad renovando al empleado más poderoso del club en una escala superior a la de su propio mandato. Nadie puede asegurar que Florentino vaya a ganar las elecciones que se celebrarán el próximo año, ni tan siquiera cabría la posibilidad de aventurarse a que renovará su candidatura. Por eso me resulta bastante extraño que hipoteque con esta decisión la herencia de un virtual futuro presidente que estaría obligado a asumir de forma forzosa e impuesta los servicios del técnico luso durante tres años de un mandato de cuatro. Cuando el Madrid fichó a Mourinho con un contrato de cuatro años, di por supuesto que eran condiciones indispensables del técnico para entrenar al Real Madrid. Esa postura tiene sentido, pero nadie obliga en esta ocasión a Florentino a comprometer el devenir de un presidente que no sea él por un período tan largo como innecesario.

Normalmente cuando un proyecto se alarga tanto en el tiempo es porque no busca la consecución de objetivos en el corto plazo, sino que se intenta lograr en esa espesura temporal no solo los resultados inmediatos, sino la excelencia antes de su conclusión. Por eso no deja de ser chocante que se le dé tanto plazo a un entrenador que ha sido fichado por poseer la virtud de los resultados inmediatos. En un principio se nos vendió a Mourinho como adalid de la inmediatez porque en poco tiempo conseguía resultados impresionantes. Sin embargo, sus dos años han sido recompensados tan solo con dos títulos. Podría pensarse que el plazo para poner de manifiesto su principal virtud ya ha pasado y ahora necesita más, como todos. Me da la sensación de que el Madrid se ha dejado llevar por la exaltación de la alegría que deja haber conseguido un título recientemente, sin pensar en las consecuencias que podrían producir una situación difícil en lo deportivo o caótica en lo institucional.

Esta ampliación contractual es una declaración de intenciones y la intención ya no son los resultados de un médico de urgencias, sino que se pide un proyecto de club con cantera, con cartera y con una filosofía no perecedera. Aunque no me imagino yo a Canales, Morata, Carvajal o Jesé, a Pedro Mendes sí,  tirando cohetes en la noche de ayer. Ya no sirven las excusas de las urgencias históricas porque Mou tiene tiempo aunque está ante una afición que nunca ha tenido paciencia.