José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


5 de marzo de 2014

Un alma de carne y hueso



A final de temporada Carles Puyol se empadronará en otro sitio, o quién sabe, quizás en ninguna parte porque le sea imposible seccionar el cordón umbilical que le une al Barcelona de por vida. Cada pelea que ganó la podría haber ganado en cualquier club porque es el hijo biológico de las virtudes  aplaudidas por cualquier aficionado deportivo. Nunca ha parado de correr y de luchar, siempre dio dos zancadas de más para que sus compañeros diesen una de menos. Cada partido que afrontó, lo hizo desafiando las leyes físicas de la resistencia y el entendimiento humano más elementales bajo un razonamiento único: Si no llegas muerto a la caseta no mereces esta camiseta.

Se irá del Barcelona sin que nadie le sustituya porque ocupa sobre el campo una parcela metafísica fuera del alcance de cualquiera. Deja un vació que será reemplazado por un decálogo de debilidades alejadas del sentimiento más sincero y la entrega más absoluta. Ya nadie se divierte sufriendo en la nueva generación. Se instaura en el vestuario culé la incertidumbre del mal comportamiento y se esfuma el olor a camiseta rota empapada de sudor hasta la costura más profunda. Ya nadie escuchará sus jadeos de cansancio sobre el césped o sus gritos de dolor en la camilla del enfermero. El cuerpo médico podrá vaciar las estanterías de la enfermería, quizás ya no serán necesarias las prótesis faciales, vendas o tobilleras almacenadas para aquellos que juegan rompiendo su cuerpo para proteger su espíritu.

Con la marcha del capitán azulgrana se extingue definitivamente una extirpe de jugadores que hicieron del brazalete una bandera y de la velocidad un estilo. Perseguidores de balones perdidos a los pies de delanteros que encaran el gol. Hijos  infatigables de carreras imposibles de ganar. Creyentes silenciosos de que rozar el balón es suficiente para destruir una oportunidad del adversario. Hace tiempo que el engranaje azulgrana ha perdido la capacidad de producir jugadores destinados a manchar su cara de barro para evitar que los rivales manchen su escudo. La cantera culé perdió el compromiso de armar figuras de acero con almas de carne y hueso.  Albert Ferrer fue el prototipo, Sergi Barjuan la confirmación y Carles Puyol la culminación para una raza con denominación de origen que hoy empieza a llegar a su destino. Son tipos diseñados desde niños para sentir los mismos remordimientos que los viejos toreros, morir sobre  el campo o llorar por no haber muerto en el ruedo. Todos practicaron un fútbol despojado de tonterías cuya única frontera la ponía el oxígeno, cimentado en la base del sufrimiento físico para evitar el sufrimiento de los demás.

Anuncia su despedida con la misma naturalidad que lo haría un jornalero, se marchará como llegó porque a Puyol no le hace falta salir a la sala de prensa con una camisa de lentejuelas, ni pendientes en las orejas, ni diseño de pantalones, ni apartar el pelo ceñido a su frente, ni tatuajes en los brazos, ni agarrarse a dos años pegado a un contrato millonario. Dejará atrás al Barcelona traspasando una puerta tan grande como su carácter y tan agrietada como sus fuerzas. Perdió una batalla que nadie puede ganar porque al final los músculos siempre se arrodillan ante alma. Se paró el reloj del tiempo para un jugador equidistante a todas las épocas. Mientras sus piernas se detienen lentamente, el eco de su voz parece que se durmió entre lesiones en la puerta del vestuario. Llegarán otras voces con dotes de liderazgo pero ninguna podrá pronunciar con la misma contundencia la palabra honestidad.

Siempre acaparó el consenso en el elogio y aquellos que nunca supieron destacarlo entre los iguales son los que se marchan sin ver los partidos enteros. Porque a Puyol no se le admira por sus jugadas concretas sino por sus partidos completos. En la cima de los recuerdos quedarán besos de rabia a un brazalete disfrazado de señera, el honor de levantar dos Champions y el honor de ceder el honor a Abidal. Pocos podrán olvidar sus cortes al límite del gol en contra y sus choques de trenes mientras coqueteaba a empujones con las bailarinas más feas. Se despedirá del Camp Nou  para siempre  pero eternamente quedará en el recuerdo su indomable figura soportando una melena entre susurros del viento.
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3 comentarios:

  1. Sin duda, el mejor ejemplo del orgullo de ser culé.

    Seguimos denunciando como en España llevan toda la vida favoreciendo al Madrid y le han regalado más de la mitad de los títulos de su Museo:

    http://marbcn2510.blogspot.com.es/2014/03/sanciones-la-carta.html

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  2. el articulo hace justicia a un jugador magnifico. ya quedan muy pocos jugadores de club como este. solo piensan en el dinero, en las cámaras y en las chicas.
    de un madridista.

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  3. Estoy deacuerdo con el artículo. En los ultimos tiempos puyol a perdido peso en el vestuario naturalmente debido a sus largas lesiones. eso pasa factura y aleja un poco del grupo. eso seguro que ha sido determinante en su decisión. si el talante del club va a depender de piqué, apañao vamos.

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