Hace ya tanto tiempo que dejé de creer en los ideales políticos que ni si quiera recuerdo si algún día los tuve. Este pensamiento me ha venido a la cabeza tras oír ayer a Pep Guardiola transmitir su apoyo desde Nueva York para una Cataluña independiente. En realidad es algo que se intuía, por su entorno social, por sus movimientos y por el amor exclusivo a su tierra que con tanta asiduidad ha demostrado ante los periodistas. La implicación del ex-entrenador culé con la causa catalana no es una novedad, viene desde muy lejos y no se ha forjado de un día para otro. Como entrenador ha sido bastante discreto a la hora de meterse en este tipo de charcos, sin embargo, ya como jugador, no sé si por pecado, valentía o rebeldía de juventud, Guardiola no fue tan ambiguo a la hora de expresar este tipo de inclinaciones. Fue bastante clarito. Por este motivo me sorprende bastante que su ex-compañero tanto en el Barcelona como en la selección nacional haya quedado tan sorprendido y decepcionado. Quizás se haya tomado más en serio de lo que merece, su participación en la liga Fertiberia y se haya enclaustrado en un centro de alto rendimiento. A Guardiola no le ocurre lo que me ha ocurrido a mí, que ni siquiera recuerdo si algún día tuve ideales políticos, Guardiola ha ido dejando miguitas de pan a lo largo de su extensa carrera.
El hecho de
que el entrenador más exitoso de la liga española y del Barcelona haya hecho
este tipo de manifestaciones ha molestado sobre manera, no solo a Alfonso, sino
también a la turba de mamporreros patrióticos, que además suelen ser
antibarcelonistas. He de suponer que tanto Alfonso Pérez como el resto de esa
oportuna turba, serían los primeros en enviar a sus hijos o a ellos mismos a
combatir si España necesitase reclutas para un conflicto militar, que es donde
verdaderamente se ve si los besos a las banderitas son besos sinceros. Os puedo
asegurar con una mano en el fusil y la otra en la bandera de España, que si se
diese una situación de ese calado le diría a Alfonso Pérez: “usted primero, por
favor”.
La sorpresa
de Alfonso es más sorprendente, valga la redundancia, incluso que su decepción.
Alfonso, al que le presupongo una vida ordenada, casado por la iglesia y
voluntario para el servicio militar. En definitiva, un hombre de firmes convicciones
que aceptó jugar en el Real Madrid cuando era un declarado culé desde pequeñito.
Y que posteriormente jugó en el Barcelona cuando se convirtió en la esperanza
blanca previo paso por el Betis. Para evitar la incongruencia que aplica a Guardiola
por haberse visto avocado a jugar en la selección española en ausencia de un
combinado catalán, Alfonso debió haber rehusado a jugar en cualquier equipo que
no fuese el Barcelona. Sin embargo, contra su ideario futbolístico, aceptó
firmar un contrato con el Madrid y luego con el Betis ante la imposibilidad de
hacerlo con el Barça en aquellos días.
Yo no sé cuánto
de español me siento porque hace ya mucho tiempo que se me estropeó la báscula
del patriotismo, yo soy más una persona de andar por casa e intento repartir el
cariño entre la gente que me quiere, esa que me ve todos los días y que
regularmente se preocupa por mí. No suelo besar banderas ni abrazar símbolos
porque solo beso a mi familia y abrazo a mis amigos. Decía Juan Carlos Aragón, el
mejor autor comparsista del Carnaval gaditano en una de sus auténticas poesías:
“...Y aunque no tenga bandera, ni canción, ni escudo,
ni historia, ni guerra, ni su independencia,
ni su emperador, ni leyes, ni castigos.
Mi barrio es un continente donde cada calle
es como una frontera que sin aduana
lleva hasta la playa a los niños descalzos.
Yo pa que quiero a la patria que sale en los libros
si en los libros de la patria no sale mi barrio.
Mi barrio es gaditano, con traje de verano.
Y está que importa donde,
qué importa su nombre... mi barrio es el mío...”
Yo no soy
catalán pero respeto a los catalanes que buscan la autodeterminación, aunque me
parece una idea innecesaria y que de hacerse realidad, no iba a resolver definitivamente
sus cuestiones de identidad. Me da la sensación de que va contra corriente en un mundo que busca la globalización y la eliminación de fronteras intentar dividir aún más los espacios. Yo respeto de verdad, no entendiendo pero respetando, otros respetan sin respetar. Quién sabe si a los dos días de la independencia catalana, Gerona por poner un
ejemplo, pidiera la autodeterminación con respecto a Cataluña y así sucesivamente hasta que
el barrio del Vendrell acabase como una república independiente con un sillón
permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero como diría Serrat: “Cada
uno es como es, cada quién es cada cual y baja las escaleras como quiere”.