José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


9 de abril de 2014

Jugar sobre el alambre



¿Qué pasaría si el Barcelona con el actual equipo que tiene, tuviese la misma intensidad que tuvo ayer el Borussia Dortmund? Ya se lo anticipo yo, que arrollaría a cualquier rival exceptuando al Bayern de Munich e incluyendo al Atlético de Madrid. Si a la calidad individual de jugadores como Neymar, Messi, Iniesta o Fábregas se les suministra la misma motivación que anoche demostraron Reus o Lewandowski y se les reducen los espacios para presionar, estaríamos viendo el mejor Barcelona de Guardiola. La principal diferencia entre este equipo y el de hace unos años es que este solo corre cuando corre Messi, y el de antaño pasaba incluso por encima del astro argentino. El conjunto catalán necesita volver a imponer ese ritmo infatigable y colectivo que señala a aquellos futbolistas que se toman un respiro en los partidos. Necesita presionar en ataque, correr más rápido para correr menos. Volver a empujar desde la defensa a los mediocampistas hacia la línea de presión y alejarlos del círculo central. Volver a reducir el terreno de juego a las coordenadas donde el conjunto catalán acumula el talento. Volver a ser un equipo donde la defensa ocupa el área de los centrocampistas, y los centrocampistas comparten el espacio de los delanteros.

Si Messi corre, correrán los demás, si Messi presiona el resto también lo hará. El principal déficit que el conjunto culé ha demostrado en los últimos tiempos es la dependencia anímica del número diez. Hace ya mucho tiempo que dejó de presionar ante las bastas praderas de la defensa rival y el resto de compañeros se contagian de todo lo que él hace y de lo que el entrenador dice. Recuerdo este mismo equipo desarrollar el mejor fútbol de la historia porque tenía un equilibrio absoluto entre lo físico y lo técnico, entre lo anímico y lo táctico. Para devolver a este conjunto la reputación que perdió, su entrenador debe encontrar ese punto equidistante entre lo humano y lo divino, entre la felicidad y el sufrimiento, entre la locura y la cordura.

Existe el falso recuerdo de que el Barcelona ganaba los partidos por su cara bonita, como se dice en el argot futbolístico, sin bajarse del autobús. Comentaba el técnico de entonces, comentaba Guardiola en una rueda de prensa que su equipo “ganaba porque sus jugadores corrían más que los rivales”. Una verdad que pocas veces se tiene en cuenta por la evidencia de su simpleza. Tras contemplar ayer la lección de terror y convicción que los futbolistas alemanes infringieron al Real Madrid, la sensación más perceptible es que actualmente los delanteros blaugranas se han acomodado porque se les ha privado de trabajar en ataque sobre espacios reducidos. A veces los aficionados y los propios futbolistas suelen olvidar que en fútbol el camino más corto no es necesariamente la línea recta, como tantas veces ha demostrado el Barcelona y la selección, pero es físicamente innegable que sí es más corto el que se hace más rápido.

En esta supuesta decadencia culé, que yo catalogaría más bien de cansancio rutinario contra tanto espacio, se han malinterpretado los síntomas que la provocan. Se ha traslado un problema ofensivo a la defensa por una falta de riesgo, de motivación y de entrega, y un exceso de espacio en campo rival. Los jugadores del conjunto azulgrana deben recuperar una fe que ha de canalizar primero su propio entrenador. Todo el mundo se ha detenido en los centrales para señalar los problemas defensivos del equipo, pero todo terremoto tiene su epicentro más allá de donde se muestren las consecuencias. Todo es una cuestión estadística, si al área azulgrana llegan los rivales tres veces más que hace un par de años, sería lógico pensar que recibirán el triple de goles o sustos de los que recibían antes. Guardiola convenció a sus delanteros de que ellos eran la primera y la última línea de defensa en el equipo, de que más allá de su línea de presión se extendía el abismo para sus compañeros. El resultado solía ser que el conjunto adversario no pasaba con el balón controlado de su propio centro del campo.

Para jugar a la filosofía culé sobre el terreno de juego y alcanzar la excelencia, primero debes estar dispuesto a jugar a la ruleta rusa y me da la sensación de que Martino no está por la labor de llevar un marcapasos en la maleta. Los futbolistas corren más cuanto más miedo tienen a ser derrotados y mantienen la concentración total cuando son conscientes de que perder el balón podría significar el hundimiento. El Barcelona ha perdido la costumbre de jugar los partidos sobre un alambre, ese estado de inquietud sobre el campo que te obliga a pensar en que el más mínimo detalle podría ser mortal. Sus futbolistas se han refugiado en el estímulo recurrente de que si el balón les sobrepasa hay más compañeros a sus espaldas. Un exceso de confianza en las virtudes ajenas o una carencia de compañerismo. En definitiva, una red cosida con hebras de hilo fino porque entre menos riesgos se corren para ganar, más riesgos se corren para perder.

 
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8 comentarios:

  1. Si ademas sabes que cuando no te sale el dia, el de negro te echa una mano (bueno, la mano la echan los del Barca y el otro no la ve) es normal acomodarse

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  2. POR FIN TE HAS DECIDIDO A ABLAR ALGO DE FUTBOL NOSTENIAS MACHACADO CON LO DE LA FIFA Y ROSELL Y DEMAS.

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  3. La edad de algunos jugadores del Barça y la falta de hambre por haberlo ganado todo es inevitable. Hoy comprobaremos como e Atlético tiene más ganas que el Barça y eso puede decantar la eliminatoria. Además los arbitrajes no ayudan en nada al estilo de juego del Barça, ya que se permite un exceso de contacto sin cumplir el reglamento.

    Les recomiendo que no se pierdan esto: http://xurl.es/zviyc

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  4. estupidez, con z de precoz, zoquete, rebuznar, etc...

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  5. ¿Los arbitrajes no ayudan al estilo del BarCa? ¿mas penalties? jodo...

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  6. Escribes tu muy bien pero para las tonterias que escribes mejor no escribir nada

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