Undiano no es dios

Me da la sensación de que el aficionado madridista está cada vez más arto de la excusa arbitral para suavizar las derrotas. Más aún cuando el ideólogo de la cínica teoría entrena en la Pérfida Albión y para más inri ha confirmado durante la semana que prefería cenar con su familia y no perder un minuto de sueño por seguir la suerte madridista. Utilizar la palabra robo para resumir la derrota cosechada por el Madrid en el Camp Nou no ha de traducirse en un insulto al árbitro ni en un menosprecio a la recompensa  culé, el uso de la palabra robo tras observar todas las jugadas polémicas es un insulto a la inteligencia. Para hablar de robo arbitral, el equipo afectado ha de ser merecedor de la victoria en el desarrollo puro del juego, ha debido ser perjudicado en todas o casi todas las acciones polémicas y por tanto en el mismo grado su rival ha de ser beneficiado. No se puede denunciar un perjuicio arbitral y menos aún elevarlo a la categoría de atraco si solo tienes en cuenta las acciones que te perjudican y al mismo tiempo omites las que te benefician. Es como si el madridismo convaleciente solo tuviese en cuenta los goles que marca su equipo y obviase los del contrario. Anoche mismo el Madrid habría ganado 0-1 con gol de Jesse y miraría hacia otro lado cuando le recordasen que también marcó Neymar y Alexis Sánchez.

El estigma arbitral que ya se han sacudido muchos aficionados madridistas carece de fundamentos razonables. Recuerda a aquellos andaluces que se quejan de la lluvia incluso en los días soleados. Los que ayer se sintieron atracados por el conjunto culé, igualmente debieron sentirse atracadores ante el Betis, el Elche o el propio Málaga que limaron sus quejas aún teniendo motivos más razonables.

Es cierto que el penalti de Mascherano sobre Ronaldo parece más claro que el de Pepe sobre Fábregas. Asimismo sería conveniente tener en cuenta que en el reglamento, el penalti está acotado geográficamente por las líneas del área y no por la gravedad de la falta. Algunos hablan de robo pero sin mencionar al colegiado que se abraza con Casillas, como si lo sucedido en el área culé hubiese sido un delito sin culpable, un pecado sin pecador donde el Barcelona resultase responsable por ser testigo de los hechos. De forma misteriosa se empeñan en separar al árbitro de su supuesto arbitraje, de despersonalizar los supuestos errores, porque no entra en la cabeza de ningún aficionado que Undiano perjudique al Madrid. El culpable no es el árbitro, es su arbitraje.

La auténtica culpa es de la costumbre, esa a la que no se refiere Marcelo. Los jugadores madridistas se han hecho a la idea de que sus desvanecimientos en áreas ajenas siempre suelen traducirse en penas máximas. Las acciones defensivas de los rivales madridistas se asemejan a esas películas de acción donde el sistema de seguridad al que el protagonista se enfrenta se activa con el peso de una gota de sudor. Cada caída en el área es medio penalti y cada penalti tres cuartos de gol. Precisamente los futbolistas que hablaron tras el partido de cuentas arbitrales son los que más se han especializado en buscar oro entre restos de hormigón, son los reyes de la polémica a los que no les salen sus cuentas futbolísticas y pretenden cuadrar la de la debilidad arbitral. La queja arbitral es aceptable pero al menos hay que tener el suficiente sentido común para apoyarla en alguna pata de la razón.

Cristiano Ronaldo se marchó indignado del encuentro y cambió los golpes de pecho tras marcar el penalti en Elche por un tímido gesto de robo ante Puyol. Undiano no se engominó el pelo para la ocasión ni tiró su personalidad profesional por el retrete para que el delantero luso se convierta en máximo goleador. Undiano Mallenco no es dios, aunque Muñiz Fernández pueda parecerlo, y ayer desde el madridismo insatisfecho no  se le pidió justicia, sino misericordia. Aquellos que tacharon injustamente a Neymar de exagerado en sus caídas aún no se han preguntado cómo es posible que Mascherano con 15 cm menos de altura pueda hacer saltar por los aires el cuerpo “cibernético”, “atlético” y “futurista” de un jugador como Ronaldo. No cabe esperar que con el futbolista luso se cometa la misma injusticia que con el brasileño, a fin de cuentas, la complexión física de Neymar debería ofrecer más resistencia a los golpes y empujones que la de Ronaldo.

Bien harían las preocupaciones madridistas en alejarse de los silbatos y centrarse en la diplomacia táctica de su entrenador. Al igual que Marcelo o Ramos, dos sospechosos habituales del ruido mediático pos partido, Ronaldo debería concentrarse más en acabar las jugadas con brotes de genialidad y no de brutalidad. No se puede pretender acabar siendo el protagonista de los partidos aún a base de gestos despectivos cuando no median los goles ni los buenos resultados. Ronaldo llamó cagón a Undiano, el más débil y solitario de la terna. No lo pone nada fácil el futbolista portugués a esa corriente mediática que lleva meses luchando por limpiarle la cara de acné.