Resulta
bastante curioso que tras el clásico en que Pepe dio menos patadas y se mostró
menos violento haya recibido un video homenaje de sus agresiones y un sinfín de
críticas. En esta ocasión al central madridista no le perdió un cruce de cables
sino uno de palabras con el técnico culé. Pepe se lamenta de la teatralidad blaugrana
y Vilanova recuerda que seguramente en un hombro de Pepe hay un demonio y en el
otro un angelito apaleado. Hay quien se empeña en reforzar la imagen de Pepe
como un buen ciudadano. El sector más sensiblero nos presenta un jugador al que
lejos de los terrenos de juego dan ganas de abrazar. Nos hablan de una persona solidaria
con los desfavorecidos, cercano a los niños y siempre pendiente del aficionado
más comprometido. Un excelente ser humano que seguramente irá a misa de ocho
antes de entrenar, que no tendrá sus impuestos en paraísos fiscales y que se
paseará por su domicilio en bata de casa con unas pantuflas y un gorrito de
Mickey Mouse. A mi particularmente me da exactamente igual si Pepe ayuda a su
novia en las tareas domésticas, si sale a tirar la basura o si paga la seguridad social de
la empleada de hogar. A nadie debería interesar la personalidad del jugador
portugués más allá de los terrenos de juego y de todo lo que afecte al fútbol.
La mala fama
del central portugués engendrada por su estilo de juego contiene la misma dosis
de exageración que cuando algunos afirman tenerle por uno de los mejores
centrales del mundo. Ni este futbolista es tan duro ni es tan buen jugador como
dicen. Pues ambas características son a mi juicio incompatibles, me extraña
muchísimo que ambos mensajes hayan
calado tan hondo tanto en el aficionado merengue como en el culé.
Pepe no es
más que un central del montón que juega en uno de los mejores equipos del
mundo. Cumple en cada partido porque la exigencia técnica en la defensa
madridista se reduce al mínimo cuando tiene que sacar el balón. No es admisible
que se pueda considerar a un defensor como uno de los mejores del mundo por el
mero hecho de ser contundente, mandar melones al centro del campo y muestre
mucho vigor por alto. Para ser considerado el mejor en algo debes aportar un
valor añadido o poseer algo que los
demás no tienen. No puedes entrar en el club de los elegidos por reducir al
mínimo de fallos la suma de tus intervenciones. En ese caso el mejor futbolista
sería el que menos interviniese en el juego pues cometería menos errores. Su
estilo de juego dista mucho de ser elegante y se presenta en la mayoría de
ocasiones como excesivamente rudimentario. No puede incluirse entre los mejores
a un futbolista sin clase y que al mismo tiempo realiza movimientos
antinaturales, casi de ficción. Tal es su estado de nerviosismo, excitación, elasticidad
y energía, que en muchas ocasiones me recuerda más que a un futbolista, al
personaje de la “máscara” interpretado por Jim Carrey. Es un muelle metálico
que va saltando por el campo con la única intención de darle al balón lo más
fuerte posible.
Tal es la
sensación antiestética que desprende el juego de Pepe que se vio obligado a
abandonar Brasil para partirse el cobre entre equipos de medio Pelo en Portugal
donde el juego es más arcaico y donde al defensa solo se le pide que defienda.
El propio futbolista declaró cuando se nacionalizó portugués una mentira que no
se cree ni él. Según el central, prefería jugar con nuestro país vecino porque
quería devolverle todo lo que había recibido. La verdad es otra, la verdad es
que en Brasil hasta el portero debe dar cien pataditas seguidas a una naranja si
quiere debutar en primera división. Desde entonces hasta nuestros días tan solo
se ha forjado un mito bien digerido por la rumorología popular. Eso de que Pepe
es el mejor central del mundo es tan solo un rumor calado, algo que nadie ha
visto pero que todo el mundo se empeña en creer.
Estamos ante
un futbolista atrapado entre dos épocas que defiende su reputación en tierra de
nadie. Desde hace un par de décadas el fútbol se aprecia de otra manera. En los años ochentas el mejor defensa era el que se mostraba más duro ¡Que saquen
un video de las acciones de Gentile, Bérgomi, Tardelli o incluso el propio
Tomás Reñones con marcajes duros de verdad¡ Esos futbolistas no amenazaban para
Salir en la prensa, sino para que el rival saliese en ambulancia. Era una
época en que la dureza estaba asimilada con espinilleras de acero. Ahora se
busca el fino estilista, la clase delante del portero y el defensa se considera
la primera amenaza ofensiva del conjunto rival. La dureza de Pepe es relativa
porque ha empezado a creerse su propio personaje, ha hecho una máscara con su
propia fama y ha aprovechado su relativa dureza para hacerse una obsoleta seña
de identidad. Debe de pensar que si no sales en los periódicos no existes y hay
que destacar a cualquier precio. El duro de verdad no se queja nunca y menos
finge una agresión o exagera un golpe como ha hecho Pepe en varias ocasiones.
Gentile o Vinnie Jones tratarían a Pepe con dulzura porque seguramente estén
pensando que el central madridista es una nenaza quejicosa que a veces se
vuelve loco y a veces finge como una Barbie desconsolada. Ballotelli combina la
camisa de fuerzas con la genialidad, Pepe la mezcla con una violenta sobreactuación. La
locura de pepe no tiene la técnica suficiente como para ser considerado uno de
los mejores en nuestra época y tampoco contiene la dureza necesaria para haber
destacado un tiempo atrás. Tan solo protagoniza una hipócrita obra de teatro incluso poco recomendable para mayores de 18 años.