José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


9 de octubre de 2012

Pepe, la máscara relativa

Resulta bastante curioso que tras el clásico en que Pepe dio menos patadas y se mostró menos violento haya recibido un video homenaje de sus agresiones y un sinfín de críticas. En esta ocasión al central madridista no le perdió un cruce de cables sino uno de palabras con el técnico culé. Pepe se lamenta de la teatralidad blaugrana y Vilanova recuerda que seguramente en un hombro de Pepe hay un demonio y en el otro un angelito apaleado. Hay quien se empeña en reforzar la imagen de Pepe como un buen ciudadano. El sector más sensiblero nos presenta un jugador al que lejos de los terrenos de juego dan ganas de abrazar. Nos hablan de una persona solidaria con los desfavorecidos, cercano a los niños y siempre pendiente del aficionado más comprometido. Un excelente ser humano que seguramente irá a misa de ocho antes de entrenar, que no tendrá sus impuestos en paraísos fiscales y que se paseará por su domicilio en bata de casa con unas pantuflas y un gorrito de Mickey Mouse. A mi particularmente me da exactamente igual si Pepe ayuda a su novia en las tareas domésticas, si sale a tirar la basura o si paga la seguridad social de la empleada de hogar. A nadie debería interesar la personalidad del jugador portugués más allá de los terrenos de juego y de todo lo que afecte al fútbol.


La mala fama del central portugués engendrada por su estilo de juego contiene la misma dosis de exageración que cuando algunos afirman tenerle por uno de los mejores centrales del mundo. Ni este futbolista es tan duro ni es tan buen jugador como dicen. Pues ambas características son a mi juicio incompatibles, me extraña muchísimo  que ambos mensajes hayan calado tan hondo tanto en el aficionado merengue como en el culé.

Pepe no es más que un central del montón que juega en uno de los mejores equipos del mundo. Cumple en cada partido porque la exigencia técnica en la defensa madridista se reduce al mínimo cuando tiene que sacar el balón. No es admisible que se pueda considerar a un defensor como uno de los mejores del mundo por el mero hecho de ser contundente, mandar melones al centro del campo y muestre mucho vigor por alto. Para ser considerado el mejor en algo debes aportar un valor añadido o poseer  algo que los demás no tienen. No puedes entrar en el club de los elegidos por reducir al mínimo de fallos la suma de tus intervenciones. En ese caso el mejor futbolista sería el que menos interviniese en el juego pues cometería menos errores. Su estilo de juego dista mucho de ser elegante y se presenta en la mayoría de ocasiones como excesivamente rudimentario. No puede incluirse entre los mejores a un futbolista sin clase y que al mismo tiempo realiza movimientos antinaturales, casi de ficción. Tal es su estado de nerviosismo, excitación, elasticidad y energía, que en muchas ocasiones me recuerda más que a un futbolista, al personaje de la “máscara” interpretado por Jim Carrey. Es un muelle metálico que va saltando por el campo con la única intención de darle al balón lo más fuerte posible.

Tal es la sensación antiestética que desprende el juego de Pepe que se vio obligado a abandonar Brasil para partirse el cobre entre equipos de medio Pelo en Portugal donde el juego es más arcaico y donde al defensa solo se le pide que defienda. El propio futbolista declaró cuando se nacionalizó portugués una mentira que no se cree ni él. Según el central, prefería jugar con nuestro país vecino porque quería devolverle todo lo que había recibido. La verdad es otra, la verdad es que en Brasil hasta el portero debe dar cien pataditas seguidas a una naranja si quiere debutar en primera división. Desde entonces hasta nuestros días tan solo se ha forjado un mito bien digerido por la rumorología popular. Eso de que Pepe es el mejor central del mundo es tan solo un rumor calado, algo que nadie ha visto pero que todo el mundo se empeña en creer.

Estamos ante un futbolista atrapado entre dos épocas que defiende su reputación en tierra de nadie. Desde hace un par de décadas el fútbol se aprecia de otra manera. En los años ochentas el mejor defensa era el que se mostraba más duro ¡Que saquen un video de las acciones de Gentile, Bérgomi, Tardelli o incluso el propio Tomás Reñones con marcajes duros de verdad¡ Esos futbolistas no amenazaban para Salir en la prensa, sino para que el rival saliese en ambulancia. Era una época en que la dureza estaba asimilada con espinilleras de acero. Ahora se busca el fino estilista, la clase delante del portero y el defensa se considera la primera amenaza ofensiva del conjunto rival. La dureza de Pepe es relativa porque ha empezado a creerse su propio personaje, ha hecho una máscara con su propia fama y ha aprovechado su relativa dureza para hacerse una obsoleta seña de identidad. Debe de pensar que si no sales en los periódicos no existes y hay que destacar a cualquier precio. El duro de verdad no se queja nunca y menos finge una agresión o exagera un golpe como ha hecho Pepe en varias ocasiones. Gentile o Vinnie Jones tratarían a Pepe con dulzura porque seguramente estén pensando que el central madridista es una nenaza quejicosa que a veces se vuelve loco y a veces finge como una Barbie desconsolada. Ballotelli combina la camisa de fuerzas con la genialidad, Pepe la mezcla con una violenta sobreactuación. La locura de pepe no tiene la técnica suficiente como para ser considerado uno de los mejores en nuestra época y tampoco contiene la dureza necesaria para haber destacado un tiempo atrás. Tan solo protagoniza una hipócrita obra de teatro incluso poco  recomendable para mayores de 18 años.
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