José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


29 de septiembre de 2012

Zidane no es Karanka

John Fitzgerald Kennedy afirmó en varias ocasiones que “Decidas lo que decidas, el 20% de las personas estará en contra”. Sin embargo el propio presidente norteamericano no tuvo presente estas palabras en varias de sus más importantes decisiones. Algunos asesores de la CIA le dijeron que armase a un grupo paramilitar de exiliados cubanos y que tras apoyarlos militarmente en la sombra invadirían Bahía de Cochinos, el resto del pueblo cubano le seguiría porque idolatraban la figura de Kennedy. Ninguno de sus asesores políticos se atrevió a negar en su presencia la adulación del pueblo cubano hacia Kennedy y él no reparó en la existencia soterrada del 20% disconforme que habría de existir necesariamente. Pocos días después, Fidel Castro le mostró la realidad. Probablemente si Kennedy hubiese tenido entre sus asesores a Zinedine Zidane no hubiese pasado ese mal trago. Porque el ex futbolista galo no es un adulador, lisonjero, halagador, adulón, zalamero, cobista, obsequioso, melifluo, meloso, carantoñero, alabancero, embelecador, lagotero, panegirista, pelota, pelotillero, tiralevitas, lavacaras o un simple lameculos.



La ventaja del francés radica en su historia como futbolista y en su cuenta corriente. Sin duda, el hecho de tener el futuro asegurado para cinco vidas no da la felicidad pero permite saborear un amplio abanico de libertad. Su propia figura le libera según para qué cosas ante la opción de decir NO. Karanka no ha tenido tanta suerte durante su carrera deportiva y en el desarrollo de su mito personal como para formar parte de ese 20% que tiene las santas agallas de replicar un no a la cara de su jefe.

Cuando José Mourinho contrató a Zidane para que formase parte de ese difuso y nuevo organigrama del Real Madrid, lo hizo con la firme convicción de que el ídolo francés estamparía su firma al pie del contrato con la misma docilidad con que lo hizo Aitor Karanka. Mourinho como Kennedy se equivocó. La diferencia entre un personaje y otro es que Zidane quiere seguir siendo alguien y Karanka quiere ser algo, aunque aún no se sabe qué.

Los encantos de Mourinho llegan hasta donde pueden llegar unos libros de autoayuda comprados en el rastro a precio de saldo. Con Karanka puede que sirva, pero desde un principio era previsible que de poco iba a servir  con el ex futbolista francés un recetario psicológico tan primario como el que habitualmente utiliza el técnico luso con el resto de su entorno. Difícilmente Zizou tendría la tentación de plegarse sobre una alfombra roja ante los caprichos de un técnico tan desorientado como alejado de los principios futbolísticos del ex jugador madridista. Lejos de la furia que a veces mostraba en los terrenos de juego, de aquel Zidane aún queda la clase que se ha empeñado en desplegar también fuera del campo.

Mourinho se equivocaba si pensaba que el astro francés se iba a meter en medio de cinco micros para criticar el futbol culé, las actuaciones arbitrales, la gestión de su compatriota al mando de la Uefa o iba a repetir cabezazo sustituyendo a Materazzi por Guardiola. Qué se puede esperar de un tío que tiene la humildad de afirmar que el pase de Roberto Carlos en la final de Champions 2002 ante el Leverkusen fue medio gol tras tener que hacer una volea majestuosa y enviar el balón a la escuadra. Este tipo de declaraciones solo quieren decir que la persona de Zidane está incluso por encima de su mito.

Cuando el Real Madrid decidió, a pase de Mourinho, incluir a Zidane en su estructura, todo el mundo se preguntaba qué labor podría desempeñar el francés si carecía de experiencia técnica y se desconocían sus virtudes psicológicas. A Día de hoy y ante el alejamiento cada vez más evidente con respecto a Mourinho, ya sabemos una cosa al menos: A Zizou no le gustan  los métodos ni las formas del portugués. Zidane es un mito, una leyenda viviente, un as de este deporte, un potro indomable que a estas alturas tiene los principios y los recursos suficientes como para no seguir corriendo tras un fajo de billetes sujetos con un palo delante de sus narices. Antes de salirle las alas, el crack galo ya ha decidido volar en solitario y alejado de la sombra del técnico porugués.

Mourinho siempre ha pensado en Zidane como en una estupenda catana que en tiempos de paz sirve de adorno y úsese cuando plazca a elección del guerrillero cuando sea necesario. Pensaba en el francés como el que piensa en un escudo, en un colchón para la caída de Valdano, un juguete de oro arrojadizo a la cara de los enemigos, otra marioneta más. El problema empieza cuando el juguete parece que piensa y encima tiene mayor leyenda y es más carismático que el propio jugador. Todo esto no es más que el resultado de querer aplicar en el Real Madrid un método que utilizó en el Inter y que sirvió de pura casualidad, Olegario Benquerença mediante. La simplicidad del método le permite que sea fácilmente transportable de un lugar a otro porque se sostiene con sota, caballo y rey. El problema viene cuando te dice NO el Rey. Hasta que no se demuestre lo contrario, Zidane es el Rey.
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