Algunos en Televisión Española le conocen como el Georgie Dann de las exclusivas, por asumir como propia la inmediatez ajena, otros le bautizaron
como Gerardo futbolero por considerarle, con el decálogo del gremio en la mano,
el peor periodista deportivo de España y yo he decidido que hoy voy a manchar
la tinta de mi blog para presentarles a José Pedrerol, el tipo que se cansó de
ser pobre y perdió la “P” de su nombre.
27 de febrero de 2014
25 de febrero de 2014
Sandro Rosell y los 40 millones
Lo que está ocurriendo en el Barcelona solo puede deberse a que está
gestionado por administradores más preocupados por las arrugas de su corbata y
por mantener su peso ideal que por preservar el nombre de la institución a la
que representan. La administración de sus egos ha sido tan pésima como cada una
de las decisiones que han tomado. Este grupo de advenedizos electos heredaron
el mejor equipo del mundo y el mejor club en lo que va de siglo. La junta
directiva precedente consiguió reunir sin insultantes alardes bancarios al
grupo de futbolistas más impresionante que este deporte ha visto en toda su
historia, culerizó el club hasta las cloacas y arriesgando su propia reputación
con una demostración de valentía absoluta y convencimiento supremo otorgó la
dirección del equipo a un joven de treinta y siete años. Laporta remodeló el
resto de secciones deportivas de la entidad y consiguió contagiar de filosofía
blaugrana a cada uno de los deportistas que se enfundaban la camiseta con el
escudo azulgrana independientemente del deporte que dominasen. Convirtió al
Fútbol Club Barcelona en un equipo ganador y modélico allá adonde llevase su autobús
e hizo ponerse en pie al aficionado más reacio de cualquier estamento deportivo
cada vez que se ponía en marcha la sinfonía del himno culé.
24 de febrero de 2014
El fútbol enlatado
Xavi no estaba en el terreno de juego pero parecía haber corrido diez
kilómetros seguidos, aunque eso con Martino es imposible, su piel parecía
sudorosa aunque realmente estaba impoluta, las cuencas de los ojos pronunciadas
y la mirada perdida en el infinito, como quien mira sin ver nada porque todo su
semblante se centra en sus pensamientos. La palidez de su cara, el hieratismo
de sus pupilas mirando al césped le delataban, jamás recordará lo que vio en
ese instante, sino lo que pensó, estaba aterrorizado, incrédulo, por primera
vez había perdido el control de lo que estaba pasando.
19 de febrero de 2014
Ayer Mourinho
Un escalofrío recorrió los cimientos del fútbol europeo cuando la bola
del Fútbol Club Barcelona quedó emparejada con la del Manchester City en el
sorteo para los octavos de final de la Europa Champions League. El motivo parecía
estar justificado, los ingleses reventaron el pasado mes de Diciembre el
Allianz Arena batiendo al equipo que más terror ha distribuido el último año en
el continente, el Bayern de Pep Guardiola.
12 de febrero de 2014
Ellos nunca juegan en casa
Nadie le pide un autógrafo ni nadie asiste al campo para verle, jamás se
besa el escudo cuando acierta porque dicen que nunca lo hace. No lleva un número
en la espalda pero lleva toda la presión sobre sus hombros. Sus apellidos jamás
se olvidan cuando acaban los partidos. A veces me pregunto quién lavará su
ropa, si alguien la planchará con el mimo suficiente de no quemar el escudo de
la Real Federación Española de Fútbol y si alguien estampará un beso en el
cristal de su coche antes de su partida a los infiernos que se desatan los
fines de semana en cualquier ciudad de España. O si por el contrario manda por
mensajería la ropa a una lavandería desde un campo de concentración
deshumanizado, oscuro como su existencia y carente de contacto con el resto del
mundo. Me resulta casi imposible imaginarme a un árbitro español esbozando una
sonrisa ante sus hijos, apreciando un cuento de Julio Cortázar o mirando un
viejo álbum familiar con lágrimas en los ojos. Es imposible que alguien pueda
encontrar la felicidad vestido de negro con
un silbato en la boca porque ellos siempre se equivocan. El arbitraje es un
hábito irreversible que nunca encuentra hueco para la misericordia ajena, un
acto de sodomía absoluta y notoria ante toda la sociedad.
Aquel que decide practicar el arbitraje futbolístico en este país está
destinado a declinar todos sus derechos y virtudes que le igualaban como ser
humano al resto de hombres antes de tomar la decisión. Quien se agarra a un
silbato pierde su derecho al honor, a no ser insultado, menospreciado o calumniado, renuncia a las
pocas esperanzas que cualquier ser humano tiene de ser medianamente feliz
desarrollando su vocación. Es la única figura pública desamparada por la
constitución y marginada por las leyes democráticas más elementales.
El árbitro español desempeña dos funciones, una accesoria y otra básica.
La función accesoria consiste en interpretar un reglamento ambiguo y en sortear
los engaños y reclamaciones de 22 jóvenes millonarios carentes de educación en
la mayoría de los casos y repletos de egoísmo en casi todos. La función social
comienza justo cuando acaba el partido, pues se convierte en un aliviador de
traumas comunitarios y en un fetiche de la falsa virilidad. Aquellos que les
critican sustituyendo argumentos por
insultos y empatía por odio, desfiguran su civismo y la poca valentía que
consumen con el tibio objetivo de vencer al rival más débil después de que su
idea haya fracasado con el rival más fuerte, el equipo contrario. Aquellos que
siembran la duda del error arbitral consciente son los verdugos inconscientes
del propio deporte al que adulan y del que viven. Son los propietarios de los
susurros que se clavan en nuestra mente para recordarnos que todo es mentira cada
vez que nuestras expectativas deportivas no se cumplen. Son los que se refugian
constantemente en el axioma de que la culpa es del diferente, del frágil, del
árbitro. El enemigo es el solitario, el marginado, el que trota por el césped
como un toro por la plaza alejado del campo.
Al árbitro… Al árbitro le han amputado el principio de autoridad y le han
colgado la etiqueta de vulnerabilidad. Continúan indefensos por motivos
puristas en aquellas instituciones que les dirigen y por la legislación que
debería ampararles. No se les permite arrancarse las mordazas que le han
situado en un estatus anacrónico y se les niega el derecho a rechazar el
ultraje y la falsedad. Aquellos que analizan públicamente sus actuaciones, y
que en la mayoría de ocasiones desconocen el reglamento, han desterrado el sentido común de sus
análisis y aplican la injusticia a quienes deben aplicar la justicia. Lo único que se
puede decir a estas alturas de quien arbitra es que lo ha hecho mal o no decir
nada. Que ningún árbitro espere que sus errores sean condonados por sus
aciertos porque ya se les presupone que todos son unos hijos de… nadie, carecen
de familia porque son autómatas sin derecho a equivocarse.
Esos incomprendidos de negro a los que les intuimos aceite lubricante en
lugar de desodorante y voltios en lugar de plasma, tienen familia, amigos, ojos
y oídos. El árbitro siempre juega fuera de casa, por eso a veces me pregunto si
alguien le dará un abrazo en su partida, lavará su ropa o la planchará con mimo
para no quemar el escudo de la Real Federación Española de Fútbol.
4 de febrero de 2014
Los que cruzan la calle sin mirar
Los gránulos se empiezan a deslizar lentamente por el reloj de arena para
Miguel Ángel Ayza Gámez. No hay vuelta atrás, nadie podrá pararlo, descenderá
esta temporada de categoría, lo dijo anoche Enrique Marqués en su programa
nocturno. Siempre he admirado esas dotes ocultistas en algunos periodistas, esa
capacidad de hacer del futuro presente, el dominio de la cábala en el plató de
televisión y de convertir su información en ley. Jamás vi a Octavio Aceves por
la universidad, quizás impartiese cátedra en otra facultad de periodismo. Y no
es por criticar a esos mensajeros del futuro agarrados a un micrófono, pero si
yo tuviese esa habilidad aprehendida, también la usaría para rescatar del
futuro los hechos venideros para compartirlo con los lectores en el presente; pero
si yo hubiese podido cursar ese máster masónico, creo que emplearía todos mis
esfuerzos en avisar a mis lectores de tragedias venideras en sus vidas. Es una
auténtica pena que Enrique Marqués haya dedicado su dilatada carrera al mundo
del deporte y no a la meteorología, podría prevenirnos de nevadas, inundaciones
o sequías, podría sustituir en carne y hueso el conflictivo protocolo de Kioto
por el protocolo de Florentino.
2 de febrero de 2014
El fútbol español se hace adulto
Dicen que los viejos futboleros que no han sido bautizados con apodo no
son de fiar. Luis Aragonés tenía dos: Zapatones y el Sabio de Hortaleza. Se fue
el más grande según el mejor, y lo dice despojado de compromisos, desde
Alemania. Nadie sabrá cuando se aleje su féretro en el tiempo si Aragonés fue
el más grande, lo que está clarísimo es que fue único. Se disuelve de una
atacada una especie en extinción que entendía el fútbol en su estado más puro,
el último ramalazo que coleó de aquellos balones cosidos con cuerdas y solo un
par de botas de recambio. Se desprende de la retina aquel fútbol jugado a voces
y entendido bajo humedades en los vestuarios, Aragonés se lleva consigo esa
parte del fútbol profesional con aroma a artimañas antiguas y a barrio.
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