José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


15 de enero de 2013

A lomos de “Il cavaliere”


Desde hace mucho tiempo, quizás desde que Mourinho se marchase de Inglaterra impulsado por el pico de la bota de Abramovich, tengo una duda razonable sobre la reputación que dejó el técnico luso en la isla del fútbol. Su trayectoria en Italia, aunque más cercana en el tiempo, es menos conocida en su faceta doméstica pero muy interpretable por su repercusión internacional. Desde que Mourinho defecó su firma en el contrato con el Real Madrid no han sido pocas las ocasiones en que ha manifestado su deseo de volver algún día al fútbol inglés. Así mismo, cada vez que ha tenido la oportunidad, ha destacado las virtudes de la Premier y ha destacado los lazos sentimentales que le unen a una forma de ver este deporte por parte de sus inventores. A Mourinho, hasta el momento, solo se le conoce un romance verdadero: El fútbol británico. La duda razonable que me surge es si ese amor es en realidad obsesión, o si de ser realmente amor se puede entender como un amor correspondido. La liga inglesa es bella por naturaleza y lo es porque batalla día tras día por mantenerse en su estado natural y primitivo. No se podía esperar menos de un sitio donde sus jueces aún llevan pelucas blancas con rulos desde hace tres siglos y sus edificios siguen manteniendo un estilo colonial.