Aquellos que consideren los problemas burocráticos del Barcelona como el
resultado de una conspiración engendrada desde Madrid, están dando categoría de
veracidad posible a las conspiraciones opuestas. La existencia del Villarato y
demás abusos de poder y juego sucio de los que ha sido acusado el club catalán en
los últimos años podrían encontrar un espacio regado con el beneficio de la
duda si se sigue alimentando desde la ciudad condal la teoría de la
conspiración o la mano blanca contra el futuro de la entidad. Si aceptamos que
el grado de putrefacción del mundo del fútbol y la justicia llega al extremo de
pensar que Florentino Pérez aprieta la corbata de Blatter o invita a cafés en
la Audiencia Nacional y la Agencia Tributaria, también deberíamos considerar la
posibilidad de que el Barcelona tenga un poder recíproco en la UEFA, la RFEF o
los tribunales catalanes. A falta de pruebas y de lógica democrática en sendos
casos, el sentido común solo puede conducir a rechazar ambas teorías por la
ausencia de la evidencia.