José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


3 de mayo de 2012

El septimo mandamiento y la liga 32

El día caía lentamente sobre aquel valle aunque aún quedaba una hora de luz. La sombra clara de la luna empezaba a desplazarse con prisa en la misma dirección del sol que alimentaba de claridad los campos, los ríos y los árboles. En apenas unos minutos, aquel minúsculo e inoportuno astro cruzó su camino para apoderarse del día y del color, regalando sombras y oscuridad en honor a una noche pasajera de verano. Había empezado el eclipse de luna que tanto tiempo andaban esperando.
La Santa catedral del fútbol español fue testigo forzoso en la noche de ayer de cómo Murinho era ayudado por el Real Madrid a conseguir el séptimo campeonato de liga en toda su carrera. La pegada del Real Madrid se impuso con claridad a un Athletic desconocido y acostumbrado a jugar contra equipos que le llegan más pero que le marcan menos. Partido feo y aburrido, que siempre estuvo supeditado a la superioridad madridista en la pegada de los metros finales. Cuando el equipo Vasco se quiso atar los cordones antes de remangarse las medias inclinados sobre sus rodillas, ya habían visto a Cristiano fallar otro penalti y a Higuaín perforar la escuadra de Iraizoz.
Además de poner otra muesca en el revólver del entrenador portugués, el partido en la catedral puso a Benzemá en el banquillo y a Higuaín en mitad del escaparate del fútbol Europeo. Al Madrid, que de delanteros anda sobrado, parece que esta vez también le sobra Higuaín, quien preso de un secreto a voces que recorre el trayecto Madrid-Paris, parece estar más dispuesto que nunca a acabar con su calvario técnico y económico cambiando el retiro por los campos Elíseos, que supone el camino casi contrario al que hace tres años recorrió el propio Benzemá.
Ozil en el minuto 19 y Cristiano Ronaldo en el segundo tiempo pusieron la puntilla a un encuentro y a un campeonato de liga sin más historia que la que se quiera recordar. Por eso Guardiola lanzó desde una de sus últimas ruedas de prensa una bomba de racimo sobre la legitimidad de un título cosechado por Mourinho así así a base de goles, trabajo y polémicas arbitrales. El entrenador Catalán no quiso sacar de la báscula y aligerar el peso del triunfo madridista todas las polémicas arbitrales que en unos parecen tan lejanas y que a otros les interesa no olvidar. Como corolario a la liga, Guardiola felicitó y no olvidó sin necesidad de citar una serie de sucesos paranormales que a lo largo del campeonato se han apoderado de árbitros y silbatos. No sé si justamente o no, no sé si sin decoro o con derecho, créanme que lo he pensado pero no lo sé, el técnico catalán ha devuelto el guante de la sospecha arbitral al séptimo trofeo de Mourinho. Se intercambian por tanto los papeles entre aficiones porque mientras unos beberán durante un tiempo de una copa arañada por las teorías conspiratorias y arbitrales, los otros se encargarán de recordar continuamente la parte agria del trofeo con la única intención de que el sorbo más dulce se convierta en más amargo.  
En estos momentos, y en mitad del triunfo,  el Real Madrid tiene una ardua tarea por delante de enjuague de boca, cepillado de dientes y lavado de cara. Las razones de la desaprobación vasca ante el triunfo madridista hay que buscarlas en el empeño del entrenador portugués y de su séquito de admiradores sedientos de idearios absurdos, empeñados desde hace tiempo en embarrar la competición, rodearla de sospechas y despojarla de virtudes. A estas alturas Mourinho gana la misma liga que previamente se encargó de manchar, de menospreciar  y ningunear. Por eso se puede comprender que desde Barcelona no vayan a hacer muchos esfuerzos en limpiar y rellenar de admiración un trofeo que el ya campeón se encargó de manchar previamente. Nada más lejos de la realidad, Guardiola muere matando con el mismo veneno fabricado por el portugués y que ahora sirve con un embudo transparente en la vasija de oro de su eterno rival.
Mientras Mourinho cambiaba el dedo en el ojo por siete dedos agrupados ante los ojos del mundo, Cristiano Ronaldo se alejaba de la bota de oro y del resto de aficiones a golpes de cortes de mangas y malgastando su reputación con gestos que pocas veces son invitados a una celebración.
La fuente de los triunfos madridistas, depurada de veneno por el seno merengue vivirá otra noche mágica para celebrar el séptimo título de Mourinho y por parte del pseudomadridismo la merecida consecución del trofeo 32 con unos números que superan a las dudas y que dejan la única tarea de poderlos aumentar en una liga de mierda que deja a Del Nido y al Sevillismo bajo la bota del Betis que en un derbi tan menospreciado como intenso bajo los pies de despeñaperros, despeñan al Sevilla muy lejos de la Uefa y encumbran al Betis por encima de su eterno rival dando un guantazo sin manos a un presidente bocazas que pregonó prepotencia mientras se cura en humildad.