El saldo institucional que le queda al FC Barcelona tras acabar la
presente temporada solo es comparable a un descenso a segunda división. El
saldo deportivo es el que es, no ha bajado a segunda pero sí ha sido segundo en
liga, segundo en copa y cuartofinalistas en Champions. La visión que la actual
junta directiva se ha encargado de propagar entre los diferentes medios de
comunicación catalanes es que la culpa principal de todo la tiene la
plantilla. De ahí el uso de la expresión “renovación profunda” que se ha
divulgado públicamente. La renovación profunda de la que habla Bartomeu no es
más que otro eufemismo para hacer el menos ruido posible en los despachos.
Cuando cambias al entrenador, rescatas canteranos repartidos por el mundo, se
caen varias vacas sagradas del club y deslizas la posibilidad de
realizar 7 u 8 fichajes de forma inminente tras un fracaso apabullante, sería
más conveniente pronunciar la palabra revolución para definir tales decisiones.
El Barcelona anuncia una tranquilizadora renovación, mientras en la
mente del aficionado se refleja una inquietante revolución.