Dicen que los viejos futboleros que no han sido bautizados con apodo no
son de fiar. Luis Aragonés tenía dos: Zapatones y el Sabio de Hortaleza. Se fue
el más grande según el mejor, y lo dice despojado de compromisos, desde
Alemania. Nadie sabrá cuando se aleje su féretro en el tiempo si Aragonés fue
el más grande, lo que está clarísimo es que fue único. Se disuelve de una
atacada una especie en extinción que entendía el fútbol en su estado más puro,
el último ramalazo que coleó de aquellos balones cosidos con cuerdas y solo un
par de botas de recambio. Se desprende de la retina aquel fútbol jugado a voces
y entendido bajo humedades en los vestuarios, Aragonés se lleva consigo esa
parte del fútbol profesional con aroma a artimañas antiguas y a barrio.
Se lleva el elogio de quienes antes lo criticaron y logra mantenerlo en
aquellos que siempre lo elogiaron. Se marcha sin apenas tiempo pero lo hace con
un reloj de madera hecho por los tontos que nunca lo entendieron entre aquel
mundial de Alemania y la Eurocopa que conquistó. Se aleja lentamente y se
acerca a dios, aquel mismo dios que en aquellas semifinales se decantó por
nosotros porque Rusia es atea y porque aquella noche de verano la selección
española nos regaló el mejor partido de toda su historia. Se va con los
pantalones subidos y las botas puestas para dejarnos un equipo en lugar de una
selección.
En nuestra memoria colectiva yacerá el hombre que arrancó los complejos
deportivos de un país arropado con un grueso manto de pesimismo. El único que
supo doblegar la autoestima Alemana e invertir nuestro destino a golpe de
valentía y a fuerza de convicciones. Aquel hombre es el mismo que ayer se nos
fue, el mismo que bajó al vestuario tras aquel mundial para reducir a cenizas
las hegemonías heredadas por la gracia de dios e imponer la meritocracia con la
gracia de Luis. Cambió, como el que cambia un cromo de su época, aristocracia
por meritocracia, Pollo “sexado” por caviar, pesimismo por confianza, deseo por
realidad. Cambió la selección por la roja, la furia (no explicada por Menotti) por
el pase, y maquilló en nuestra frente la
palabra perdedor con la precisión de quien solo pudo estar destinado a ganar y
ganar y volver a ganar.
El fútbol español se hace adulto porque a los jóvenes no se les mueren
los padres y hoy se va uno de ellos. Desaparece su cuerpo presente pero delega
en cada uno de nosotros su pasado. Nos deja dos porterías, un trozo de césped y
un balón de cuero para enseñarnos que cualquiera puede jugar como quiera y que
las finales que él disputa se ganan pero no se juegan.
El paso de las horas no arrebatan ni un solo detalle de aquella figura
solitaria, espigada, inconfundible, de aquella mano humeante agarrada a un
pitillo, de aquella cabeza agachada porque el olor a hierba le encandilaba.
Paradojas de la vida que se diluyen en la duda por recordar con una sonrisa y
aprecio a un desconocido que decía más veces “vete a tomar por culo que buenos
días”. La piel de un viejo camaleón que enseñaba lo que quería y ocultaba lo
que debía, un cordero con piel de lobo aunque jamás lo admitiría, que mezclaba
la acidez de sus palabras con las arrugas de sus sonrisas.
La leucemia le mató pero jamás consintió que le mintiera, se fue muy
alejado de ser cura y Gatusso se queda sin ser una referencia, se habrá
marchado sin querer irse, se habrá agarrado con un brazo a la vida mientras con
el otro habrá zarandeado a la muerte para decirle cara a cara en su último
aliento: “míreme a los ojitos”.
Muy bonito si señor, enhorabuena
ResponderEliminarEl elogio más bonito que se ha escrito sobre Luis. Me ha emocionado, lo reconozco. Me ha hecho llorar. Luis Aragonés es uno de los referentes de mi infancia, y tú le has hecho el homenaje que se merece. ¡Gracias!
ResponderEliminarGran elogio para el mas grande!! Siempre Luis!! GRACIAS!!!
ResponderEliminarA Luis Aragonés no se le ha hecho justicia en vida. Desde este mismo blog no me he cansado de repetir la importancia que ha tenido para el fútbol nacional. Merece el reconocimiento popular que a veces no encontró en los medios de comunicación.
ResponderEliminar¡Muy bueno, José Carlos! Efectivamente has puesto el corazón, además de un buen rato de dedos...
ResponderEliminarPienso que Luis es el único personaje del mundo del fútbol español que ha pasado por encima de todas las presiones que pueden existir y ha hecho con la selección lo que le ha parecido mejor. ¡Y tenía razón! Aunque fuera un cascarrabias o sus formas resultaran "originales" y sirvieran para dar carnaza a la prensa que necesitaba cargárselo para que su amado Raúl estuviera en la selección.
Sólo desde que Raúl vio los partidos por la tele hemos sido capaces de hacer otro fútbol. Del Bosque no hubiera hecho esa revolución. ¡Gracias, Luis, por todo!
Magníficas palabras. Mi enhorabuena por un artículo tan tan bueno. Un saludo.
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