José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


21 de enero de 2014

Se sabe imputado



A estas alturas, si Laporta fuese el presidente del Fútbol Club Barcelona ya le hubiese tapado la boca a Eduardo Inda y se hubiese ido de fiesta con su mujer, si la ocasión lo merece y si llevase razón. Sin embargo la gestión del club catalán se encuentra en manos de Rosell, un hombre diferente con una personalidad simple, un amante de la falsa compostura y un admirador en la intimidad de la gestión madridista. En el tiempo que Sandro Rosell y su junta llevan gobernando los designios del Barcelona han despojado al club de su trofeo más importante conquistado recientemente: Seguir su propio camino. Han convertido a la entidad exactamente en lo contrario de lo que se desarrolla en el terreno de juego. Mientras deportivamente el equipo blaugrana muestra un descaro manifiesto en su vocación ofensiva y desarrolla su ideario futbolístico sin tapujos y de forma desenfadada, la parte burocrática culé aún no se ha sacudido esos complejos de inferioridad que años atrás habían definido al club históricamente. Rosell camina en sentido opuesto al que hasta hace un tiempo parecía caminar su club. Al contrario que en el césped, donde ataca hasta el portero, más allá de los vestuarios la consigna parece tener una única vocación, la defensiva y timorata.