Hablo de juego
y no de resultado. La historia de este partido resume perfectamente el presente
y el que puede ser el futuro del combinado nacional. Francia nos cedió el balón
durante el primer tiempo y España se empeñó en creerse que el rival no podía
robárselo. Mientras los franceses nos regalaron el esférico, Xabi Alonso fue el
jugador más nombrado del encuentro, pases cortos a medio metro con apoyo
continuo e incrustado entre los centrales. Algún cambio de sentido y una gran
aportación defensiva fueron el bagaje completo del tolosano. Posición bajo el
punto de mira porque era la primera vez que jugaba un partido en serio de medio
centro sin el apoyo de otro jugador como Busquets o el madridista Khedira en su
club. Mientras los franceses decidían si querían ser gallos o gallinas,
Alonso gobernó la salida de balón y trenzó el juego de la selección, sin mucho
ritmo pero con poca pausa. Cuando el conjunto galo se inclinó por jugar al
futbol, intentó marcar, ordenó el centro del campo e intentó elaborar juego, la
aportación de Alonso fue harina de otro costal. La selección se envenenó con su
propia medicina y acabó siendo arrollada ante la mirada atónita de los desorientados
centrocampistas españoles. Mientras Alonso no era capaz de volver a tomarle el
pulso a un partido roto, Del Bosque seguía tomando las decisiones menos
acertadas. Un fallo de Cesc en el primer tiempo desde los once metros y otro de
Juanfran con el tiempo reglamentario cumplido propició un contra ataque francés
para que Giroud igualase el resultado.