José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


11 de marzo de 2014

La pareja de Shakira



Piqué siempre fue sobre el terreno de juego una versión inteligente de Sergio Ramos. La diferencia más abrumadora entre ambos centrales no se refleja en su capacidad intelectual, sino en su antagonismo ante las metas que cada uno hasta el momento se había planteado. Un quiero y no puedo luchando en la distancia contra un puedo pero no quiero. Mientras el defensa madridista pretende representar lo que por cuestiones genéticas e históricas nunca llegará a ser, el defensa azulgrana parece rechazar lo que el destino y sus posibilidades innatas le tenían reservado. Mientras uno aporta exclusivamente su fuerza de voluntad, el otro está arriesgándolo absolutamente todo al escurridizo talento. Lo que sirve en Madrid no tiene porqué ser necesariamente útil en Barcelona a pesar de que ambas entidades siempre andan a codazos en las cimas Europeas. Un año después de que Guardiola rescatase a Piqué del ostracismo inglés, lo recuerdo como un central con una talla imponente, una figura exquisita con un toque de centrocampista y una limpieza apabullante en sus acciones defensivas. Era una bala en el corte y una roca en el choque, técnicamente inmejorable para su puesto y tácticamente sobresaliente bajo las indicaciones de Puyol. Ser defensa en el Barcelona es más complicado que ser delantero y no suponía una locura afirmar que quien veía jugar a Piqué, efectivamente, recordaba a Beckenbauer. Acaparaba absolutamente todos los requisitos para convertirse en un futbolista legendario como lo fueron los de otras épocas.