Xavi no estaba en el terreno de juego pero parecía haber corrido diez
kilómetros seguidos, aunque eso con Martino es imposible, su piel parecía
sudorosa aunque realmente estaba impoluta, las cuencas de los ojos pronunciadas
y la mirada perdida en el infinito, como quien mira sin ver nada porque todo su
semblante se centra en sus pensamientos. La palidez de su cara, el hieratismo
de sus pupilas mirando al césped le delataban, jamás recordará lo que vio en
ese instante, sino lo que pensó, estaba aterrorizado, incrédulo, por primera
vez había perdido el control de lo que estaba pasando.