Acabó el partido en el Cam Nou y los jugadores
culés desfilaban serios hacia el túnel de vestuarios. No eran momentos para
sonrisas, pero tampoco desprendían demasiada preocupación. Parecía que hubiesen
perdido la liga hacía meses, como si los dos puntos arañados por el Getafe tuviesen
la misma importancia que un amistoso de agosto. La bocana iba engullendo lentamente
la imagen de los futbolistas azulgranas sin sobresaltos y sin agobios. Demasiado
cansancio acumulado a lo largo de una temporada repugnante para un equipo que
no ha recibido ayuda desde fuera y que solo ha recibido palos desde dentro. Los
ojos de los futbolistas culés no muestran absolutamente nada, están vacíos como
sus deseos y agrietados como sus esperanzas. La plantilla ya sabe a estas horas
que una liga más o menos no cambiará absolutamente nada, el trofeo es solo un
trozo de metal, la reputación no se puede recuperar en dos partidos.