El Barcelona
ha perdido dos partidos consecutivos y ya se empieza a hablar de Xavi Hernández
en pasado. Xavi ha sido uno de los mejores… Xavi fue… Xavi supuso… Xavi nos dio…
Su nombre yace junto a su fútbol ante una corona de flores a los pies de los
medios de comunicación que actúan de oficiantes ¡Sentaos! Como si ya no hubiese
marcha atrás acaban de introducir sus botas de fútbol en una caja de madera
dispuesta para ser enterrada. La última bendición cae sobre su recuerdo con el
dedo índice del oficiante dibujando una cruz gestual en el aire ¡Descanse en
paz! El olor a fútbol empieza a dejar paso al olor a incienso, las campanas han
dejado de repicar junto a la imagen del futbolista culé. Las manos de los
incautos se deslizan por la soga que cuelga del campanario con una pausa
solemne y mirada de frenesí. Doblan las campanas y lo hacen por otro mito muerto.
Acaba de llegar el féretro a las redacciones ¡Poneos en pie!
La autopsia
de su juego revela un motivo incoherente: Su edad, sus piernas, su hambre de
gloria. Como si alguna vez su fútbol hubiese dependido más de sus piernas que
de su cerebro, más de sus esfuerzos que de su visión, más del giro de sus
tobillos que del giro imperturbable de su cuello.
Tan solo el propio
Xavi puede removerse en su tumba encolada con mentiras para demostrar a todos
que aún puede gritar con sus pies la palabra fútbol. El juego de Xavi que
siempre fue encumbrado por la paciencia de su ritmo ahora es traicionado desde
fuera por la impaciencia del momento. Algunos indolentes de la honestidad
continúan sin inmutarse a sabiendas de que confunden un oscuro deseo con la pura
y mera realidad. Los simplistas de este santo deporte que caminan agarrados al
crucifijo de quien marca gol es bueno y quien no lo marca no lo es, ya han
dictado su apresurado veredictico.
Xavi muere
por momentos pero no se enfrenta a la muerte en soledad. Lo quieren matar con
las botas de fútbol puestas como a Iniesta. Extraña coincidencia que no salpica
la posibilidad de buscar el olor a muerte en otro sitio. Al centro del campo
más impresionante de la historia se le para el reloj el mismo día y a la misma
hora. El simplismo analítico vuelve a retorcer la verdad en favor de la idea
básica de despojar al fútbol de su parte colectiva. El deporte favorito vuelve
a ser la caza del individuo para aquellos que reparten la idea de gol igual a
bueno, no gol igual a malo. Quien tiene piernas se equivoca pero no quien solo
tiene boca.
La realidad
del Barcelona es mucho más preocupante que la mentira sobre Xavi Hernández. Las
campanas no están doblando por Xavi, sino por un estilo de juego que ha sido
traicionado por su propio entrenador. El conjunto azulgrana está repleto de
centrocampistas pero su centrocampismo se apaga como una colilla bajo el pie de
Martino. Empiezan a ser improductivos
jugadores engendrados para una filosofía de juego porque simplemente ahora no
existe. Martino es más simple que todo eso de lo que hablaba Guardiola y aún extiende
recetas Johan Cruyff. Sus gestos en la banda le delatan, sus aspavientos como
su impaciencia se traslada al césped con la idea geométrica de que la línea
recta es el camino más corto aunque menos gratificante. Poner el balón en los
pies de Messi, Neymar o Alexis es el objetivo y hacerlo rápido parece esencial.
Poner balones largos desde la defensa es menos peligroso y más rápido. Por eso
juega Piqué y Mascherano en detrimento de Bartra y por ese mismo motivo Xavi e
Iniesta empiezan a sujetar cada vez con más firmeza el cartel de prescindibles para
esta causa ¡Son prescindibles y bajitos, entiérrenles! Martino ha hecho del
recurso final en forma de voleón la auténtica voluntad de juego. El pase largo
para sobrepasar a Xavi. Lo que muere en el Barcelona no es xavi o Iniesta, lo
que realmente agoniza en el juego culé es la posición que ocupan.