Sé perfectamente que el antónimo de épica no es autocrítica, pero si trasladamos el contenido semántico de tal palabra al entorno futbolístico vivido en la actualidad, bien podríamos otorgarle a la épica madridista la némesis de la autocrítica culé.
El fútbol
club Barcelona venció anoche con tantos apuros como discreción a un Spartak de
Moscú confeccionado por el genial Emery para dar disgustos al Barcelona el
mayor número de minutos posibles. Ayer no logró la victoria ni el empate, pero
alcanzó su mínimo objetivo posible, poner en vilo el alma culé durante la
última media hora. Fue un partido muy similar al que disputó el Real Madrid
hace dos días frente a un rival con más nombre pero que acabó reducido al mismo
nivel del conjunto ruso por la cobardía de su entrenador. Qué partido platearía
Emery en el Bernabéu o en al Camp Nou si tuviese en su plantilla el potencial
que tiene el conjunto inglés.