Lo que está ocurriendo en el Barcelona solo puede deberse a que está
gestionado por administradores más preocupados por las arrugas de su corbata y
por mantener su peso ideal que por preservar el nombre de la institución a la
que representan. La administración de sus egos ha sido tan pésima como cada una
de las decisiones que han tomado. Este grupo de advenedizos electos heredaron
el mejor equipo del mundo y el mejor club en lo que va de siglo. La junta
directiva precedente consiguió reunir sin insultantes alardes bancarios al
grupo de futbolistas más impresionante que este deporte ha visto en toda su
historia, culerizó el club hasta las cloacas y arriesgando su propia reputación
con una demostración de valentía absoluta y convencimiento supremo otorgó la
dirección del equipo a un joven de treinta y siete años. Laporta remodeló el
resto de secciones deportivas de la entidad y consiguió contagiar de filosofía
blaugrana a cada uno de los deportistas que se enfundaban la camiseta con el
escudo azulgrana independientemente del deporte que dominasen. Convirtió al
Fútbol Club Barcelona en un equipo ganador y modélico allá adonde llevase su autobús
e hizo ponerse en pie al aficionado más reacio de cualquier estamento deportivo
cada vez que se ponía en marcha la sinfonía del himno culé.
Rosell heredó el mejor equipo de la historia, el más grande futbolista de
todos los tiempos, el mejor cuerpo técnico del mundo y una estructura deportiva
ejemplar que regaba con victorias a todas las secciones del club. Y todo ello
construido desde las propias tripas de la casa. Laporta incluso se atrevió a mancharse
su camisa de seda destapando un nido de corrupción informativa al que bautizó
como “caverna mediática”, se enfrentó a sus propios socios, al Real Madrid, a los
medios de comunicación y disipó a sus enemigos internos a base de títulos. Rosell
heredó todo eso pero no heredó ni el carisma, ni el talento, ni la valentía, ni
la claridad de ideas de su predecesor. Lo único que tenía que hacer el nuevo
presidente era poner “Qatar Fundation” en la camiseta del equipo para solventar
la deuda dejada por Laporta y disfrutar del mandato sin ni siquiera tener que
mover una estantería en las oficinas del estadio.
Pero no, la vanidad es un pecado irresistible, un imán que parece
atraerte a la gloria pero que siempre te lleva al exilio. Rosell nunca estuvo
dispuesto a afrontar el papel que le había reservado la coyuntura del momento de
pasar a la historia como un jarrón chino sentado en el palco del Camp Nou.
Primero despreció al que en ese momento era el presidente de honor y persona
más importante de la historia del club, retiró en un acto bananero el título que hacía justicia al comportamiento
de Johan Cruyff con la institución. Posteriormente pretendió limar el éxito de
la anterior junta directiva en un acto de cobardía sin precedentes tirándoles una
denuncia ante la justicia y escondiendo su propia mano ante los socios. Precipitó, un par de
años antes de tiempo, la marcha de Guardiola y rompió ese magnífico cuerpo
técnico en mil pedazos, que a la postre disfruta casi al completo de una estabilidad
ganada a pulso en Alemania; Consiguió lo
que no consiguieron ni los medios de comunicación afines al Madrid ni Mourinho,
cabrear a Guardiola que se enfrentaba solitario a una guerra contra su equipo sin
precedentes dominada por la infamia, la injuria y el cinismo, mientras Rosell
estrechaba la mano de Florentino Pérez con alarmantes alardes de diplomacia en
los restaurantes madrileños. Doblegó su propia responsabilidad eligiendo como técnico
al paraguas protector de Tito Vilanova al que enseñó una oferta irrechazable a
sabiendas de su delicada situación. Como no podía ser de otra manera, al final el técnico acabó vendiendo parte de
su salud al diablo. Aseguró su decisión porque sabía que nadie se atrevería a
criticar al elegido por motivos más sentimentales que puramente deportivos. Facilitó
la erosión de la amistad entre Guardiola y Vilanova y traicionó las ilusiones
de Eric Abidal, al que se le dio el pan pero se le negó la sal.
Pasado todo esto, del Barcelona de Laporta solo queda el estilo de juego,
pero Rosell remató la presencia de su viejo enemigo fichando a un entrenador con
escaso apego filosófico por la antonomasia moderna del club. Ha fichado a un
entrenador que duda demasiado entre si debe cambiar las cosas o mantenerlas.
El mandato de Rosell ha estado salpicado desde el inicio por las dudas y
por la adopción de posiciones antagónicas, como si tomase las decisiones
dependiendo de la orientación de una veleta. Hubo momentos que no sabía si
catalanizar el club o españolizarlo, cuando la postura más lógica siempre ha
sido despolitizarlo. Depositó en los socios la decisión de denunciar a la
anterior junta directiva y respondió al Madrid con un ramo de flores cuando el
Madrid golpeaba a su entrenador y a sus figuras con un mazo de hierro. Le quitó
la correa en contadas ocasiones a Toni Freixa para responder a Mourinho y
delegó en las tripas de Guardiola la difícil tarea de afrontar todos los frentes.
Rosell ha conseguido lo que perseguía, pasar a la historia del club sin ser
un jarrón chino sentado en el palco para pasar a ser un jarrón roto fuera del
club. Se marchó muy a su estilo, sin casi decir adiós por si se equivocaba al
decirlo. Dejó al Barcelona en manos de varios sospechosos comunes y con una
crisis de imagen intolerable. Su espíritu continúa en el club porque los que se
quedan comparten los mismos miedos a la Audiencia Nacional que a los propios
socios. Como no saben a quién mentir, miente sin distinciones, se miente a los aficionados
y al juez. Dejan en manos del enemigo un fusil cargado de argumentos para
atacar al club y omiten dar demasiadas explicaciones razonables por terror a
dar la razón al demandante con cada palabra que emane de su boca. Cuarenta millones separan al club de la verdad y lo dejan al margen de la legalidad. Pagando a
hacienda reconocen con sus actos los mismos pecados que niegan con las palabras. Asienten
desde las tripas del club ante la idea capitalina de que Neymar es el fichaje más caro de la historia
con tal de no retorcer sus más delicados argumentos. Esos mismos argumentos sin
cimientos que pretenden vender un salario disfrazado vulgarmente de traspaso,
aceptan sin rechistar la idea torticera de dejar barra libre en Madrid para
manejar las cifras a su antojo. Buscaron en las cloacas financieras la manera
de quedar bien con su propia historia y dejan a Neymar desnudo ante la
artillería enemiga y a Messi a punto de abrazarse a la etiqueta de pesetero.
Y habrá quien le ponga pegas al artículo. Al tiempo comlos cegatos se indignan.
ResponderEliminarmuy bueno, Rosell ha logrado que la gran mayoría cule eche de menos a laporta
ResponderEliminarA laporta le hecha de menos todo el mundo menos el madrilismo
ResponderEliminarPedazo de articulo. Mucha calidad.
ResponderEliminarMuy bueno, José Carlos. Tanto va el cántaro a la fuente... El equipo no puede quedar permanentemente al margen de tanta porquería como se vierte, y pasa lo que pasa: que resultan irreconocibles...
ResponderEliminarA mi me parece exagerado tanta halago a Laporta. Recordemos que estuvimos 2 años en blanco, que derrochó todo lo que pudo y más y que a punto estuvo de fichar a Mou. Ni unos son tan buenos ni los otros tan malos. Es fácil hablar a toro pasado.
ResponderEliminarRosell no me gusta nada, pero trajo a Ronaldinho y ahora a Neymar, en lo que a mi me parece una gran operación por más que en Madrid nos vendan su película. ¿Alguien cree que el Madrid lo habría fichado sin hacer la misma o peor ingeniería financiera? No era un fichaje normal porque había muchas partes implicadas en el asunto. Aquí lo explica muy bien Gay de Liébana: http://xurl.es/9ik46
Gracias por elaporte, muy interesante.
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