José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


8 de mayo de 2012

El penúltimo tango en Madrid

Intentaba recordar aquellos restos de pasto anidados en el hueco dejado por las ramas del sauce impermeable al frío, la lluvia y el aire arrasador. El agua calaba el aire mientras aquel diminuto pájaro blanquecino palpaba con su pico los olores y el cúmulo de sensaciones del regreso a casa. En medio de la lluvia emprendió el vuelo porque tuvo la certeza de que aquellas ramas no eran las suyas, aquellos restos no habían sido dejados por él y aquellas plumas incrustadas no lucían el color de sus alas.
Gonzalo Higuaín podría estar viviendo sus últimas horas en el Real Madrid si se confirman, no los rumores, sino todos los presentimientos que rodean su situación en los últimos tiempos. Probablemente, madridista desde pequeño, se marchará de la casa blanca pero no se desprenderá de su estela merengue que le acompañó desde que era un niño. Se trata de una de esas comunes paradojas que atormentan el fútbol cada día y que se muestran a los ojos de todos cada final de temporada. Jugador con sentimientos claros hacia unos colores, intenta besar otro escudo.
 Ante situaciones tan aparatosas como esta, conviene preguntarse cuáles son los motivos que inducen la conducta de una persona a abandonar el objetivo de toda su vida por acariciar otro aliciente diferente. El intercambio de sueños está claramente representado por el Real Madrid y el París Saint Germain, sin embargo y a pesar de su ascendencia francesa, parece bastante claro que el equipo galo nunca fue una aspiración para el jugador argentino y en realidad nunca fue una meta para ningún futbolista de élite en Europa hasta que un árabe regó el equipo de parís con un puñado de petrodólares. Si Higuaín no deja un sueño por otro, lo único razonable sería pensar que el Real Madrid se ha convertido para el Pipa, si no en una pesadilla, sí en un mal sueño del que parece quererse  despertar. Y la mejor forma de despertarse es hacerlo a la sombra de la que fue su cuna, la Torre Eiffel,  con un tango de fondo y una casa empapelada con el símbolo del dólar.
La larguísima carrera de un chico tan precoz en una entidad tan difícil y competitiva como es el Real Madrid, solo puede entenderse si nos centramos en aspectos como el sacrificio, la lucha, el oportunismo y la adaptación. Desde que este joven argentino pisó la casa blanca con tan solo 18 años, se ha tenido que enfrentar a las situaciones más adversas a una edad muy complicada, donde en una sola tarde se decide si eres cine o eres gallina. Higuaín no ha disfrutado en el Madrid de periodo de formación ni de adaptación porque la exigencia desde el inicio siempre ha sido tan enorme que no ha tenido tiempo para la posturita y la vanidad. Ha superado lesiones, ha ganado la partida a otros jugadores en su misma posición, ha puesto en evidencia a entrenadores y secretarios técnicos y ha repartido lecciones de entrega y superación una temporada tras otra. Un caso raro lo de este chico porque no se puede dar más por menos y al mismo tiempo estar continuamente en el ojo de las insidias mediáticas porque a algunos señores se les ha antojado decir que tiene poca técnica y poco estilo para este equipo. El único refugio que Higuaín ha encontrado durante todo este tiempo, y no siempre, ha sido el que le ha ofrecido la antaño soberana afición del Real Madrid. Quizás el manto de la protección que en este momento le proporciona la masa merengue, es el más fiel salvoconducto para alcanzar su felicidad aquí y esquivar cobardes mensajeros mediático que dicen lo mismo de antes pero esta vez sin decirlo.
Es imposible que Gonzalo Higuaín se sienta valorado en un equipo que le da menos por más con respecto a otros y en el que adolece de padrino porque pertenece a una camada de jugadores en peligro de extinción. Sin duda, este jugador llegó al real Madrid en el lugar correcto pero en el momento equivocado. Pocos son los jugadores que quedan de la era Calderón y menos son los ya apestados por una persecución tan disimulada como silenciosa que el actual presidente merengue mantiene con todo lo que no huela a su poderosa billetera. Florentino Pérez mantiene una guerra contra la sensatez en virtud de un odio visceral contra su antecesor y eterno enemigo por esculpir a su antojo la historia de la casa blanca. Cómo va a consentir que el Real Madrid triunfe con aromas que aún huelan a Ramón Calderón. Ya Mourinho y su representante Jorge Mendes se han beneficiado en varias ocasiones y lo seguirán haciendo de la guerra particular de Florentino por borrar el nombre de su antecesor de la historia madridista. A nadie se le ocurriría reforzar el lateral izquierdo con 30 millones y un cigarro cuando el que lo defiende es un tipo que no fuma y que se llama Marcelo. Sin embargo, el brasileño es polilla que huele a etapa anterior y por tanto disfruta de una nula protección.

Porque aún con mucho ruido, nadie podrá negar a Calderón que con menos recursos a su disposición consiguió más. Por eso el señor Pérez refuerza con mucha más paciencia sus decisiones que las adoptadas por el anterior en una enfermiza obsesión por convertir el Madrid en un club que huela a cualquier cosa pero con su perfume de autor, que brille a cualquier cosa pero con su luz cegadora y que desprenda únicamente lo que le sugiere a él aún a riesgo de convertir la entidad en una mala copia de su ACS original. Actual dueño del cortijo, lo fumiga a su antojo caprichoso y no quiere polillas que no sean las de él. A los ojos del presidente, que solo ha despegado su trasero de un asiento por la emoción que le inspiró su crisálida francesa en Lyon, y al igual que Marcelo, Higuaín también porta la etiqueta de polizonte desechable.