José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


27 de abril de 2012

La última lección y la primera decisión

Al cumplir los 14, a un joven le regalaron un caballo, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué maravilla, el muchacho tiene un caballo! Y maestro zen dijo: "Ya se verá". Dos años después se rompió la pierna al caer del caballo, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué terrible! Y el maestro zen dijo: Ya se verá. Entonces estalló la guerra y todos los jóvenes fueron al frente menos el chico que tenía la pierna destrozada, y todos en la aldea dijeron: ¡Qué maravilla! Y el maestro zen dijo: Ya se verá…
La última decisión de Pep Guardiola no ha tenido por objetivo mostrar al mundo otro  majestuoso repertorio táctico, sino que ha sabido transmitir una nueva lección de honestidad, sabiduría y compromiso. Supongo que en estos momentos los culés sentirán ese pequeño vacío, ese mismo que suelen dejar amargas despedidas a sabiendas de que el que se va lo hace bajo su propia decisión. Nadie ha obligado al técnico culé a poner tierra de por medio entre su devociones y sus emociones. Hay muchas formas de ser especial y Guardiola durante estos cuatro años ha decidido serlo agarrando la bandera del respeto, la cercanía, la inteligencia y la honradez.
Tras las primeras horas desde el anuncio de su marcha ya empiezan a salir de la alcantarilla los primeros personajes empeñados en hacer creer a todo el mundo que lo blanco es gris y lo negro porqué no. Comienzan a verse los primeros mártires de sus propias mordazas frotando de forma impulsiva la despedida de un técnico con una reputación tan clara como intachable para intentar sacar un rastro de porquería y posteriormente poderlo denunciar. De ahora en adelante Pep descansará pero será difícil que se libre aún en su casa de la ración vírica diaria que algunos continuarán vertiendo sobre su persona y sobre su profesionalidad. Tan cercana como la rueda de prensa quedaron igual de lejos los fantasmas pasajeros de malísimas relaciones con jugadores, adorador del diablo de Cruyff, buscador de cheques en blanco, quemador de vacas sagradas, cobarde temeroso de salidas por la puerta de emergencia y no sé cuantas cosas más. Supongo que la sencillez de sus decisiones son puestas en tela de juicio porque se hace difícil creer para algunos que alguien tan exitoso pueda guiarse por paradigmas tan mundanos como es la búsqueda de la tranquilidad bajo el cobijo del descaso. Pues el motivo final ha sido tan feliz como simple y natural, una persona como cualquier otra buscando su propia felicidad.
Se va una un tipo tan irrepetible como retornable para una filosofía de fútbol que ha conseguido la admiración del planeta y también ha conseguido proponer un juego admirable más allá de las fronteras culés. Se va quien ha conseguido domar un juego indomable y además lo ha hecho de una forma tan respetuosa como bella,  tan limpia como elogiable.  Se va Guardiola, y se va recostado en la cima del éxito, con trece títulos bajo el brazo y con la mejor corona de laurel que nadie como él sabrá apreciar, el reconocimiento del mundo entero y el mundo entero aplaudiendo su estancia al tiempo que lamenta su partida.
No podemos acercarnos a la gratitud culé sin olvidarnos del rival, porque no hay mayor prestigio que el reconocimiento tácito y paradójico del enemigo cuando celebra la marcha de su peor pesadilla en mitad de la ambigüedad que genera el odio y la admiración. Tampoco es cuestión de vallar la Cibeles porque el universo merengue tiene sus propias inquietudes aunque siempre cruzadas, pero es hoy un buen día para galopar sobre el caballo blanco con una bandera reseñada con la palabra  alivio.
Se marcha Pep y en una decisión tan inesperada como lógica, Tito Vilanova recoge el testigo de una forma de entender el fútbol que asegura las ideas en el Camp Nou y espanta mal entendidos por ser la primera elección de la junta directiva del club catalán. Bautismo de fuego de Sandro Rosell en el mundo de las grandes decisiones al frente del Barcelona. Hoy, sí hoy, comienza una nueva andadura para Vilanova y para Rosell, uno que empezará a sentir el enfoque de la cámara y la presión; el otro comienza como presidente a dejar de vivir bajo los réditos de las decisiones de Laporta. El Barcelona se agarra a este ciclo y encuentra sin buscarlo el entrenador más lógico para intentar alcanzar los éxitos de la misma manera, pero  con una mano diferente. No sabemos si será bueno o malo, o si es pronto para él, o simplemente si tendrá suerte, yo lo único que recuerdo es que todos decían lo mismo cuando empezó Pep.
Se pone en pausa la guerra Mou-Pep que a buen seguro continuará no sé si en China o Afganistán, si dentro de un año o de diez o si desde un club o una selección nacional. Nacidos para matarse, Mourinho pierde por el momento a su antagonista, al mismo al que tanto ha provocado y  al que seguramente en su próxima rueda de prensa elogiará. Desde hoy Tito ya no es Pito, y tampoco Tito es Pep, que tenga cuidado Mourinho, porque desde el día del dedo en el ojo, sabemos que Vilanova, no se corta en responder.