Parece
increíble que el Madridismo esté viviendo en este momento las semanas más
convulsas de los últimos años. Ni cuando encajaron cinco goles en el Camp Nou,
ni tan siquiera cuando fueron eliminados por el Alcorcón en copa o por el Lyon
en Champions bajo el mando de Manuel Pellegrini, el conjunto de Concha Espina
se resintió tanto como lo está haciendo en estos momentos. Hay un título de
liga en la mochila y la última supercopa de España aún no ha recogido ni una
mota de polvo en la vitrina, pero hay
desórdenes en el vestuario merengue, sin duda lo más peligroso para un grupo
humano que desarrolle cualquier actividad en equipo. El aficionado madridista
empieza a interpretar que ocho puntos de ventaja a favor del Barcelona en liga
no dan para tanto y por consiguiente hay algo que no funciona bien en el sancta
sanctorum del Bernabéu. Quien no quiera ver que no mire, pero es muy evidente que
varios jugadores del Real Madrid empiezan a estar cansados de la figura de su
técnico, de sus manías, de su acusaciones, de su exculpaciones y de una
filosofía mediocre que bien podría adquirirse en cualquier mercadillo del “rastro”
a un precio razonable.