José Carlos del Coso: Esta es mi opinión y afortunadamente solo tengo una. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.


25 de abril de 2012

No se vayan todavía… Aunque ya no hay más

Acertó entre la penumbra a alcanzar la copa de vino, mientras una leve brisa acariciaba su cara. Volvió a dejar la copa sobre la mesa e inclinó su cara hacia el telescopio situado a un palmo de sus ojos. Mientras tanto, el cielo se dejaba observar, seducir y mostraba su hermosa figura rodeado por un manto de estrellas. En ese momento se alinearon los astros.

Ayer le salió al Barcelona todo al revés para que el Chelsea sin embargo de forma merecida disfrute la próxima final de Champions. Es muy difícil buscar justificaciones en un deporte, que como en la vida, está tambien sujeto a los caprichosos designios de la divina providencia. Se demuestra que el fútbol no es matemáticas y que las estadísticas tan solo sirven para perder el tiempo en un mundo tan bello como paradójico. El nuevo formato de la Champions se refugia de los campeones y mima año tras año a cualquier aspirante que se precie. ¿Pudo hacer más el Barcelona? No lo sé. Lo único que acierto a tener claro es que esta Champions, como la liga, en ningún momento ha querido ser poseída por el Barça. Esta competición europea es la más grande por ser tan arbitraria e inesperada, por repartir bofetones a los lenguaraces y por renegar de una quiniela en la que nadie acertaría el pleno al quince por muchas apuestas que se atreviesen a malgastar.

El Barcelona lo tuvo todo para ganar el partido, sin embargo la suerte le volvió la espalda, o no, sino que simplemente no supo manejar la poca precisión que requiere este deporte. No sé si los culés sufrieron en sus carnes la fuerza del destino o una nube de palos producto del desatino. No se le puede pedir más a un equipo que ha desafiado continuamente, y lo seguirá haciendo, los deseos de un dios rebelde e indomable llamado balón. Desde aquí quiero expresar mis felicitaciones a esos adoradores del fútbol rácano que aún a estas horas estarán brindado sin cava porque una vez más se ha demostrado que también es fútbol jugar a la italiana y que además con esa filosofía se puede vencer aunque no convencer.

Siempre he pensado que para que el Barcelona pierda un partido se necesitan tres condiciones: Que el Barça no esté excelso, que el rival se cierre atrás y que la suerte repalta mal. Ayer se alinearon los tres.

El Chelsea hizo lo que pudo hacer y con eso le bastó, porque si al contrario fuese el Barcelona el que se quedase con diez y tuviese el resultado a favor siendo inferior, no duden de que también tendría la tentación de acabar el partido a la Italiana. El Fútbol devolvió al Chelsea la suerte que aquel año le robó en una fatídica noche, para ellos, el día del Iniestazo. Un solo hombre, Drogba, tuvo la gallardía y el talento suficiente como para plantarle cara a una de las defensas más eficientes del mundo. El Chelsea desarrolló un planteamiento defensivo que solo se puede sacar del armario en contadas ocasiones y en este caso, bien que lo lució. Gracias a dios por no permitir que siempre gane el mejor y permitir que el deporte más apasionante del mundo no se vuelva tan aburrido como un asiento contable o la puesta en marcha de un aspersor.

Quien se para a comprobar las casualidades del fútbol, podrá observar muchas entre esta semifinal perdida por el Barça y aquella otra que perdió ante el Inter. Italianos e ingleses vestidos de blanco, jugando gran parte del partido con uno menos, el Barcelona fallando varias ocasiones y las precipitaciones finales. Después de aquella semifinal que encumbró a Mourinho, al año siguiente, el año pasado, el Barcelona volvió a ganar la Copa de Europa casi con el mismo equipo ante el Manchester. Por eso me cuesta pensar que algunos ya quieran desintegrar a un conjunto que ha llegado a semifinales y que por muy poco no ha conseguido la final. Sin embargo, entre casualidad y casualidad, hay una que no se da, concretamente el final. Ayer no hubo aspersores sino una ovación tremenda a los jugadores culés, un dato importante si tenemos en cuenta que solo hace unos años el sosi blaugrana se hubiese deslizado hasta las salidas del estadio con el puro apagado y en silencio total.

Es una pena para el fútbol patrio y para el fútbol mundial que nos ha privado del verdadero, esta vez sí, auténtico partido no del siglo, sino de la historia con Barcelona y Madrid en una misma final de esta magnitud. El Real Madrid tendrá mañana la posibilidad de disputar el cetro del fútbol mundial, pero no ha de bastar con ganar a los alemanes ganando sin jugar.