El vestuario
del Real Madrid empieza a dar muestras más que evidentes del hartazgo que
supone aguantar la personalidad de Mourinho. Mientras el técnico justifica sus
decisiones por el hecho de que muchos futbolistas no se están dejando la piel,
Sergio Ramos se deja la piel en el campo y según se vio el pasado domingo
también se la dejó en el vestuario tras el descanso. Sustituyó su epidermis por
el 10 de Ozil.
Sergio Ramos
no está cuestionando las decisiones técnicas de su entrenador, está
cuestionando sus formas y está poniendo en tela de juicio su aptitud para
resolver problemas sociales y personales. Ozil no ha variado un ápice su
actitud ni tan si quiera su aptitud. Desde que firmo su contrato con el Real
Madrid goza de las mismas virtudes y sufre los mismos defectos. La virtud de la
clase y el defecto de la sangre. El Alemán no está en el conjunto merengue por
sus dotes de lucha, no fue fichado para bregar, sino para embriagar. Dos años
después de aterrizar en la casa blanca solo ha cambiado una cosa: En principio
se decía que el técnico luso utilizaba las ruedas de prensa para quitar presión
a sus jugadores, ahora las utiliza para ajusticiarlos públicamente. Como quien
no quiere la cosa, Mourinho se limita a resolver los problemas del equipo
distribuyendo culpas y evitando disculpas. No me sorprendería que un día
sustituyese en sala de prensa su chándal Adidas por una toga y el micro por una
maza para pedir silencio en la sala. Mourinho ha cogido la peligrosa manía de
empeñarse en ser juez y buscar culpables, omitiendo el hecho de que no es nada
ético ser juez y a la vez parte.