De aquel Barcelona que construyó Guardiola para asombrar al mundo unos
años atrás solo queda el recuerdo y Leo Messi. La primera parte que ofreció
ayer el conjunto catalán en el estadio del Levante podría catalogarse como el
fútbol con peores intenciones que ha desarrollado el Barcelona en el último
lustro. Martino, en un hecho que ya cuenta con algunos precedentes, en súbita
decisión, decidió ordenar al equipo tácticamente para flanquear la muralla
levantina por las bandas. Como si el conjunto valenciano tuviese una defensa
compuesta por enanos y el Barcelona poseyese un delantero centro gigantesco. La
cuestión es que el medio campo blaugrana lleva el balón a donde quiere, Martino
mediante, y en el primer tiempo lo llevó a los extremos, a Tello, a Pedro, a
Adriano o Alves. Jugadores que consumen demasiado espacio para la ocasión. Ahí
se acababa la fiesta porque a cada centro culé, la zaga levantina respondía con
una sonrisa. Centros aéreos sin convicción y con ausencia de tentativas de remate fueron el
resultado.
El máximo acercamiento que el entrenador argentino había tenido con ese
tipo de juego se limitaba a mezclar juego de toque y juego de bandas. Abrir el
cerrojo es el eterno problema del Barcelona que ni tan siquiera Guardiola en su
mayor lucidez pudo despejar con automatismos. Un problema serio y prolongado
nunca puede resolverse con una solución tan simple: Centren a la olla y rematen
a la portería. Como si el fútbol se rigiese en términos cuantitativos al pensar
que si centras tres veces más que el rival marcarás el triple de goles. El
entramado azulgrana es mucho más complicado que todo eso, porque tras cada
decisión táctica ha de ocultarse la preservación de un estilo único e
irremplazable. Guardiola ha hecho mucho daño a sus sucesores, porque tras su
marcha, por este orden, al entrenador de turno se le exige jugar bien, se le
exige ganar y además ha de hacerlo todo de una forma determinada. De nada sirve
abrir la lata a martillazos improvisados, pues todo lo que ocurre en el terreno
de juego ha de ser previamente diseñado y posteriormente ejecutado. A los
admiradores de este tipo de juego les gusta conocer la finalidad de cada acción
en el césped y además les apetece identificar una seña de identidad en cada
toque de balón. En definitiva, desean conocer el objetivo de cada variable,
desean degustar un fútbol diseccionado hasta el tuétano.
El aficionado culé pertenece a la clase alta del fútbol europeo porque
solo se conmueve en aquellos santuarios donde se degusta caviar hasta en la
taza del váter. Si a estas alturas Martino pretende enseñarle el bocadillo de
calamares admirado en otros recintos para tantearlo, significa que carece de
cualquier apego por su reputación y por el puesto que ocupa. Lo de la primera
parte de ayer fue una nueva pérdida de tiempo, fue volver a recorrer la
peregrinación táctica que en líneas generales descarta del Bosque con el grueso
de los mismos jugadores, y la misma peregrinación que Guardiola o Vilanova
descartaron en cinco minutos. Martino atormentó al equipo sin doblar su mano durante
cuarenta y cinco minutos seguidos. Sin duda se trata de un auténtico aviso de
traición a todo aquello que postulaba en el mes de agosto enfundado en su polo
verde pistacho al inicio de temporada. Demasiada desconfianza para ponerse
aquel polo en pleno mes de enero, demasiados prejuicios tallados en la retina o
demasiada reticencia a insintir hasta las últimas consecuencias en aquello que
él mismo no ha creado.
La presencia de los extremos en cada alineación culé supone un señuelo
porque es una cuestión geográfica: Abrir defensas para descongestionar la zona
central. Los extremos se sacrifican sin balón para ver jugar a Messi en modo
desencadenado como demostró en el segundo tiempo. Martino rectificó la
antonomasia del equipo y Messi se lució con siete asistencias antológicas de
las que cuatro acabaron en gol. Es la diferencia de caminos: Jugar para que
Tello centre al área o jugar para que Messi haga lo que su pié izquierdo desee.
MESSI es consciente, sabe perfectamente que, retrasando su posición ante defensas tan herméticas, puede organizar, dirigir y distribuir juego gracias a su visión de juego y gran clase. La calidad técnica hace el resto. Obviamente para que los pases al espacio y en profundidad sean eficaces, se necesitan extremos con velocidad y desmarque. En este caso Tello ha aprovechado los "regalos" de Messi al 100%. Con el paso del tiempo, Messi acabará jugando en esa posición. Será el cerebro del equipo y seguirá marcando las diferencias. Sobre el césped sigue demostrando cada partido quien es el mejor jugador de todos los tiempos. Saludos
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