Aquellos que consideren los problemas burocráticos del Barcelona como el
resultado de una conspiración engendrada desde Madrid, están dando categoría de
veracidad posible a las conspiraciones opuestas. La existencia del Villarato y
demás abusos de poder y juego sucio de los que ha sido acusado el club catalán en
los últimos años podrían encontrar un espacio regado con el beneficio de la
duda si se sigue alimentando desde la ciudad condal la teoría de la
conspiración o la mano blanca contra el futuro de la entidad. Si aceptamos que
el grado de putrefacción del mundo del fútbol y la justicia llega al extremo de
pensar que Florentino Pérez aprieta la corbata de Blatter o invita a cafés en
la Audiencia Nacional y la Agencia Tributaria, también deberíamos considerar la
posibilidad de que el Barcelona tenga un poder recíproco en la UEFA, la RFEF o
los tribunales catalanes. A falta de pruebas y de lógica democrática en sendos
casos, el sentido común solo puede conducir a rechazar ambas teorías por la
ausencia de la evidencia.
La base de la paranoia culé se basa en el axioma de que no puede ser
casualidad que tantas desventuras rodeen al club en tan escaso margen temporal.
Los problemas de Messi con hacienda han de considerarse una cuestión exógena al
propio club, pero la denuncia de irregularidades en el fichaje de Neymar y la
política de traspasos internacionales en las categorías inferiores del
Barcelona encuentran un punto de conexión irrefutable: Ambas circunstancias han
sido provocadas por la lamentable gestión de esta Junta Directiva. Si el
aficionado culé quiere escrutar la dosis de casualidad que corresponde a estos
hechos, debería llegar a la conclusión de que no puede ser casualidad que todas
las tormentas se hayan desatado bajo el mandato de los mismos ejecutivos.
El Barcelona está exhibiendo en los últimos meses el mismo rosario de
justificaciones que el Real Madrid ha divulgado en los últimos años. Mientras el
madridismo más recalcitrante, incluidos entrenadores, futbolistas y presidente en
la sombra justificaban sus debacles deportivas en el poder absoluto culé fuera
del campo; el barcelonismo más inocente ha comprado de forma gratuita la teoría
deslizada por su propia junta directiva de que todos sus males se deben a
artimañas exógenas impulsadas desde Madrid. Durante mucho tiempo, Florentino
Pérez ha convencido a sus somnolientos socios de que su gestión está
inversamente relacionada con las humillaciones deportivas, de la misma forma
que José María Bartomeu intenta desvincular su gestión burocrática de los
problemas institucionales que acosan a la entidad. La realidad madridista está
claramente expresada sobre el césped, la culé se halla constatada en los
documentos de sus gestiones.
Florentino Pérez debe ser actualmente el hombre más feliz del mundo, pues
no debe haber acto más gratificante para un devorador de poderes como él, que
ser considerado el destructor necesario de la reputación azulgrana. No serían
pocos los aficionados madridistas radicalizados que se lamentarían al comprobar
que su adorado presidente nada ha tenido que ver en las heridas institucionales
blaugranas. El Real Madrid ha demostrado a lo largo de la historia que en su
genética el hecho de ganar a cualquier precio, ya sea en el campo o fuera de
él, ocupa el rango máximo de las aspiraciones. Por tanto, una posible influencia
de su cuerpo directivo en las cloacas del fútbol no solo estaría justificada,
sino que lejos de ser reprendida más bien debería ser aplaudida.
La posición reglamentaria de la FIFA en la cuestión que afecta a la
contratación de menores no puede considerarse menos que de intachable. Un
espejo cristalino donde el resto de instituciones y conglomerados empresariales
han de mirarse para erradicar la explotación laboral de los más desprotegidos.
La regla persigue el objetivo de sacrificar los sueños de unos pocos niños para
favorecer las circunstancias de millones. Si Bartomeu, en otro acto de cinismo
puro quiere convencernos a estas alturas de que el objetivo principal de la
Masía es formar hombres en lugar de jugadores, debería fichar a etíopes
desnutridos en lugar de suecos o coreanos acaudalados. Sería de idiotas pensar
que Messi hubiese sido expulsado de las instalaciones blaugranas porque fuese
incapaz de situar el río Volga en un mapa geofísico. De igual modo es
impensable considerar que esta junta directiva ha sido incapaz de seguir una
norma con un espíritu tan simple y comprender un mensaje tan universal como es
el hecho de que con los niños no se juega.
Solo me queda aplaudir esta obra maestra plas plas plas
ResponderEliminarno puedes escribir un puto articulo sin mencionar al madrid?
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El ínclito personaje
ResponderEliminaryo tb comprendo el espiritu de la norma pero la sancion me parece desproporcionada. si el madrid esta detras de todo esto esta en todo su derecho. esto es la guerraaaaaaa
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=LtiKXjfDMQM
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