Las decisiones tomadas por la junta directiva del Barcelona en el último
verano solo pueden inducirnos a pensar que la culpa de la mediocridad culé
la pasada temporada era de Villa, o bien era de Roura, quizás Abidal o incluso
de Thiago Alcántara si estiramos la ironía. En esos movimientos se basó
el diagnóstico culé para determinar la enfermedad de su plantilla tras haber
sido zarandeada por un Bayern de Munich sin Guardiola. La receta ha sido
simple, Neymar y un montón de problemas institucionales, Martino y un montón de
problemas deportivos.
El primer aviso alarmante que los aficionados culés deberían haber
escuchado fue la espantada del técnico de Sampedor. Leves sonidos que
lógicamente apenas son perceptibles por un sistema auditivo humano empapado
de sentimientos. Al fin y al cabo, los aficionados tienen derecho a
desplazar los pensamientos en beneficio de los sentimientos. Es natural que el
socio culé desee abrazarse al optimismo que un equipo como el blaugrana ha despertado
a base de proezas. Es lógico que quieran aferrarse a los recuerdos de una
plantilla que ha sido legendaria y observen con recelo cualquier movimiento
revolucionario. Todo eso es normal en cualquier aficionado barcelonista que se
precie, porque incluso hoy día, algunos quieren creer en este equipo como un
niño quiere creer en Papa Noel. Lo que parece poco habitual es que la junta
directiva, a la que se le presupone una condición profesional despojada de
fanatismo, se haya tapado los oídos porque le molestaba el ruido de la
alarma. Zubizarreta, un empleado burocrático y sin capacidad en el club,
desconectó la marcha de Guardiola con la arriesgada contratación de Tito Vilanova. Había señales de incendio y
la única solución que se les ocurrió para apagarlo fue desconectar el zumbido
de la molesta alarma.
Tito Vilanova solo fue un parche para tapar la hemorragia por la marcha Guardiola,
un sucedáneo con visado diplomático. Y Roura fue un parche de Vilanova. La
humillación que sufrió el Barcelona contra el Bayern de Munich, hizo saltar la
segunda señal. La auténtica apuesta basada exclusivamente en aspectos
deportivos, despojada del estigma guardiolista, ha sido el Tata Martino. El
técnico argentino simboliza el pensamiento futbolístico y directivo que esta
junta ha determinado para el futuro del club. Un técnico hierático en el
vestuario, dócil en las inmediaciones del palco y del que incluso el “Soci” desconocía
su existencia física hasta que aterrizó en el Prat. En la contratación
de Martino radica una decisión libre, sin ataduras ni presiones, sin
precipitaciones, limpia, meditada e impoluta. Podrían haber contratado a
cualquier técnico del mundo, independientemente de su raza, nacionalidad,
imagen o religión, pero escogieron a este. Un Jordi Roura con acento
argentino, con la misma apariencia, con similar personalidad y carencia de carisma,
pero con un desconocimiento absoluto de la filosofía deportiva culé, de la liga
española y un ideario táctico desconcertante. Traducido a la realidad, Rosell
basó su contratación en que este hombre había tenido un empacho de barcelonismo
por televisión.
Desde que sonó la tercera y última alarma en el Vicente Calderón, con
saldo de aviso por año, de Bartomeu no se ha visto ni la sombra de su silueta
en un medio de comunicación. Quizás no encuentre la manera de entroncar un
discurso sin pronunciar la palabra elecciones. Al menos de Sandro Rosell
ya no se recuerda ni la tonalidad de su voz. El partido de Granada quedará para
la historia como el día en el que se consumó la carbonización definitiva de
una plantilla legendaria a la que nadie auxilió con un extintor (según se
ha visto no era humo, era fuego). A la que nadie supo mimarla con golpes de
autoridad y a la que nadie pudo conservarla con una buena dosis de realidad.
Quedará en la Alhambra la desesperación
de Martino, su mediocridad táctica, su lejanía del sentido común y su impaciencia
porque todo acabe cuanto antes. Del partido de Granada quedará Xavi empapado
en formol, Tello calentando eternamente y Song desplazando a Busquets en
dos posiciones diferentes como Alexis desplaza a Pedro o como Messi es
desplazado por Cesc. Del día de Granada quedará la mala suerte de un partido
que merecieron ganar sin darse cuenta de que perdieron en el Sur porque hace ya
bastante tiempo que perdieron el Norte.
El Barca de este año jugaba mejor sin Messi. O por lo menos ganaba los partidos. Creo que el problema de la Messidependencia es que esta es tambien animica; si Messi esta displicente, todo el equipo desconecta.
ResponderEliminarEn primer lugar, me quito el sombrero con el artículo, felicidades. Y ahora comentar que lo que el barça necesita, yo creo, son elecciones. Para que la nueva junta ponga un director deportivo competente y con mano firme, así buscar en primer lugar un entrenador con carácter y planificar con él la siguiente temporada. Y por favor, que la nueva junta se dedique única y exclusivamente a sonreír en televisión y decir cosas q la gente quiera oir, dejen de hacer fichajes fuera de lugar como el de neymar o bale, hagamos fichajes como el de deco, villa, macherano...fichajes normales (sin mucho bombo) de grandes jugadores de equipo y por supuesto contar con la cantera y no dejar irse a jugadores como Thiago.....cuanto nos va a pesar esa "cagada" del amigo rosell
ResponderEliminarQuisiera puntualizar algunos aspectos:
ResponderEliminar- con Vilanova, el equipo ganó títulos, como la Liga del año pasado, con 100 puntos. Nada hacía presagiar esta debacle. No me parece que su elección fuera un parche, ya que conocía el club y a la plantilla a la perfección.
- si Vilanova no siguió fue debido a una desgracia que todos lamentamos. Se le pasó el testigo a Roura mientras el primero estuvo convaleciente. Todos lamentamos su recaída, y yo personalmente le deseo una total recuperación.
- tal y como están ahora las cosas, hay que sacar la escoba para barrer en todos los estamentos: desde algunos jugadores, al cuerpo técnico, sin olvidarnos de los directivos.
- anticipar elecciones podría ser un bálsamo que calmara las inquietudes actuales.