¿Qué pasaría si el Barcelona con el actual equipo que tiene, tuviese la
misma intensidad que tuvo ayer el Borussia Dortmund? Ya se lo anticipo yo, que
arrollaría a cualquier rival exceptuando al Bayern de Munich e incluyendo al
Atlético de Madrid. Si a la calidad individual de jugadores como Neymar, Messi,
Iniesta o Fábregas se les suministra la misma motivación que anoche demostraron
Reus o Lewandowski y se les reducen los espacios para presionar, estaríamos viendo
el mejor Barcelona de Guardiola. La principal diferencia entre este equipo y el
de hace unos años es que este solo corre cuando corre Messi, y el de antaño pasaba
incluso por encima del astro argentino. El conjunto catalán necesita volver a
imponer ese ritmo infatigable y colectivo que señala a aquellos futbolistas que se
toman un respiro en los partidos. Necesita presionar en ataque, correr más
rápido para correr menos. Volver a empujar desde la defensa a los
mediocampistas hacia la línea de presión y alejarlos del círculo central.
Volver a reducir el terreno de juego a las coordenadas donde el conjunto
catalán acumula el talento. Volver a ser un equipo donde la defensa ocupa el área
de los centrocampistas, y los centrocampistas comparten el espacio de los delanteros.
Si Messi corre, correrán los demás, si Messi presiona el resto también lo
hará. El principal déficit que el conjunto culé ha demostrado en los últimos
tiempos es la dependencia anímica del número diez. Hace ya mucho tiempo que
dejó de presionar ante las bastas praderas de la defensa rival y el resto de
compañeros se contagian de todo lo que él hace y de lo que el entrenador dice.
Recuerdo este mismo equipo desarrollar el mejor fútbol de la historia porque
tenía un equilibrio absoluto entre lo físico y lo técnico, entre lo anímico y
lo táctico. Para devolver a este conjunto la reputación que perdió, su
entrenador debe encontrar ese punto equidistante entre lo humano y lo divino,
entre la felicidad y el sufrimiento, entre la locura y la cordura.
Existe el falso recuerdo de que el Barcelona ganaba los partidos por su
cara bonita, como se dice en el argot futbolístico, sin bajarse del autobús. Comentaba
el técnico de entonces, comentaba Guardiola en una rueda de prensa que su
equipo “ganaba porque sus jugadores corrían más que los rivales”. Una verdad que
pocas veces se tiene en cuenta por la evidencia de su simpleza. Tras contemplar
ayer la lección de terror y convicción que los futbolistas alemanes
infringieron al Real Madrid, la sensación más perceptible es que actualmente
los delanteros blaugranas se han acomodado porque se les ha privado de trabajar en ataque sobre espacios reducidos. A veces los aficionados y los propios futbolistas
suelen olvidar que en fútbol el camino más corto no es necesariamente la línea recta, como
tantas veces ha demostrado el Barcelona y la selección, pero es físicamente
innegable que sí es más corto el que se hace más rápido.
En esta supuesta decadencia culé, que yo catalogaría más bien de cansancio
rutinario contra tanto espacio, se han malinterpretado los síntomas que la
provocan. Se ha traslado un problema ofensivo a la defensa por una falta de
riesgo, de motivación y de entrega, y un exceso de espacio en campo rival. Los
jugadores del conjunto azulgrana deben recuperar una fe que ha de canalizar primero
su propio entrenador. Todo el mundo se ha detenido en los centrales para
señalar los problemas defensivos del equipo, pero todo terremoto tiene su
epicentro más allá de donde se muestren las consecuencias. Todo es una cuestión
estadística, si al área azulgrana llegan los rivales tres veces más que hace un
par de años, sería lógico pensar que recibirán el triple de goles o sustos de
los que recibían antes. Guardiola convenció a sus delanteros de que ellos eran
la primera y la última línea de defensa en el equipo, de que más allá de su
línea de presión se extendía el abismo para sus compañeros. El resultado solía
ser que el conjunto adversario no pasaba con el balón controlado de su propio
centro del campo.
Para jugar a la filosofía culé sobre el terreno de juego y alcanzar la
excelencia, primero debes estar dispuesto a jugar a la ruleta rusa y me da la
sensación de que Martino no está por la labor de llevar un marcapasos en la
maleta. Los futbolistas corren más cuanto más miedo tienen a ser derrotados y
mantienen la concentración total cuando son conscientes de que perder el balón
podría significar el hundimiento. El Barcelona ha perdido la costumbre de jugar
los partidos sobre un alambre, ese estado de inquietud sobre el campo que te
obliga a pensar en que el más mínimo detalle podría ser mortal. Sus futbolistas
se han refugiado en el estímulo recurrente de que si el balón les sobrepasa hay
más compañeros a sus espaldas. Un exceso de confianza en las virtudes ajenas o
una carencia de compañerismo. En definitiva, una red cosida con hebras de hilo fino
porque entre menos riesgos se corren para ganar, más riesgos se corren para perder.
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Si ademas sabes que cuando no te sale el dia, el de negro te echa una mano (bueno, la mano la echan los del Barca y el otro no la ve) es normal acomodarse
ResponderEliminarEso es una estupides
ResponderEliminarPOR FIN TE HAS DECIDIDO A ABLAR ALGO DE FUTBOL NOSTENIAS MACHACADO CON LO DE LA FIFA Y ROSELL Y DEMAS.
ResponderEliminarLa edad de algunos jugadores del Barça y la falta de hambre por haberlo ganado todo es inevitable. Hoy comprobaremos como e Atlético tiene más ganas que el Barça y eso puede decantar la eliminatoria. Además los arbitrajes no ayudan en nada al estilo de juego del Barça, ya que se permite un exceso de contacto sin cumplir el reglamento.
ResponderEliminarLes recomiendo que no se pierdan esto: http://xurl.es/zviyc
estupidez, con z de precoz, zoquete, rebuznar, etc...
ResponderEliminar¿Los arbitrajes no ayudan al estilo del BarCa? ¿mas penalties? jodo...
ResponderEliminarEscribes tu muy bien pero para las tonterias que escribes mejor no escribir nada
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