Ángel Villar y "el rico" de Málaga

Majestuoso con la mirada hierática se zarandea de un lado a otro por las calles de Málaga repartiendo esperanza, misericordia y fe. Jesús “el rico”, así le llaman los fieles, tiene la capacidad real y divina de liberar a un preso de las cárceles provinciales de Málaga cada Miércoles Santo desde el siglo XVIII. Fue Carlos III, rey terrenal,  quien en 1756 escribió la orden para que la Hermandad pudiese ejecutar año tras año hasta nuestros días el indulto divino. Cuentan los libros polvorientos que ese mismo año la peste asoló la ciudad y solo los presos malagueños tuvieron la gallardía suficiente para escapar de sus barrotes, sacar al Cristo en estación de penitencia y regresar posteriormente a sus respectivas celdas. Varios días después, la peste en Málaga ya era historia. Desde entonces en la ciudad de la Costa del Sol un preso es liberado cada año al amparo de un brazo de madera divina que de forma articulada muestra su misericordia, indulto y perdón en la plaza de la Aduana ante la atenta mirada empañada en lágrimas de miles de malagueños y visitantes.

Veinticuatro años han pasado ya desde que Ángel María Villar asumiera la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol y más modesto él que el Cristo Jesús “el Rico” solo ofrece su indulto cada cuatro años, siempre que es reelegido como presidente. Villar posee potestades que hoy día solo están al alcance de lo divino en repúblicas bananeras como la nuestra. Si “El rico” que no ha sido elegido democráticamente puede indultar porqué no va a poder hacerlo un hombre como Villar que aunque gana sus reelecciones por imposiciones matemáticas siempre pone una urna de por medio ¿O alguien duda de que Villar es dios en nuestro fútbol? No sé si con carácter divino o al menos sobrehumano, el presidente de la federación de “fúrgol” se ha otorgado así mismo una serie de potestades que solo están al alcance de mitos religiosos, antiguos césares y reyes con sífilis del Medievo.

Liam Neeson en el papel de Schindler y Ralph Fiennes en el papel de Amon Goeth durante una secuencia de la película de Spielberg “la lista de Schindler” mantenían el siguiente diálogo:

Schindler: ¿Por qué tomas ese matarratas? Yo siempre te envío lo mejor. Un día de estos el hígado te va a explotar como una granada.
Amon (borracho): Entre más te miro... jamás te veo borracho. Eso es, eso es tener control. Control es poder. Eso es poder.
Schindler: ¿Es por eso por lo que nos temen?
Amon: Tenemos el poder de matar, por eso nos temen.
Schindler: Nos temen porque tenemos el poder de matar arbitrariamente. El hombre que comete un delito conoce el castigo. Ordenamos matarlo y nos sentimos bien. O lo hacemos nosotros y nos sentimos mejor. Pero eso no es poder, eso es justicia. Es diferente del poder. Poder es tener plena justificación para matar y no hacerlo.
Amon: ¿Crees que eso es poder?
Schindler: Es lo que los emperadores tenían. Un hombre que roba es llevado frente al emperador, arrepentido se arroja al suelo y suplica clemencia. El sabe que va a morir y el emperador perdona su vida. A ese miserable lo deja libre.
Amon: Creo que estas borracho.
Schindler (mirándolo fijamente): Eso es poder Amon. Eso es poder.
Amon (mirando a Schindler y levantando su mano con dos dedos alzados), dijo: Yo... te perdono. Jajajajajaja!.

Probablemente si Spilelberg conociese la situación de Villar hubiese cambiado el diálogo por otro más pragmático y seguro haciendo replicar a Schindler: <<Es lo que Villar tiene. Un hombre agrede a otro metiéndole el dedo en el ojo y es llevado frente al Presidente de la RFEF, no arrepentido justifica la agresión o niega la existencia de su víctima en una rueda de prensa, cambiándole el nombre y mofándose de él. El sabe que va a ser sancionado y el presidente le indulta. A ese miserable lo deja sin castigo>>.

Pero la realidad es que el poder de Villar es aún más amplio que el que tenían los emperadores pues en aquella época incivilizada y sin leyes escritas el pueblo aceptaba los caprichos de un gordo amanerado por miedo a perder su vida. En la actualidad, el poder despótico de un hombre que ni tan siquiera sabe pronunciar el nombre del deporte que caudilla con mano de santo y glúteos de hierro, es consentido a sabiendas de que lo único que se puede perder es tal vez una liga que no una vida. Ni tan siquiera el Cristo de Málaga, que no entro en aspectos religiosos y jurídicos, carece de la más mínima arbitrariedad pues la imagen libera a un preso por un motivo de hace tres siglos. Suma una secular tradición, superstición o llámenle como quiera y gratitud cargada de fe. Sin embargo Villar, por encima de la ley, la religión o la razón lima sus asperezas por poder descorchar una botella de Champán cada cuatro años tras su reelección.

Ese tipo de poder nos rodea y nos llama en cada esquina de nuestra sociedad, no es una situación autóctona del fútbol. Un banquero y un político quiebran un banco y arruinan el estado del bienestar de un país. En lugar de ser encarcelados son compensados con sumas incalculables a los pies de un finiquito millonario. La gracia de dios deja de tener gracia cuando es repartida por los hombres. En este caso, Villar que es hombre de “fúrgol” se marchita ante la carencia de gracia pero impone decisiones más cercanas a lo divino que a lo humano y más lejanas de la razón que del capricho. Salgamos a la calle con banderas de libertad porque ha llegado la democracia y el Rey ha indultado a nuestros presos. Gritemos piedad desde nuestras ventanas porque Villar ha vuelto a ser reelegido y los sancionados de nuestro fútbol serán perdonados por la gracia divina. Dentro de cuatro años habrá barra libre para meter dedos en el ojo, agresiones por la espalda, actos cobardes y nauseabundos porque seguramente a algunos futbolistas o entrenadores les merecerá la pena el riesgo de sacar sus dedos a pasear ante la posibilidad de que nuestro “rico” Villar vuelva a salir reelegido.