Aún están manchadas de césped del estadio Maracaná las botas de los
futbolistas españoles que tantos éxitos nos han dado y en algunos medios de
comunicación ya están empezando a hacer la alineación de la selección nacional,
extinta roja, para el primer partido del equipo en Francia 2016. El cáncer
mediático en el deporte de este santo país ya ha dado por finiquitado el
estilo de juego basado en la pureza del toque y el trato exquisito al
balón. Ya se habla en los mentideros mediáticos de aprovechamiento de espacios
por banda y la necesidad de incorporar jugadores dominados por su físico para
que no vuelva a ocurrir lo mismo que en este mundial. Se extiende como la
pólvora una corriente de opinión basada en la recuperación de aquella furia que
nunca nos hizo grandes pero tan poco tan pequeños. Se habla de Deoulofeu,
Thiago, Callejón, Isco, Jese y Carvajal para regenerar la selección pero nadie
se atreve a decir qué jugadores han recibido la extrema unción en el equipo
nacional. Los culpables son demasiado evidentes y el paso del tiempo les
juzgará de otra manera. De momento solo sabemos el nombre del Cristo
Crucificado, se irá Xavi, cosa que yo hubiera hecho nada más conocer el once
inicial que habría de enfrentarse a Chile. Del vestuario al hotel, del hotel al
aeropuerto y del avión a mi casa. Mientras calculan la edad que tendrá
Iniesta o Fábregas para la próxima Eurocopa, jugadores como Mata, Silva o
Cazorla cosen su futuro al de ambos jugadores por edad y por estilo de juego
ante la tormenta de cinismo que se avecina.
La derrota de España ante Holanda fue analiza en Telecinco antes de que
acabase el partido. El diagnóstico que se ofreció al populacho infantil fue
claro, contundente y sin anestesia: La única forma de volver a ganar el mundial
consiste en sentar en el banquillo a Xavi, Busquets, Piqué y Jordi Alba.
El primero afectado por su edad, el segundo por una pubalgia y los dos últimos
por hallarse fuera de forma tras salir de una lesión. Así de simple y así de
rápido, Paco González, admirado en la radio y caricaturizado en la tele zanjaba
los problemas del combinado nacional. Mientras a Manu Carreño le faltaban seis
partidos para ser campeones del mundo, a Camacho la tragedia le había parecido
un atraco arbitral. La mentira estaba lanzada y la falta de personalidad de
Del Bosque solo recogió media verdad. Prescindió de Piqué y Xavi.
Tras la derrota ante Chile, sin blancos fáciles de por medio, aún no se
ha atrevido ningún medio de comunicación a personalizar definitivamente el
fracaso de la selección. Ningún medio se atreve a hacer un análisis serio del
partido ni de las decisiones del seleccionador. El motivo de la derrota ya
no tiene nombres, en ausencia de Xavi y Piqué, se ha ceñido al paso del tiempo y al
calendario de liga. Se ha pasado de la derrota presente a las soluciones futuras
pero nadie se atreve a anclarse en los motivos. Nadie se atreve a decir la
verdad absoluta del fracaso de la selección porque decir la verdad significaría
decir que la debacle del equipo de esta manera tan traumática tiene como
máximos responsables a Sergio Ramos, Iker Casillas y Vicente del Bosque.
Cuando pasen varios años se sabrá que Holanda nos metió 5 por culpa de Xavi y
Piqué, pero se dudará si fue Chile o Ecuador el equipo que nos metió 2 porque
el equipo carecía de forma física y el estilo estaba agotado.
Empiezan a regresar las oscuras golondrinas que siempre han anidado en la
vieja selección. El periodismo escribe la historia pero jamás escribirá que el
verdadero motivo de la debacle en Brasil no es que Del Bosque haya llevado a
sus amigos, sino que algunos periodistas se han aprovechado de la volubilidad
del salmantino para no mancillar a los suyos. Por eso Luis Aragonés no era
comensal en algunos restaurantes madrileños y por eso era detestado en ciertos
medios de comunicación. Los
jugadores que no juegan en Madrid jamás han tenido alguna protección porque la
mayoría de enviados especiales a los mundiales viven, comen y se reproducen
cerca del Manzanares pero rezan a la Diosa Cibeles. Recuerdo el ostracismo de
Silva en Sudáfrica y jamás olvidaré que nadie haya puesto el grito en el micro
por el banquillazo de Xavi.
Telecinco y Camacho no ganarán este mundial. Puestos a cambiar el estilo
de la selección, también se podrían proponer algunos cambiar el estilo de
las retransmisiones deportiva, del nivel de los narradores y por supuesto del
nivel futbolístico de los comentaristas invitados. Porque la retransmisión
española también es un símbolo de identidad nacional y hoy por hoy se ha
convertido en un criadero de prepotencia ridícula, de fanatismo innecesario y
de cinismo dañino. Se puede aceptar que intenten mentir sobre lo que pasa sobre
el césped, pero lo que no se puede admitir es que nos digan lo que tenemos que
pensar y cómo nos tenemos que sentir después de los partidos.